Está claro que las encuestas no siempre aciertan porque los resultados de estas elecciones son elocuentes por sí solas. Considero conveniente comentar que las encuestas son la consecuencia de la estadística, una ciencia compleja en la que la toma de muestra es fundamental para realizar después los correspondientes análisis. En este sentido también conviene incidir, en primer lugar, que la muestra tiene que ser representativa del total, de todo el conjunto, cosa que a veces no resulta fácil de conseguir. En segundo lugar, y no menos importante, es preciso añadir que el muestreo en unas elecciones tiene una gran complejidad añadida, puesto que la tendencia del voto no siempre se ajusta a la realidad, seguramente porque las personas no acostumbran a decir la verdad a quienes realizan los muestreos.
Creo que resulta interesante comentar que en países como Francia, en los colegios electorales, los votantes tienen que recoger todas las papeletas de todos los partidos, luego tienen que meterse en la cabina para evitar la vista de los demás, preparar sus papeletas con el voto y, finalmente, destruir todas las papeletas restantes. Al salir de la cabina, con el voto introducido en el sobre, lo llevan a la mesa y allí realizan el trámite igual que aquí: identificación y votación en la urna. Pero nadie, absolutamente nadie, sabe lo que ha votado cada persona. Incluso a nivel familiar el resto de los miembros de una familia desconocen el sentido del voto de los demás, salvo que la persona interesada lo desvele. Esto quiere decir que no es fácil este tipo de muestreos.
Los resultados reales de las elecciones, por lo tanto, no tienen por qué ajustarse a esos estudios estadísticos, aunque la ciencia estadística sea muy exacta. Lo que realmente falla es la sinceridad de las personas muestreadas.
En estas elecciones no ha habido grandes sorpresas, pero los resultados no se han ajustado totalmente a lo que se esperaba y se deducen varias interpretaciones curiosas. En primer lugar, ha quedado claro que España no quiere —de momento— la ultraderecha. En segundo lugar, se deduce que el PSOE tendrá la oportunidad de gobernar, aunque sea con el apoyo de los numerosos grupos de izquierda. El Partido Popular, por su parte, ha conseguido un significativo avance en las urnas: es el partido más votado; sin embargo, sólo podrá contar con el posible apoyo de VOX y eso será insuficiente. Habrá, por lo tanto, una pugna por la gobernabilidad de España y todo dependerá de los pactos.
En mi opinión, en la ciudad de Vigo debemos estar satisfechos, pero desgraciadamente perdemos dos pilares fundamentales: Carmela Silva al frente de la Deputación de Pontevedra, y David Regades al frente del Consorcio de la Zona Franca. Esperemos que lo que se derive de los nuevos cambios políticos no perjudique los proyectos de la ciudad de Vigo.
Finalmente, tampoco deberíamos olvidar el merecido agradecimiento de todos los votantes al personal de Correos, unos trabajadores y trabajadoras sobre los que injustamente se vertieron dudas e imprecisiones y que, en cambio, demostraron, como siempre, una gran profesionalidad. Ahora sólo queda respetar el resultado de las urnas y de los pactos que se deriven de esos resultados, que posiblemente pase por el trato con los independentistas catalanes y vascos, pero la democracia es así y merece un respeto porque el pueblo es quien decide el futuro de España, sea cual fuere.