La Vig-Bay llenó de color la carretera entre Vigo y Baiona este domingo. En la medio maratón, prueba reina, participaron unos cincomil corredores que podrían haberse quedado en casa, pero decidieron aprovechar el sol de la mañana después de una semana gris y un sábado aún lluvioso.
La mayoría de las sonrisas iniciales se quedaron por el camino, convertidas en muecas, pero reaparecieron en meta, agrandadas de alivio. Porque en la llegada pasó un poco de todo: quien daba las últimas zancadas acompañado por las primeras de sus hijos, la pareja que decidía firmar el reto cumplido con un abrazo apasionado, los que lloraban de alegría, hubo hasta quien besó el suelo antes de caer extenuado por el esfuerzo.
Corredores, entrenadores, parejas y familias se reunieron en Baiona y allí celebraron el reto cumplido y hasta algunos se dieron el primer baño del año, relajando sus músculos en el agua fría.
La victoria femenina se quedó en Vigo. A Carmela Cardama le bastaron 1 hora, 18 minutos y 10 segundos. Eso sí, con un poco de sufrimiento al final, reconoce la atleta.
«Era la primera vez que corría la Vig-Bay, y me gustó un montón el ambiente y encontrar a tanta gente conocida corriendo y animando», celebra. Ahora su objetivo es seguir entrenando y disfrutar del atletismo sin la exigencia a veces tan ingrata que conlleva el atletismo profesional.
La segunda mujer en meta fue Eva Piñel. Se encontró tan bien hoy como para saltarse el plan de carrera desde el primer kilómetro. Su mejor liebre hoy, Ivo Maseda, le tuvo que decir basta unos kilómetros antes de meta. Pensaba que se le había metido una piedra en el zapato: solo era una ampolla más grande que su pie. Solo le hicieron falta 1 hora, 19 minutos y 59 segundos que ahora le llenan de confianza para sus próximas carreras. Lea Breinholt Moeskjaer fue tercera.
Prueba masculina
En cuanto a los hombres, el joven portugués Rubén Pires fue el primero en superar la línea de meta, superando así a todos los demás. Tardó 1 hora 8 minutos y 27 segundos, tras vencer al sprint a Hugo García. Fue tercero Manu Lorenzo.
Así narra Hugo García la carrera: «Empezó un poco lenta, hasta que Manu metió un cambio brusco al que solo contestó Pires, y Jorge Puig y yo les seguíamos más calmados por detrás. Luego fue Pires el que empezó a meter cambios como un enfermo, y yo apreté los dientes como pude pero ya sabía que me iba a ganar».
Aún así, lo intentó hasta el final, porque no vende barata su piel, «pero Pires iba sobrado», reconoce. Comparado con los trails en los que ha participado últimamente, la Vig-Bay «se lleva mejor», aunque al final tuvo ocasión de sufrir hasta vaciarse una vez más.
En realidad, pocos corredores lo hicieron hoy tan bien como se esperaban, pero todos escucharon el cariño de los aplausos al pasar y todos consiguieron su medalla, y a cada uno le sabe diferente porque tiene su propia historia que le ha llevado hasta aquí.
Vig-Bay, una penitencia
En el caso del que escribe, la carrera resultó más bien en penitencia, porque mis piernas decidieron por sí solas. Primero, que no podían ir tan rápido. Después, que no querían seguir corriendo. Y no les valieron ni los demás atletas que empujaban hacia delante, ni el consuelo de las bajadas y los avituallamientos.
Cuando ya me había retirado, en el kilómetro 15, me sentía frustrado, pero como uno madura con los años no me dediqué a escupirle a los pájaros. Solo eché a caminar y disfruté del paisaje que me estaba perdiendo, que te pierdes cada día en el que decides encerrarte en casa en vez de atreverte a aceptar un reto como este.
Luego eché a correr muy suave porque la meta seguía lejos y andando no llegaba a comer, pero me pareció ver a un amigo y aceleré hasta adelantarlo para intentar ayudarle. Y fue bonito poder compartir la alegría de su satisfacción.
Pero esta historia termina de forma extraña por el momento, dándome la vuelta en meta después de correr 20 kilómetros, porque al retirarme había atajado y sería hacer trampas. Ya me está esperando, a mí y a otros cincomil más, para la próxima vez.