En todas las ciudades y poblaciones existen grafitis, algunos son realmente espectaculares por sus dimensiones y por su belleza. Ya no constituyen nada novedoso. Pero no todos los grafitis son de gran formato. Algunos son pequeños como el que se muestra en la fotografía y, sin embargo, están hechos con mucha imaginación y encierran mensajes trascendentes, siquiera para sus protagonistas. Te amo infinito, parece decir esa pequeña pintura realizada con colores básicos y formas sencillas e ingeniosas. Está en la pared de una calle secundaria, pero muy céntrica, de la ciudad de Vigo, y pasa inadvertido frente a los viandantes. Quizá ese amor ya no exista y sólo sea un recuerdo. O quizá todavía siga existiendo y entonces sirva como recuerdo de lo que fueron los comienzos. Esos grafitis son unas pequeñas obras que no deberían borrarse, como ocurrió con la que existió en su día en la viguesa Avenida das Camelias, cuando aún no se le había puesto ese nombre oficial y todo Vigo la conocía como decía una pintada en una gran piedra de lo que ahora es la calle actual: “Avenida de Beatriz”, una frase que encerraba una misteriosa historia romántica.