Se conoce como ley o leyes de Murphy a un conjunto de principios empíricos basados en el proverbio de que «si algo malo puede suceder, sucederá». Esta frase pesimista se aplica a todo tipo de situaciones, desde las más superficiales de nuestra vida cotidiana hasta otras más relevantes. No se trata de una ley científica ni de un teorema comprobable, tampoco nace con el objetivo de considerar que todo saldrá de forma negativa. Su intención es la de prever futuros desastres y tomar precauciones a tiempo.
El otro día, en el supermercado, una señora que estaba esperando en la cola, no paraba de mover su cabeza hacia las demás filas y observar cada cinco segundos el reloj de su muñeca. Su impaciencia hizo que finalmente se cambiara a la cola que menos gente tenía, sin embargo, enseguida se llevó un gran chasco al comprobar que de no haberse cambiado, hubiese sido atendida antes que su nueva opción. Un hombre que se encontraba cerca, al percibir su cara de frustración, le dijo: «es la ley de Murphy». La cajera, al escucharlo, confirmó que efectivamente este hecho pasaba muy a menudo. Todos hemos oído alguna vez este famoso enunciado, pero ¿de dónde viene y qué significado tiene?
El origen de la ley de Murphy se atribuye a Edward Murphy Jr., un ingeniero estadounidense que trabajaba en la Fuerza Aérea de su país en el año 1949. Durante las primeras pruebas en uno de los experimentos con cohetes sobre rieles, su asistente cometió un error que impidió realizar las mediciones. El científico lo reprendió con la frase: «si hay una forma de cometer un error, lo harás». De esta forma, la ley de Murphy mide la importancia de considerar todos los posibles errores antes de hacer una prueba, pues de lo contrario, sin importar la probabilidad, el error o errores se cometerán.
Se podrían citar muchas situaciones cotidianas relacionadas con la ley de Murphy como: cuando necesitas urgentemente imprimir un documento y la impresora no tiene papel o se queda sin tinta, cuando llaman al teléfono y al levantar el auricular la otra persona acaba de colgar, cuando necesitas con urgencia anotar algo y no tienes papel y/o bolígrafo o este no escribe, cuando se te cae algo diminuto como un anillo o pendiente y justo acaba debajo de la cama o en la esquina más complicada de la habitación, etc.
Además, más allá de ser un simple adagio, algunas de estas leyes cuentan con investigaciones y pruebas que hacen que ganen fundamento, por ejemplo, el caso mencionado anteriormente de que la cola en la que no estamos siempre es más rápida. Esto tiene una explicación matemática. Supongamos que hay cuatro colas y escogemos una al azar, hay un 25% de probabilidad de que la nuestra sea la más rápida, mientras que hay un 75% de posibilidades de que cualquiera de las otras tres lo haga. Otro elemento interesante es el caso del tráfico. Nos da la sensación de que siempre nos toca el carril lento, pero en realidad pasamos la mayor parte del tiempo en el mismo, además de ser adelantados por otros vehículos más veces de las que nosotros lo hacemos.
Otro ejemplo muy famoso es el de la tostada, esta siempre cae en el lado donde tiene untada la mantequilla.En 1995, el físico británico Robert Matthews se hizo la misma pregunta. Después de múltiples ensayos concluyó que no se trata de mala suerte, sino de física. La tostada que cae desde la mesa de manera accidentada solo tiene tiempo para dar media vuelta, pero no completa. Asegura que si las mesas midieran tres metros, probablemente este problema desparecería. Asimismo, es conveniente aclarar que la gente tiende a recordar más vívidamente las veces que se le cae la tostada por el lado que contiene la mantequilla, de ahí la impresión de que siempre caerá hacia abajo sin importar su probabilidad. También es muy conocido el caso de los calcetines, siempre van emparejados antes de entrar en la lavadora y de forma solitaria al salir. Este fenómeno universal que parece más bien algo misterioso, viene explicado por la teoría de probabilidades y combinatoria. Según Matthews, la pérdida aleatoria de calcetines siempre es más probable que cree el número máximo posible de calcetines impares. Es decir, si se pierde un solo calcetín se quedará suelto. El próximo que perdamos al hacer la colada será otro que tenga pareja. Por lo que quedarán dos calcetines desparejados, y así sucesivamente. Si se pierde más de uno a la vez, lo más fácil es que sean de pares diferentes. Tal y como explica el estadístico Victor Niederhoffer en un artículo publicado en Daily Speculation: «Si tienes 20 calcetines —10 pares diferentes—, después de perder el primer calcetín, las posibilidades de que el segundo deshaga otro par son de 18 sobre 19, frente a 1 par». Por ende, si no se compran pares nuevos para reponerlos, se corre el riesgo de acabar con un cajón lleno de calcetines desparejados.
En definitiva, no importa la creación o el origen de la ley de Murphy, ni siquiera si está dotada de evidencia empírica. Lo importante es su carácter de autoprotección que sirve para anticipar los errores que con probabilidad puedan cometerse.