Me van a permitir, queridos lectores, que hoy no les comente las trifulcas locales ni les hable de nuestro máximo regidor. Y es que me apetece escribir unas líneas sobre una charla a la que asistí esta misma semana en el museo Marco dentro de las conferencias del Club Faro. El ponente era Antonio Pérez Henares, y presentaba su última novela, ‘La Española’.
Esta historia novelada comienza con el momento de la llegada de Colón al Fuerte Navidad en su segundo viaje en 1493. El almirante había dejado el fuerte bien guarnecido y se lo encontró quemado y desolado sin ningún superviviente. Después de este terrible comienzo la novela continúa hablándonos de los Colón, los Pinzones, el piloto Juan de la Cosa, el bravo capitán Ojeda, de Bartolomé de las Casas o de Núñez de Balboa.
Pero el autor también menciona a Cortés, Pizarro o Alvarado, esperando éstos para partir y emprender sus grandes conquistas. Y es que Pérez Henares nos cuenta cómo La Española fue el principio de todo en América. Fue el primer puerto de arribada, el primer fuerte, la primera ciudad, la primera calle empedrada (por donde podían pasear las mujeres) y la primera catedral. Sería la primera seña de identidad de la América hispana.
La charla de Antonio Pérez Henares fue muy amena y muy informativa. Una de las ideas que quiso dejar clara fue que hoy no podemos acercarnos a estos personajes del siglo XV con la mentalidad actual, y yo añadiría ni tampoco con el revisionismo estúpido de unos cuantos. El autor también comentó que no debíamos revisar aquella epopeya con un cristal negro ni con otro color de rosa. Que aquellos españoles eran nuestros «grandes abuelos», nuestros parientes que hicieron cosas muy bien y otras menos bien pero había que juzgarles con la mentalidad de la época.
Cuando el presentador de la charla le preguntó al autor cómo se le había ocurrido la historia, Antonio descubrió que fue hace 25 años en un viaje de la Ruta Quetzal, junto con Miguel De la Cuadra Salcedo que dirigía aquel proyecto. De pronto el autor se encontró en el primer lugar donde Colón puso el pie por primera vez en la costa del nuevo continente, probó aquella agua y era dulce por influencia de las aguas del Orinoco. Algo más tarde Pérez Henares se encontró durmiendo al lado de los restos de la ciudad de La Española, se sintió abrumado por el peso de la historia y pensó que aquella experiencia podría dar lugar a un libro. En resumen, una muy interesante charla sobre un libro que promete.
Pero además de la novela el autor se refirió a lo que era la Ruta Quetzal. Este fue un proyecto del rey emérito en 1979, cuyo objetivo era consolidar la comunidad iberoamericana a través de un viaje iniciático de la juventud de los países de habla hispana. Desgraciadamente con la muerte en 2016 de su conductor, Miguel de la Quadra Salcedo, desapareció también el proyecto.
En aquella época de la que hablamos los hijos de la Transición, como el que escribe, teníamos la vida por delante, ahora con democracia y estado de derecho, y toda la ilusión por parecernos, como país, a Francia, pero con más sol, más gracia y la comida más popular.
En la parte institucional en esos años nuestros monarcas se paseaban por todo el mundo con la tarjeta de presentación de cómo habíamos salido de la dictadura, siendo aplaudidos por todos los pueblos del planeta. Aquello era en los años 80 del siglo XX, hoy estamos en la segunda década del XXI, y todo aquel sueño de país se ha desvanecido Y es que en un momento dado aquel monarca decidió que ya era hora de ocuparse, no de su nación, sino de sus negocios, en el más amplio sentido de la palabra. Al mismo tiempo la clase política hizo el mismo razonamiento que el jefe de estado, y la partitocracia sustituyó a una tierna democracia.
Así hoy nos encontramos con que no tenemos proyecto de país (ni pintamos nada en el mundo) ya que «lo cantonal» está por encima de «lo nacional». Es posible que con nuestra forma territorial del estado hayamos hecho «un pan como unas tortas».
En fin, que la charla muy productiva y el libro de Antonio Pérez Henares es muy aconsejable.