Se cumplen hoy 1980 años del asesinato del emperador Calígula por parte de sus propios guardias pretorianos. Era el final de un reinado corto caracterizado por la crueldad, el derroche y la locura, que durante todo este tiempo ha sido magnificado hasta límites aún mayores que los del propio emperador.
Hoy en día es muy difícil saber cuánto hay de verdad en la historia de Calígula y cuánto de manipulación en su contra. Autores como Suetonio, Séneca y Filón escribieron una serie de crónicas muy detalladas acerca de los desmanes que solía cometer el joven emperador. Pero de paso aprovecharon para incluir algunas enseñanzas morales acerca de lo terrible que puede llegar a ser la corrupción del poder absoluto, de modo que ya no podemos saber hasta qué punto fueron realistas.
La figura de Calígula ha sido tratada a lo largo de los siglos como la de un enfermo mental, un psicópata, cruel, blasfemo y mujeriego, sin más límites que los que le ponía su imaginación. Toda Roma estuvo sometida a sus caprichos, que causaron dolor a mucha gente y provocaron la ira de sus ciudadanos, hasta que estos se cobraron venganza. Pero la realidad es un poco más compleja.
Nació en el año 12 de nuestra era (NE) como Cayo Julio César Augusto Germánico. Era nieto de Druso el Mayor, importante general romano que por sus éxitos militares en Germania había obtenido el sobrenombre de Germánico, además de ser hermano del emperador Tiberio. El hijo de Druso, llamado también Germánico, fue adoptado por Tiberio a la muerte prematura de su padre en el año 9 antes de nuestra era (ANE) y llegó a convertirse en un general laureado, como cuando recuperó dos de las águilas perdidas durante la terrible batalla de Teutoburgo. Por desgracia, Germánico también murió joven, en el año 19 NE, se dice que por culpa del gobernador de Siria, a quien acusaron de haberlo envenenado.
El joven Cayo Julio César Augusto Germánico creció tras los pasos de su padre y de hecho lo acompañó en algunas de sus campañas. Se hizo muy popular entre los soldados la imagen del niño del general, de solo dos o tres años, al que vestían con una versión pequeñita del uniforme y las sandalias o caligas de los legionarios romanos. Precisamente de este hecho surgió el apodo que recibió el niño: Calígula, algo así como «sandalitas». Ya de adulto, manifestó claramente cuánto odiaba ese apodo.
Tras la muerte de su padre, el joven vivió un tiempo con su bisabuela y otro con su abuela, para finalmente entrar a formar parte del séquito del emperador. Tiberio pretendía vigilarlo de cerca, igual que a su madre, Agripina la Mayor, nieta del gran Augusto. El emperador temía que madre e hijo supusieran un desafío a su poder y que buscaran aliados en su contra. Pero Calígula hizo por ganarse la confianza de Tiberio, sin que en ningún momento supusiera un peligro para el trono, de modo que, a la muerte del emperador en el año 37 NE, él fue nombrado heredero junto a su primo Tiberio Gemelo.
La muerte del viejo emperador también está rodeada de dudas. Depresivo, apático y con escaso interés por las tareas de gobierno, Tiberio había dejado un testamento por el que legaba el imperio a los dos primos, sobre todo gracias a la labor en defensa de Calígula que había realizado Nevio Sutorio Macrón, prefecto del pretorio y uno de los hombres de plena confianza del anciano. Cuentan las malas lenguas que Macrón había ganado el favor de Calígula al entregarle como amante a su propia esposa, Ennia Trasila, en el año 34 NE. Tres años después, según afirma los historiadores Tácito y Suetonio, Macrón envenenó a Tiberio y, en vista de que no moría, el propio Calígula lo asfixió con una almohada. Sin embargo, otros autores afirman que murió por causas naturales.
