A mediados del pasado siglo XX se inauguró la Estación Marítima de Vigo, en plena época de la emigración a países transoceánicos. Frente a la verja de entrada, provista de una caseta de vigilancia y control de acceso, existían unos pequeños y alargados jardines junto a los que había unos pequeños locales que albergaban comercios de recuerdos turísticos, todo ello colindante con otras edificaciones un poco mayores que albergaban lo que en su día pretendía ser una estación del ferrocarril, pero que nunca llegó a funcionar como tal, aun cuando el tren sí llegaba al puerto para realizar operaciones de carga y descarga de materiales, y algunas vías incluso llegaban un poco más allá para dar servicio al puerto pesquero.
En aquellos jardines, que constituían una zona de descanso y paseo, existía una fuente de lámina de agua y un reloj de sol que era totalmente visible para propios y foráneos. Con la remodelación de toda esa zona portuaria, aquellos edificios, que en vez e estación del tren terminaron siendo las instalaciones de Sanidad Exterior, desaparecieron para dar paso al Centro Comercial Laxe.
El reloj fue cambiado de emplazamiento y se instaló en el entorno de lo que antaño eran los depósitos del Cable Inglés, en una parte lateral del edificio de la Estación Marítima. Merece la pena detenerse a contemplar con calma ese reloj de sol construido en piedra y metal junto al que una placa indica la localización geográfica, los ajustes horarios, y una brevísima reseña histórica que, por cierto, no resulta demasiado exacta y en la que se echa en falta la autoría del instrumento.