La entrada en zigzag a las galerías subterráneas del Castro deja claro cuál era su función. “Con ese acceso, lo que se impide es que los invasores puedan utilizar un ariete para entrar en la fortaleza”, explica el guía a los visitantes.
Ya desde el exterior, atrayendo la atención de todos los que pasan a su lado, la ambientación sonora con reproducciones de los gritos y los bombardeos de la guerra evoca cómo era la situación entonces, hace más de trescientos años.
Y es que, aunque tal día como hoy, un 1 de marzo de 1810, la villa de Vigo recibía el título de ciudad «fiel, leal y valerosa», como recompensa por la heroica actitud de los vecinos en defensa de su territorio tras la conquista de los invasores franceses, un siglo antes los vigueses ya tuvieron que hacer frente a otra guerra, contra las tropas inglesas.
Ya entonces demostraron su capacidad de resistencia frente al ataque enemigo.
Y ahí fue cuando entró en juego la galería subterránea que permite acceder al patio de armas desde el exterior de la fortaleza del Castro.
Corría el año 1719 y la España de Felipe V llevaba dos años inmersa en la Guerra de la Cuádruple Alianza contra una coalición formada por Francia, Gran Bretaña, el Imperio germánico y las regiones que hoy en día conforman los Países Bajos.
El 10 de octubre, una flota inglesa comandada por el almirante Michells y compuesta por 40 navíos y 5.000 hombres desembarcó en la villa y en sus dos fortalezas, saqueándola. Eran 11 batallones de infantería y caballería que arrasaron con todo a su paso.
En los túneles pudieron resguardarse 800 soldados y vecinos heridos durante los bombardeos, en los que llegaron a caer más de 3.000 proyectiles.
“Cuando parecía que todo estaba perdido y que la fortaleza iba a caer, los ingleses deciden irse porque estaban sufriendo muchas bajas a causa de la guerra de guerrillas”, explica el guía a los visitantes, absortos en la recreación de la batalla a través de la explicación pero también de los ruidos de los proyectiles y los gritos de desesperación.
“Un túnel conduce al patio de armas y el otro no, en vuestras manos está descubrir cuál de los dos es”, señala el guía a los curiosos que se reparten entre las dos bocas de las galerías, con una iluminación cálida que permite destacar la piedra de los irregulares túneles, con una altura en algunos tramos que apenas alcanza 1,70 metros.
Una vez fuera, el patio de armas recibe a los visitantes con cuatro mástiles con paneles que explican con todo lujo de detalle la historia y, para finalizar la visita, se accede al antiguo polvorín, transformado en una pequeña sala de visionado donde se proyecta un audiovisual que permite realizar con mayor facilidad el viaje en el tiempo, al Vigo del siglo XVIII, cien años antes de convertirse en ciudad.
Escondidas bajo El Castillo
Las galerías se descubrieron casi por casualidad, tras la demolición del antiguo restaurante El Castillo, una vez vencida la concesión por 50 años.
La memoria colectiva de la ciudad sabía de su existencia –hay leyendas sobre este y otros pasadizos subterráneos bajo las calles de Vigo– pero no fue hasta entonces cuando se determinó su ubicación exacta.
Hubo que esperar para poder recuperar al público esta parte de la historia, ya que la actuación incluía la recuperación de las galerías, pero también del patio de armas y el antiguo polvorín.
Visitas con reserva previa
Las visitas, de lunes a domingo, son gratuitas pero para realizarlas es necesaria una reserva previa en el 010 y los grupos están limitados a una veintena de personas, por lo que los cupos se cubren con rapidez nada más abrirse. En los primeros meses, recibieron a unas 6.000 personas –más de un millar estudiantes– y tras su reapertura, el pasado 22 de enero continúan fascinando a quienes se adentran en sus escasos 80 metros de longitud.
La rehabilitación, con una inversión de 1,4 millones de euros, recibió el premio Gran de Area que concede el Colegio de Arquitectos.