Es preciso reconocer que la instalación de rampas y escaleras mecánicas y de ascensores en zonas estratégicas ha conseguido romper las barreras arquitectónicas de la ciudad de Vigo, caracterizada por sus cuestas volcadas hacia la ría. La ciudadanía ya está tan acostumbrada a esas ayudas mecánicas que no recuerda los esfuerzos de antaño para desplazarse de unas zonas a otras. Y el Halo, el gigantesco anillo que brilla de noche flotando sobre la autovía y que está provisto de ascensores para salvar un enorme desnivel, es el mejor exponente de la ruptura de barreras. Vigo se ha convertido en un referente del tratamiento urbanístico para hacer más humana una ciudad, y eso es un auténtico motivo de orgullo, tanto para la ciudadanía como para quienes tomaron esas decisiones. Así las cosas, puede afirmarse que Vigo es una ciudad sin barreras, una ciudad para pasear.