El paraíso perruno existe en Vigo y se encuentra en una finca de la parroquia de Matamá. Y es que esta zona del rural vigués parece alzarse como el centro neurálgico donde se defienden y preservan de una forma muy enternecedora a los animales de cuatro patas.
Al ya conocido mural ubicado en el aparcamiento de la Asociación de Vecinos y pintado por la artista viguesa Eva Casais en el marco del programa de medianeras «Vigo, Ciudad de Color», se suma ahora un proyecto muy personal y familiar que no deja de crecer y que tiene a los ‘peludos’ y al Camino de Santiago como verdaderos protagonistas.
‘Cat e Dog’, la guardería canina que la joven de 34 años, Caterina Lago, lanzó para ser su profesión, su fuente de ingresos pero, sobre todo, su vida.
Una vida y un día a día en el que, como defiende, «puedes hacer de todo con respeto” pero, siempre y como matiza, “educando muy bien al perro». Es decir, concienciar a la gente de las posibilidades de tener una vida con perros, y sin limitarse en nada.
Y es que este es su fin y el mantra que repite y que quiere hacer llegar a toda la ciudadanía. «Lo que busco principalmente es dar visibilidad a un mundo con perros con más respeto, por todas las partes, y demostrar que con ello se puede convivir perfectamente», subraya esta amante de los animales que hace tres años decidió dar un giro a su vida, ponerse como autónoma y arrancar su proyecto laboral más personal como educadora y cuidadora de perros.
Su experiencia, bagaje, formación y, quizá, la casualidad o el “destino” –como ella misma apunta- es lo que la ha llevado a ser, prácticamente, una “psicóloga” para los perros y los gatos que cuida.
Y para llevarlo a cabo ha puesto el foco en el Camino de Santiago como uno de los mejores marcos sobre el que pivota su proyecto. Y es que es una firme defensora de que los paseos perrunos al aire libre, el trabajo “en manada” y la “convivencia” es lo que ofrece “equilibrio, calma y tranquilidad” a los ‘peludos’.
Así comenzó su aventura con las rutas de peregrinaje a Santiago y, más concretamente, el Camino Francés.
Nada más iniciar su andadura en solitario –hace tres años- fue su propio padre el que le dio la idea. “Tenía muchas ganas de hacer el Camino y como siempre me veía paseándolos, me dijo: ‘pues vete con los perros”, explica Cate, como la llaman todos los que la conocen aunque –a priori– algunos clientes “no se dan cuenta y les choca” por el juego de palabras que quiso hacer con su nombre y el de su proyecto laboral ‘Cat e Dog’, que surgió además como una “broma” entre sus amigos y su hermana, sumando además el inglés y el gallego.
Ahí fue cuando empezó su ‘locura’, con esta iniciativa que tiene como objetivo dar mayor “visibilidad” a su trabajo llevando, también, perros en adopción de las protectoras con las que colabora y que, en algunos casos, consiguieron ser adoptados al acabar la ruta.
Este es el tercer año que hace el peregrinaje con este fin, lo que supone todo un reto teniendo en cuenta la cantidad de animales que junta en el trayecto -este verano llegó a tener 12 en una pensión– y el hándicap que, en ocasiones, ofrece el Camino ya que, como denuncia, no está preparado para ir con animales.
Sí es cierto y reconoce que ha experimentado mejoras pero explica que los albergues públicos “no admiten mascotas”, siendo privadas todas las opciones de alojamientos por las que tuvo que decantarse.
“Por desgracia, hacia los perros es todo muy escaso. O te los ponen a dormir fuera o no dejan que duerman contigo. Es todo a modo privado”, cuenta, con el consiguiente aumento de presupuesto que implica. “Hay un montón de albergues y se da esa facilidad y con coste bajito pero, en el momento que lleves perro, te tienes que ir a sitios privados”, señala.
Con todo, considera menores estas cuestiones ya que, tras tres años de experiencia, “cada vez aceptan más a los perros y te ven con mejores ojos”.
Y es por esto por lo que decide repetir su aventura, que tilda de “vicio”. “Es una experiencia muy positiva y la gente es muy agradecida. Cada vez te dan más facilidades”, destaca.
Así, espera volver a repetir el próximo año ampliando, quizá, las rutas. Le tiene muchas ganas a la variante entre Santiago y Fisterra, o a la ruta Primitiva, al Camino Inglés, el de la Costa o, incluso, la ruta de los Faros pero, al final, siempre se decanta por el Francés por la comodidad que supone para los ‘peludos’. “Es menos sufrido”, subraya explicando que hay “más monte y campo” mientras que las otras alternativas sobresalen por tener “mucho asfalto y poca sombra”.
