Un año más, Galicia ha vivido una fabulosa temporada de fiestas históricas, que van desde la Arribada a la Feira Franca, y en todas resulta indispensable el bocadillo de chorizo. No hay celebración sin brasas, ni manos libres cuando es la hora de comer, y pocas dudas dividen tanto a la población como esa de tener que elegir entre chorizo rojo y criollo.
Galicia es una región llena de historia y una de las que más defienden su legado y lo traen de vuelta a hoy en día. Desde la llegada de las tropas romanas, su batalla junto al río do Esquecemento y la cultura que llevaban consigo; el mundo castrexo y celta que se encontraron; la sociedad medieval y la coexistencia con los judíos; las invasiones vikingas y los asaltos a poblaciones costeras; la revuelta irmandiña, el descubrimiento de América o la expulsión de los franceses durante la guerra de Independencia.
Todos estos hechos y muchos más se recuerdan en las numerosas fiestas históricas que se reparten por toda la geografía gallega, y que tienen nombres muy sonoros: Arribada en Baiona, Reconquista de Vigo, Arde Lucus en Lugo, Festa Castrexa en Burela, Asalto ao Castelo en Vimianzo, Feira Franca Medieval en Betanzos, Ribadeo Indiano, Oenach Atlántico en Narón, Romaría Vikinga en Catoira, Batalla Naval en A Coruña, Festa do Esquecemento en Xinzo de Limia o Feira Franca en Pontevedra.
Quién no ha acudido alguna vez a estos eventos, bien de calle o implicado realmente en la celebración y ataviado con las ropas de época correspondientes. Un pequeño apunte: que nadie lo llame disfraz si no quiere que le saquen los ojos, porque el sentimiento histórico es profundo en todas esas localidades y vestirse de época constituye una muestra de respeto hacia sus antepasados y la forma de vida que tenían. No es un Carnaval, por mucho que el ambiente sea jocoso, y la gente se afana durante todo el año para poder lucir los vestidos correctos para esos tiempos que pretenden homenajear. Túnicas, faldas, gorras, espadas, crucifijos, muñequeras… legionarios, vikingos, franceses, mozas de taberna…
Nada tiene que ver la vestimenta del Arde Lucus con la de la Feira Franca, aunque también es cierto que una túnica es apta para épocas distintas y que mesoneras hubo durante varios siglos.
Lo que sí que permanece constante en casi cualquier festejo de nuestra región es el choripán. Hay pocas imágenes más representativas de una fiesta popular que alguien vestido de época que sostiene una bebida en una mano —cerveza, vino, refresco…— y un choripán en la otra. Puede haber variantes como el bocadillo de criollo, el lomo con queso, el jamón asado o incluso el churrasco, pero el rey indiscutible de la gastronomía fiestera es el choripán.
Y eso tiene parte de razón histórica y otra que no tanto. Por un lado, sabemos que los embutidos han acompañado a la humanidad casi desde sus primeros tiempos, y de hecho aparecen nombrados en La Odisea, de Homero, y en las obras de Aristófanes. Por otra parte, el pimentón, condimento fundamental en la elaboración del chorizo rojo y que le da su color, proviene de América, de modo que su consumo no tendría tanta lógica en fiestas dedicadas a épocas anteriores a este hecho.
Pero lo cierto es que las virtudes del choripán son indiscutibles: su elaboración es rápida y sencilla, su precio asequible por todo el mundo, su consumo es rápido y se puede ir disfrutando sin dejar de pasear por los puestos o de admirar los espectáculos de cetrería, equitación o esgrima histórica. El choripán se adapta a las actividades de cada festejo y apenas ocupa espacio, mientras que su único inconveniente es la grasilla roja que se va extendiendo por la mano, el antebrazo, el codo y finalmente la ropa, y que no es fácil de limpiar con nada. Queda para siempre como un recuerdo del día y de lo complicado que es detener ese chorretón por muchas servilletas que uno lleve.
El choripán es el símbolo del desahogo, de la tranquilidad de un día para compartir con la gente que quieres. Quedamos para un choripán y una cerveza… No, yo mejor vino… Para mí un refresco y un criollo…
Es el encuentro, la ocasión, lo imprevisto que te alegra la jornada y le da valor a todo lo demás que haces en tu día a día. Es la risa espontánea cuando a alguien le desborda la grasa por los labios. Es la fiesta en sí mismo.
El mundo sería mucho mejor si hubiera más choripanes y la gente se dedicara a compartirlos con otros, incluso con personas a las que no conocieran de nada. Sería un avance enorme para esta sociedad.