La primera acción del joven fue revocar el testamento de su predecesor, alegando locura, y eliminó así los derechos sucesorios de su primo. De ese modo, Calígula se hizo con todos los poderes de Roma a la edad de veinticinco años. El pueblo lo acogió con entusiasmo y él mismo fue muy generoso con el ejército, la guardia pretoriana y la plebe, otorgando enorme privilegios y celebrando fastuosos espectáculos de gladiadores que lo hicieron muy popular. De hecho, los gastos de los primeros tiempos de su reinado acabaron con las arcas públicas. Fiestas sin límite, derroche y aberraciones en un ambiente de lujo descontrolado y favores que se pagaban muy caros. Todos los nobles querían acercarse al nuevo emperador y formar parte de su círculo privado, cada vez más entregado a placeres aberrantes. Se habla de joyas despilfarradas con la comida y orgías sexuales con personas de ambos sexos. El Senado no tenía ni voz en voto en la conducta del emperador, que desde el comienzo se manifestó por encima de las leyes.
En octubre de ese mismo año 37 NE, Calígula sufrió una enfermedad por la que estuvo a punto de morir. No está claro qué tipo de enfermedad: unos hablan de epilepsia, otros de una especie de encefalitis o de una enfermedad venérea, y algunos simplemente la achacan a los excesos. Pero el caso es que, a partir de ese momento, el emperador empezó a comportarse de un modo mucho más errático y cruel. Ordenó la muerte de su primo, Tiberio Gemelo, alegando que había conspirado en su contra. Después retiró los privilegios que tenía su viejo aliado Macrón bajo la acusación de haber ofrecido sexualmente a su esposa ⸺de lo cual podía testificar él mismo⸺, lo que llevó a que el matrimonio terminara por suicidarse en el año 38.
La vida de lujos y gastos no tenía fin. Palacios formidables, navíos gigantescos, ropas suntuosas o espectáculos costosísimos. Amantes de toda clase y condición, bodas de las que luego se arrepentía en unos pocos días, violaciones y humillaciones diversas. Nada era imposible para un hombre que se consideraba él mismo un dios. Hasta llegó a convertir su palacio en un burdel y, según algunas fuentes, obligó a prostituirse a sus hermanas y mantuvo relaciones con ellas.
Uno de los ejemplos tradicionales de su actitud era la manera en que trataba a Incitatus, su caballo de carreras. Cuenta Suetonio que el animal dormía en unas caballerizas de mármol, comía en un abrevadero de marfil, se arropaba con mantas de color purpura ⸺color reservado a la familia imperial por su enorme coste⸺, bebía en copas de oro y se adornaba con collares de piedras preciosas. Calígula lo invitó a comer en su mesa y lo propuso para el cargo de cónsul, parece ser que a modo de burla por la ineficacia de los cónsules romanos, afirmando que incluso un caballo podría hacer ese trabajo.
Entre las víctimas habituales de las bromas del emperador estaba Casio Querea, tribuno militar de la Guardia Pretoriana, un veterano general con voz de pito, de la que se burlaba Calígula con frecuencia, llamándolo Venus y Príapo, para hacer ver su supuesta feminidad. En el año 41 NE, Casio Querea puso en marcha una conspiración en contra de Calígula. Antes ya habían tenido lugar muchos otros intentos de asesinato, pero sin éxito. Esta vez, en cambio, los guardias pretorianos apuñalaron al emperador en su propio palacio y luego acabaron también con su esposa y su hija. El único de la familia que pudo escapar fue Tiberio Claudio César, tío de Calígula.
Con su magnicidio, Casio Querea pretendía devolver el poder al Senado y restaurar la República, pero los resultados fueron justo los contarios. El pueblo y el ejército se levantaron en su contra, a pesar de lo mucho que habían sufrido por los continuos desmanes de Calígula, y apoyaron el nombramiento como emperador de Claudio. Este no tardó en ordenar la muerte de aquellos que habían causado la muerte de su sobrino y dio inicio a un reinado próspero, juicioso y tranquilo, sin ninguna parecido con lo que había sufrido Roma hasta entonces.
Es difícil elaborar un juicio global acerca del reinado de Calígula, teniendo en cuenta lo partidario de las fuentes que aún se conservan. Hoy en día sabemos que muchas de ellas lo retratan de forma exagerada con el fin de entregar una enseñanza moral que guiara los pasos de todos sus sucesores. Lo que parece que queda claro es que tampoco lo tuvieron muy difícil y que ese retrato que tenemos del emperador como un ser caprichoso, violento, manipulador y depravado no debió de estar muy lejos de la espantosa realidad.