“Es más fácil controlar perros que humanos”
Eso sí, ahora suele ir acompañada de más adultos –amigos, familia, pareja, clientes- aunque, en las primeras ocasiones, llegó a ir solamente con una amiga y siete ‘perretes’.
Sin embargo, es algo que no le molesta porque, como bien apunta en tono jocoso, le resulta “más fácil” controlar perros que humanos, dice. “Me agobiaba un poco”, reconoce porque “quiero que disfruten y es un tute”, especifica sobre una iniciativa que tiene que preparar “con muchos meses de antelación”.
“Es una odisea”, detalla, por ejemplo, con la búsqueda de alojamientos en los que, en un primer momento, le trasladan que son ‘pet friendly’ y que, tras informar que van con una manada, “te quedas solo con uno”, lamenta.
Con todo, esas limitaciones insiste en que se ven salvando poco a poco “concienciando” y mostrando su experiencia en los establecimientos. “Van a manchar porque son perros pero, como nosotros, si tenemos educación, ellos también la tienen”, defiende para seguir concienciando y hacer ver a la ciudadanía que este tipo de vida con ‘peludos’ es posible.
Llaveros, camisetas y credencial ‘canina’
Y para visibilizar esta aventura y, de paso, colaborar con protectoras como Os Biosbardos, a Cate no se le escapa nada y, este año, decidió dar un paso más y ‘renombrar’ el Camino como su ‘Camino de las Estrellas’.
Y es que el motivo no es otro que el fallecimiento de una ‘perrita’ que hizo la ruta con ella y que, justo este año, falleció. “Está en mi mundo de perros”, dice porque, como bien matiza, trabaja mucho con animales “mayores”. “Fallecen muchos y me tocaron varios de cerca”, explica.
De ahí que este año y “en recuerdo de esos ‘perriños’” diseñó unos llaveros con el eslogan “Dejando huella” así como camisetas con el nombre ‘Camino de las Estrellas’. “Tenía la idea y el destino me lo puso ahí”, valora.
Pero no se queda ahí ya que este año empezará a colaborar con la Asociación Protectora de Animales del Camino (APACA) que tiene, entre uno de sus objetivos, otorgar credenciales ‘caninas’ a los perros que realizan el Camino de Santiago.
En Vigo no existe ningún punto de venta, con lo que ‘Cat e Dog’ se convertirá en este centro de expedición de credenciales que, a pesar de no son oficiales, «son creadas en el Camino».
A día de hoy solamente hay un punto en Tui pero, como bien explica Cate, «mucha gente lo empieza en Vigo» y de ahí la necesidad de tener a alguien que haga esta función. Además, y como especifica, supondrá una medida más para «dar visibilidad» a este posible mundo con perros.
Su trayectoria
Con todo, el trabajo de ‘Cat e Dog’ no se limita simplemente al Camino de Santiago ya que esta profesional de los animales gira toda su vida alrededor de ellos.
Empezó colaborando con una protectora hace ya 10 años, llegando a formar parte de su directiva. Incluso, la pandemia la “vivió” en esas instalaciones “cuidando y rehabilitando” a los perros.
Y es que su ‘vena’ cuidadora, como bien reconoce, la tiene innata. “No me dediqué siempre a esto. Trabajé cuidando a personas mayores y sí que, inconscientemente, me centraba en ello”, relata Cate.
Es más, cuando se dio de alta como autónoma, su idea era compaginar el trabajo con los estudios de Psicología en los que se había matriculado pero pronto vio que el “destino” quiso que no siguiese por ese camino centrándose, solamente, en su vida ‘perruna’.
“Hice la prueba de acceso a la Universidad y me matriculé. Siempre me gustó pero ahí me quedé porque, de repente, por un mal papeleo que hice me cancelaron la matrícula”, explica, considerando que no pudo ser una simple casualidad.
Llevaba un mes de curso y, de forma paralela, su negocio “empezó a crecer” y a surgirle cada vez más trabajo con los animales de cuatro patas. “Creo que fue más el destino. Era inviable trabajar de esto y estudiar”, reconoce.
Con todo, su planteamiento de ‘hotel canino’ era algo que ya le rondaba por la cabeza cuando trabajaba en la protectora. Hasta que se decidió a dar el salto y comprobar que tenía respuesta por parte de la gente, teniendo ahora muchos clientes que ya la conocían de su etapa en la protectora y en una clínica en la que también trabajó.
