Durante años, el cine y las series se han rodado en estudios verdes llenos de marcadores y puntos de referencia para que luego, en postproducción, aparezcan mundos enteros generados por ordenador. Sin embargo, eso está cambiando a pasos acelerados con una herramienta que suena a algo técnico, pero que tiene una presencia cada vez más fuerte en la industria del entretenimiento: la fabricación de pantallas LED para producción virtual.
No es casualidad que las grandes producciones estén virando hacia esta tecnología. Lo que antes era un fondo verde genérico ahora se ha convertido en un muro de píxeles que proyecta entornos en tiempo real. Y eso lo cambia todo. El actor ya no necesita imaginar que está en una galaxia lejana, porque literalmente lo está viendo frente a sus ojos. La iluminación se comporta de forma natural, los reflejos son reales y el trabajo del director de fotografía se vuelve más intuitivo.
¿Qué hace diferente a una pantalla LED usada en producción virtual?
No hablamos de una televisión grande ni de un panel cualquiera. La fabricación de pantallas LED específicas para producción virtual tiene sus peculiaridades. Una de ellas es la tasa de refresco, que debe ser altísima para que la cámara no capture parpadeos. Otra es el rango dinámico de color, que debe ser lo bastante amplio para simular diferentes momentos del día o condiciones atmosféricas sin perder naturalidad. Y, por supuesto, la capacidad de sincronización con los movimientos de cámara: esto permite que el fondo proyectado se desplace con coherencia, dando la ilusión perfecta de profundidad.
Además, hay que tener en cuenta que no se trata de una única pantalla. Lo habitual es construir una especie de cueva semicircular con varias pantallas LED que rodean la escena y, a veces, incluso hay una en el techo. Todo esto se controla con motores gráficos como Unreal Engine, pensados originalmente para videojuegos, pero que han demostrado ser igual de eficaces para generar entornos hiperrealistas.
Más barato que volar un equipo a Islandia
Uno de los motivos por los que los estudios están apostando por esta tecnología es económico. Rodar en localizaciones reales es caro, lento y logísticamente complicado. Con un set de producción virtual, puedes grabar una escena en el desierto por la mañana y, sin moverte, tener una secuencia en mitad de una tormenta de nieve por la tarde. Todo con la misma cámara, los mismos actores y sin salir del plató. No solo se ahorra en desplazamientos, sino también en imprevistos: no hay que suspender el rodaje porque llueve o porque un avión sobrevuela el set.
Eso no significa que el trabajo se reduzca. Al contrario, cambia de sitio. El esfuerzo se traslada a la preproducción. Hay que diseñar los entornos con precisión milimétrica, pensar la luz antes de grabar y planificar los movimientos de cámara con antelación. Pero ese control extra se traduce en resultados más consistentes.
El reto de lo invisible
Lo curioso es que todo este despliegue tecnológico tiene como objetivo pasar desapercibido. Cuando ves una escena rodada con LED para producción virtual y no lo notas, es cuando mejor está hecho. La integración debe ser total. Si el espectador se da cuenta de que lo que hay detrás del actor es una pantalla, entonces algo ha fallado. Por eso, no se trata solo de tener el equipo más caro o las pantallas más grandes: también hace falta talento técnico y artístico para que todo encaje.
Además, el trabajo de la cámara cambia. En lugar de buscar el encuadre perfecto y luego añadir el fondo en postproducción, ahora hay que tenerlo todo definido desde el principio. La luz real del set se mezcla con la que emiten las pantallas, lo que requiere una planificación mucho más precisa. Los directores de fotografía están aprendiendo a trabajar con esta nueva herramienta como si fuera un tipo de iluminación más, con sus reglas y posibilidades.
No es solo para Hollywood
Aunque lo más vistoso suele llegar de grandes producciones, cada vez hay más ejemplos de uso en publicidad, videoclips o eventos en vivo. Algunas marcas están experimentando con pequeñas instalaciones para simular localizaciones sin moverse del estudio. Incluso hay quien ha creado mini sets móviles que se alquilan por horas para sesiones de fotos o vídeos promocionales.
La clave está en que, a medida que la tecnología madura, se abaratan los costes y se amplían las posibilidades. Ya no es necesario tener un presupuesto de superproducción para acceder a este tipo de recursos. Lo que antes estaba reservado para un puñado de estudios punteros, ahora empieza a estar al alcance de pequeñas productoras con ideas claras y algo de formación técnica.