Tengo que reconocer que estoy absolutamente enganchado y me cuesta un mundo no caer en esa tentación. No, no teman Vds., no me refiero al consumo de ninguna sustancia nociva para mi salud. Ya no tengo edad (ni costumbre) para eso. Se trata sencillamente de algo que podemos hacer en nuestra ciudad desde que disponemos de la nueva Porta do Sol.
El diseño de la plaza cuenta con vigueses a favor pero también en contra. Algunos dicen que se ve mucho cemento (losetas de piedra más bien), poca vegetación, o que no hay parterres con verde y flores. Esas críticas se pueden entender, pero aventuro que la razón de eso puede ser que la nueva plaza será escenario a menudo de actuaciones y conciertos, con gran concentración de gente y los posibles jardines quedarían dañados.
Para el gusto del que suscribe el diseño de la plaza ha quedado bien resuelto con un firme en piedra gris con el adorno de arcos en negro cada ciertos metros. Las grandes farolas de diseño avanzado tampoco están mal, y el banco con jardinera en la parte alta de la plaza hace juego con el suelo. Nada que objetar.
Pero quería hacer hincapié en el uso de la nueva plaza, y es que desde el minuto uno de su inauguración los vigueses hemos tomado el lugar como nuestra verdadera plaza mayor, no sólo para conciertos, sino para usarla a diario, como lugar de encuentro (la figura del Sireno), y para sentarnos en una de sus terrazas y disfrutar de un refresco o de un café.
Pues a eso precisamente me refiero con el enganche que confesaba en el primer párrafo de estas líneas. Estoy hablando de un sábado o domingo y la hora pueden ser minutos despues de las 9h, cuando la mañana casi está por estrenar y se puede sentir el fresco en la cara. Así que procedo a sentarme siempre en la misma terraza de una cafetería situada en los bajos de un edificio emblemático de la plaza.
Cuando viene la persona que atiende la terraza le pido un café descafeinado (no aguanto la cafeína) y templado (tampoco puedo con un café hirviendo). Al poco tiempo tengo la taza en la mesa con algo de bollería como cortesía. Consumir ese café viendo como se desarrolla tranquilamente la vida en esta parte de la ciudad me produce un profundo placer.
Y esto es algo nuevo porque Vigo ha sido siempre una ciudad de mucho movimiento y bastantes prisas, algo típico de una gran ciudad pero en este caso a menor escala. Eso de la vida más reposada lo veíamos en capitales como Pontevedra, donde el tiempo corría más lento. Pues hoy Vigo sigue siendo una ciudad industrial con mucho follón, pero ahora podemos disfrutar del oasis de la Porta do Sol ya que por ella no pasan automóviles, con lo que cambia por completo la vida en la nueva plaza.
Dentro del paisanaje que se puede ver allí a esas horas están los grupos de visitantes liderados por su guía correspondiente, que les habla de aspectos de la plaza en particular y de nuestra ciudad en general. Esto en Vigo es absolutamente novedoso desde que comenzamos a ser (Navidad mediante) una ciudad turística.
Edificio Salgueiro
Pero además de ver pasar al personal también me fijo en los edificios del lugar, comenzando por la fachada en curva del edificio Salgueiro, diseñado por el arquitecto Romualdo de Madariaga en 1934.
Esta construcción es una de las mejores muestras de la arquitectura racionalista viguesa. Parece ser que cuando se inauguró el edificio fueron bastantes los vecinos que se quejaron de «el estilo sanitario de su fachada», muy distinta de la típica acabada en granito. Y es que toda novedad implica crítica.
Hotel El Moderno
Pero si continuo hacia la izquierda me encuentro con el edificio del Hotel El Moderno, que hace esquina entre las calles Policarpo Sanz y Carral. Esta, construcción fue promovida por Manuel Bárcena Blanco bajo dirección del arquitecto franco-polaco Michel Pacewicz y finalizado en 1902. En 1906 el edificio pasó a ser el Hotel El Moderno, cuyo propietario era Jesús Fernández Otero. En 1950 el hotel sufrió una remodelación cuando lo adquirió el productor de cine (Suevia Films) vigués Cesáreo González, que le dio el nombre de Gran Hotel.
En 1997 el edificio se modificó para construir en él oficinas y viviendas. Fue otra falcatruada arquitectónica tan típica de esta ciudad. A la cubierta se le añadieron dos plantas eliminando la preciosa cúpula de escamas cromáticas que le daba tanta personalidad al edificio. Sólo por eso el que lo promovió, el que lo diseñó y el que lo permitió, los tres deberían estar delante de un juez dando explicaciones.
El Louvre
Y si continuamos viendo de derecha a izquierda nos encontramos con el edificio de enfrente con galería corrida en su segunda planta, y ventanas en el primer piso en el que estuvo durante años un taller de alta costrura, El Louvre, propiedad de Segundo Gil Dávila, el cual garantizaba a las damas viguesas la elegancia de las parisinas, ya que «en hermosura y distinción natural nada tienen que envidiarles».
Resulta que don Segundo importaba de París los modelos y patrones de alta costura y en la capital gala fue donde conoció a la joven Helene Robie Valdés con la que se terminó casando.
El Louvre se mencionaba en El Noticiero de Vigo, informando que en aquel establecimiento poseían «blusas, lujosa ropa blanca, echarpes, sombrillas y vestidos de sociedad para las damas. Y camisería fina, cuellos, puños y bastones para los caballeros, además de pañería inglesa». «Y para ellas tambien abrigos de piel de carnero y chaquetones de zorro plateado del Canadá». Pero sobre todo El Louvre contaba con las últimas novedades de los diseñadores franceses, como Cocó Chanel, que Segundo Gil traía a Vigo para que las damas locales pudieran vestir «a la última».
Desgraciadamente después de unos felices años estalló una guerra entre españoles y al final de ella el bando ganador impuso españolizar los nombres comerciales, y El Louvre pasó a ser El Lubre.
Segundo Gil Dávila fallecía en 1954 en Vigo y su fortuna derivaría en una fundación a su nombre que proporcionaría becas de estudios a partir de 1957.
Y así paso un rato muy agradable viendo pasar, como decían en la revista Triunfo, «el país, el paisaje y el paisanaje» de nuestra ciudad. Se lo recomiendo a Vds, queridos lectores, seguro que no les decepcionaré.