En la ciudad de Vigo ya existían las tintorerías y lavanderías, aunque casi nadie utilizaba ese segundo servicio. En la actualidad, siguen existiendo, pero los barrios se van llenando de establecimientos especializados en lavar y secar la ropa en los que no existe personal, sino maquinaria, un autoservicio conocido como lavanderías para que resulte más barato que hacerlo en casa.
Además, con las limitaciones de espacio de las viviendas actuales, las lavanderías evitan comprar lavadoras y secadoras, ahorrando en energía y en mantenimiento.
Con estos modernismos ya no resultan tan sorprendentes las imágenes de las películas norteamericanas en las que los inquilinos de los edificios de las grandes ciudades llevaban su colada a la lavandería del sótano, como en la película “La semilla del diablo”; ahora ya estamos al mismo nivel.