Quién le iba a decir a Francisco Franco que su majestuoso hospital de Vigo inaugurado en 1955 y bautizado originalmente con el nombre de uno de sus más destacado almirantes, Almirante Vierna, iba a albergar las dependencias judiciales de la ciudad. Ni siquiera lo imaginaban las viguesas y los vigueses de hace tan solo diez años, cuando ya era conocido como el Xeral y alguien, sin duda, con un gusto horroroso, decidió revestir su facha con paneles de color verde hospitalario.
Vigo fue creciendo rápidamente al amparo de su puerto y de sus industrias, experimentando un aceleramiento demográfico a partir de los años sesenta del pasado siglo XX. Mientras tanto, aquel hospital monstruoso fue envejeciendo con el paso del tiempo e incluso llegó a quedarse pequeño para tanta población, lo cual motivó la construcción del nuevo complejo hospitalario Cunqueiro, totalmente alejado del centro urbano.
Por razones -e intereses- que sólo conocen quienes tomaron aquellas decisiones, el edificio del Xeral abandonó su función sanitaria y experimentó una transformación total. En esa obra, como es lógico, cobró la empresa constructora, las empresas de aprovisionamiento de materiales y de servicios…, en fin, incluso cobró el arquitecto y su equipo, como es lógico y justo. Sin embargo, el “nuevo” edificio, como casi todos, ya acusa problemas de goteras y otros defectos. Y pocas personas se explican por qué razón se le dio el Vigués Distinguido a una persona que realizó su trabajo y cobró por ello, porque tampoco lo hizo gratis.
Es preciso reconocer que el edificio ha recuperado su antiguo esplendor y ha quedado con una imagen impecable que resalta sobre el perfil de la ciudad. Lo que sí fue una auténtica lástima es que, de no haber continuado con su función hospitalaria, no se hubiera destinado a las dependencias municipales del Concello de Vigo, que bien merece una profunda remodelación por cuestión de espacios y de estética.