Disclaimer. Si no has visto la película y tienes intención de hacerlo, no sigas leyendo.
Al poco de estrenarse en Netflix, vi la serie «Nevenka». Sentía curiosidad tanto por ver a la Nevenka mujer madura hablar en primera persona de su caso de acoso sexual, así como por recordar cómo era la España de mi adolescencia milenial. No entendía cómo Icíar Bollaín había hecho una película de un caso que yo creía que estaba lo suficientemente documentado en la serie de la citada plataforma. Al sentarme en la butaca descubrí que a la serie le faltaban muchos matices que en la película están reflejados en diferentes escenas.
Lo primero que me cautivó, fue la actriz que encarnaba a Nevenka, la jovencísima Mireia Oriol: su parecido físico, su fragilidad. Como la directora la retrata desde un primer momento una chica perfecta, responsable, guapa, atractiva… como una chica con ese perfil, destinada a ser campeona (hace hincapié en todos los méritos de “Kenki” colgados en las paredes de su casa) termina siendo tan joven concejala del PP de un ayuntamiento como era Ponferrada.
Ponferrada estaba gobernada por la derecha, así como en aquel momento estaba el país gobernado por el PP de Aznar. Ese gobierno de hombres trajeados y engominados que no pertenecían al pueblo, sino a una élite selecta de hombres destinados a dirigir el destino de los españoles.
Y estaba él: el victimario. Otro hombre fuerte del partido, viudo desde hace poco, con fama de mujeriego y empresario de éxito, tenía comprados los favores de muchos ponferradinos. Esta es una de las grandes claves del caso y lo que hace que el presente de nuestra protagonista sea el que es.
La película está hecha de tal forma, que puedas ver en la consecución de escenas, cómo el alcalde la va encerrando cada vez más: cómo en los momentos en que ella tiene que tomar decisiones, él se encuentra cerrándole puertas y llevando la vida de Nevenka por donde él quiere. En muchos momentos, resulta asfixiante.
Tampoco recuerdo en la serie la figura de los padres, pero merecen un párrafo aparte. Cuando su “Kenki” les cuenta que ha tenido un “affaire” lo hace en el salón de casa de sus padres: un salón de una casa de clase media-alta de familia de provincias. Se ve cómo Nevenka se hace pequeña en ese sofá, cómo intenta explicar los motivos que la llevaron a tener una relación con su verdugo y por qué decidió terminarla. La incomprensión de su propia familia, se resume en la decoración pequeña burguesa de ese salón: quiso romper un patrón social dentro de un mundo que seguía viviendo bajo las normas de “toda la vida”.
Me gusta que se dejen tan claro los motivos profesionales por los que Nevenka se decidió a denunciar de forma pública: ella no era una chica guapa a la que se le podía decir qué votar, qué decir y cómo vivir su vida. Pero su personaje de chica perfecta no dejaba ver la mujer valiente que era realmente.
He escuchado comparaciones de nuestra protagonista con Maixabel, también de Bollaín. La actriz de Maixabel, la versátil Blanca Portillo, como mujer fuerte, se come la cámara en contraposición con la fragilidad y los titubeos de una Nevenka acosada desde el principio de la película por un depredador.
Me parecen dos mujeres fuertes, en diferentes contextos políticos y sociales, pero fuertes al fin y al cabo.
Dos figuras controversiales para mí en la película son la médico líder de la oposición que la ayuda a denunciar y el compañero de universidad con el que inicia una relación y termina siendo su actual marido. De la primera, no sé muy bien qué pensar que papel jugó en todo esto: si hubo sororidad, si fue interés político o un acto puramente casual.
Esta es una opinión personalísima de la relación de pareja que inicia la protagonista en medio de la disputa judicial. Para mí, el actor que le da vida siempre será Carlitos Alcántara, y no entendí muy bien la figura del mismo dentro de la lucha personal de Nevenka para defender su valía. ¿Acaso ella sola no podría salir adelante sin una pareja masculina? Solo la propia Nevenka podría decirnos cómo hubiera afrontado ella el juicio sin el apoyo de su actual marido. Quiero pensar, que en una realidad paralela, Nevenka se salva sola, porque el sistema judicial no pone en entredicho el testimonio de un profesional por el simple hecho de ser mujer y bonita.
¿Y por qué creo que seguimos viviendo en esa España rancia donde la profesionalidad de una mujer es cuestionada siempre?
Porque sigo viendo que en las cimas de poder sigue habiendo hombres que me recuerdan a los ministros de Aznar. Que no es lo mismo una opinión de una profesional mujer y joven que la de cualquier hombre. Pues es verdad que no somos la España del 2001, donde se cuestionaba sin tapujos en plazas, platós y juzgados la sexualidad de una mujer y su valía en el trabajo. Pero creo que el camino a recorrer para lograr la igualdad real es más largo de lo que creemos.