“No te lo esperas y la verdad es que mi trabajo me surgió por mis clientes. No eres consciente de que vales para esto”, resalta esta joven que, finalmente, se acabó formando como auxiliar técnico de veterinaria, pero convirtiéndose en mucho más que eso debido a sus años de experiencia en la protectora.
“Es donde más iba aprendiendo. Llevaba los casos más graves”, subraya, explicando que la “paciencia” que se presume para poder “rescatar perros” en las situaciones más complicadas –tras horas en el monte o pasando muchas noches observándolos- es lo que le ha hecho crecer y aprender hasta el punto de lograr la experiencia que tiene a día de hoy. “Todo me lo han dado los animales”, enfatiza.
En su propia casa
Y así ha reconvertido su hogar en una guardería y ‘hotel’ para perros y gatos, aunque se centra más en los “perriños”, como ella misma describe.
Su casa en Matamá, cerca del cementerio de Pereiró, y sobre todo su finca es el lugar idóneo para desarrollar su trabajo y día a día.
Esta ha sido una de sus máximas y lo que la hace “diferente” ya que su idea siempre pasó porque la educación y cuidado de sus perros llegase de una “convivencia”.
“Lo que diferencio y trabajo es que están en mi casa, conmigo, donde yo vivo”, destaca. Y es que ha reformado el bajo de su hogar para “adecuarlo a ellos”.
Es más, las posibilidades de la finca son infinitas para el trabajo que busca con los perros, llegando a dividir el terreno en dos zonas por si en algún periodo de tiempo concreto cuenta con perros menos sociables.
“Lo principal es que estén todos juntos pero también trabajo con perros no sociables y, al tener esas dos zonitas, me da siempre ese margen”, explica, insistiendo en que su idea inicial siempre es que “salgan a pasear” todos juntos.
Y es que, como defiende desde el punto de vista de educadora y cuidadora, “la convivencia, el equilibrio desde la calma y la tranquilidad” que ofrece el paseo es lo que hace que el día a día con los perros sea posible pero, sobre todo, para educarlos en un ambiente “sano y tranquilo entre ellos”.
Guardería de día como en el ‘cole’
Con todo, esto es lo que buscan muchas personas que confían en sus servicios y que han llegado a ella a través de recomendaciones y del «boca a boca» pero que, además, repiten.
Clientes llegados de muchas localidades gallegas, no solo de Vigo sino también de Moaña u otros municipios, o más allá de la frontera lusa, procedentes de Oporto, o del ámbito nacional como Barcelona, Valencia o Madrid son buena parte de la clientela que deja a sus animales en manos de Cate durante el periodo de tiempo que necesiten.
Algunos casos son puntuales, como personas que viajan a las islas Cíes pero, en general, suelen ser clientes que se van de vacaciones y que necesitan dejar a sus ‘peludos’ con alguien de confianza o que, como en el inicio del ‘cole’ en el mes de septiembre y para lograr una conciliación real, deciden dejarlos unas horas en la «guardería de día».
«A veces parece como el modo ‘cole’ cuando empieza septiembre. Tengo los que vienen de semana y tienen descanso en verano. Y luego otros que vienen todos los jueves, una vez a la semana, luego en vacaciones con estancias más largas», relata.
Así, su flexibilidad y adaptación a las circunstancias de cada cliente es lo que la ha llevado a cosechar el éxito y reconocimiento que tiene a día de hoy. «Aunque tengo unos horarios, desde el minuto uno siempre fui muy flexible. Me adapto dentro de mis posibilidades y yo a ellos», considera.
Eso sí, no suele coger a más de 10 ó 14 perros a la vez. «En momentos puntuales pueda pasar alguno más pero pongo ese límite porque hay casos en los que te lleva más tiempo la adaptación».
Tiene ‘peludos’ que pueden pasar con ella dos, tres o cuatro meses, otros una semana, quince días… o simplemente unas horas en función de las circunstancias de los clientes y de las situaciones particulares de los ‘perriños’ que va atendiendo como le pasa, ahora mismo, con el caso de Ohana, una perrita que le llegó de una protectora y que tiene un «pánico terrible a todo».
Por este motivo y porque necesita dedicarle más tiempo, reduce el número de animales que recoge día a día.
Con todo, y como no podría ser de otro modo, además de los perros y gatos que cuida en vida laboral, esta amante de los animales también da ejemplo de su propia labor y tiene dos perros propios y seis gatos, rescatados y recogidos de la calle, así como de las protectoras con las que colabora.