Hoy se cumplen 404 años de la muerte de la princesa Matoaka, a la que muchos conocían como Pocahontas, Traviesa. Su vida, a pesar de las numerosas versiones que la han reinterpretado como un cuento de hadas, fue bastante trágica.
A comienzos del siglo XVII, los ingleses comenzaban a extenderse por la región norte del Nuevo Mundo. Su intención era obtener tierras que les aportaran riquezas y, de paso, poner en duda la hegemonía que hasta entonces mantenían los españoles y los portugueses. Su objetivo fue el territorio que se hallaba al norte de la Florida, del que hasta entonces no se sabía apenas nada.
El explorador toledano Lucas Vázquez de Ayllón había recorrido en 1523 la costa oriental de Norteamérica y, tres años después, había fundado la ciudad de San Miguel de Guadalupe, primer asentamiento europeo en la zona septentrional del continente y primer caso de esclavitud negra. Pero su desenlace fue terrible, con una mortalidad casi absoluta provocada por el hambre, las plagas y el ataque de los nativos. Los esclavos negros se levantaron en armas contra sus dueños y escaparon a la selva. Vázquez de Ayllón tuvo que desistir de mantener la colonia y retornó al sur, en un duro viaje que a él mismo le costó la vida. De los seiscientos hombres con los que había empezado su aventura, tan solo quedaron ciento cincuenta.
Hacia 1570, la Compañía de Jesús trató de levantar misiones en la región que el de Toledo había llamado bahía de Santa María —actual bahía de Chesapeake—, pero no duraron más que dos años. Los franciscanos también hicieron esfuerzos por localizarse allí, sin demasiado éxito.
A partir de 1584, el corsario inglés sir Walter Raleigh recibió el encargo de la reina Isabel I de explorar ese territorio y fundar una nueva colonia, que habría de llevar el nombre de Virginia en honor de quien todos conocían como «la reina virgen». De hecho, Isabel nunca se casó ni tuvo hijos, lo que hizo que, a su muerte en 1603, la corona pasase a manos de Jacobo VI de Escocia, que también sería desde entonces Jacobo I de Inglaterra e Irlanda.
Raleigh navegó por aquel entonces el ancho río que los nativos llamaban Powhatan, y que él bautizó, en honor a su monarca, como río James, nombre con el que todavía se le conoce hoy en día; y en 1607 fundó en sus orillas el asentamiento de Jamestown, que se convirtió en la primera colonia permanente inglesa en Norteamérica. Su magnífica localización en la llamada península de Jamestown —actualmente una isla, después de que el istmo que la unía al continente se deshiciera a comienzos del siglo XX— y en la ribera del James —una corriente fácil de navegar y que permitía el embarque de grandes mercancías— llevó la prosperidad a la colonia bajo el gobierno de la llamada Compañía de Virginia, un conglomerado de empresas privilegiadas por el rey Jacobo para hacerse con el comercio local. Su principal fuente de ingresos fue el cultivo de tabaco, que Raleigh popularizó en Europa. La ciudad creció, importó esclavos negros provenientes de África y añadió tierras cada vez más amplias con el fin de levantar nuevas plantaciones de tabaco. Eso llevó sin remedio al conflicto armado con los nativos locales.
En esa época, vivía en la región una gran confederación de tribus que incluía a unos quince mil nativos. La más poderosa de las tribus era la de los powhatan, que habían bautizado originalmente al río, y su líder era un poderoso cabecilla de nombre Wahunsonacock. En un principio, la relación entre nativos y colonizadores había resultado amistosa, y de hecho habían sido los primeros los que descubrieron el tabaco a los segundos, mientras que estos intercambiaban los cultivos por hachas y espadas de una gran manufactura. Pero la tremenda voracidad de los ingleses, con una tendencia cada vez mayor a extenderse por tierras que no les pertenecían, llevó a que Wahunsonacock desconfiara de ellos. Su principal interlocutor fue el gobernador de la colonia, un marino y aventurero de nombre John Smith, que había recalado en Virginia con el primer viaje de avanzadilla, después de haber luchado contra los turcos en Europa a sueldo del rey Enrique IV de Francia. Smith resultó inflexible en la política expansionista que llevaba a cabo su gente desde Jamestown, lo que provocó que los powhatan lo hicieran prisionero en 1607 y que lo condenaran a muerte. La única persona que habló en su favor fue la princesa Matoaka, hija de Wahunsonacock. Según la narración del propio Smith, la muchacha, de unos trece años en esa época, saltó delante de los suyos para defender al prisionero, pidiendo que fuera liberado. No existen más pruebas acerca del hecho aparte del testimonio del gobernador, e incluso este no se produjo hasta años después de que supuestamente ocurriera, lo que ha provocado que algunos expertos dudasen de su autenticidad. Otros opinan que sí que tuvo lugar, pero que no se trataba realmente de un ajusticiamiento, sino de una ceremonia ritual de la vida y la muerte en la que la propia Matoaka habría asumido un papel. De un modo u otro, las relaciones entre ambos pueblos mejoraron a partir de entonces y la princesa acudió en numerosas ocasiones de visita a la colonia. Fue en esa época cuando empezó a ser conocida como Pocahontas.
Sin embargo, es improbable que llegara a existir una relación amorosa entre ellos. Smith era un adulto de unos treinta años, mientras que la princesa no pasaba de ser una niña. Además, la cordialidad en Virginia duró poco tiempo y pronto estalló una guerra entre ingleses y nativos. El propio gobernador tomó como prisionero a uno de los cabecillas, Opechancanough, y las refriegas se volvieron continuadas. En 1609, Smith resultó gravemente herido por una explosión de pólvora y tuvo que ser repatriado. Nunca regresaría a Jamestown, y a la princesa le contaron la historia de que había muerto.
Alrededor de 1612, Pocahontas se casó con un guerrero powhatan llamado Kocoum, pero solo un año después fue capturada por los ingleses para establecer un intercambio con los prisioneros y armas que retenía su padre, el viejo Wahunsonacock. La situación se había vuelto realmente extrema. El líder de los powhatan aceptó liberar a los soldados ingleses que retenía, pero se negó a entregar las armas. Cuando sus enemigos amenazaron con matar a Pocahontas, Wahunsonacock renunció a ella y se mantuvo en sus trece.
Abandonada a su suerte, la princesa se convirtió al catolicismo y en 1614 se casó con un comerciante de tabaco viudo, el inglés John Rolfe, con lo que, a partir de ese momento, asumió el nombre de Rebecca. Un año después tuvo un hijo, Thomas Rolfe, en la época en que los conflictos armados desaparecieron por un tiempo y la vida en la colonia se hizo más pacífica. En 1616, los Rolfe viajaron a Inglaterra y entonces Pocahontas descubrió que John Smith seguía vivo. El antiguo gobernador escribió una carta de recomendación a la corte por la que la familia fue recibida por el propio monarca, que veía en ellos un ejemplo de coexistencia entre ambos pueblos.
Sin embargo, la joven, de unos veinte años, murió poco después en Kent y la enterraron allí mismo. Se cree que fue víctima de la tuberculosis y nunca pudo regresar a su patria. Los intentos posteriores para recuperar su cuerpo y devolverlo a Virginia han sido infructuosos. Existe una estatua dedicada a ella en Jamestown, esculpida por el estadounidense William Ordway Partridge.
Desde entonces, la historia de John Smith y Pocahontas ha dado pie a numerosas películas y se les considera figuras históricas de primer orden en Virginia. El episodio del salvamento del gobernador por parte de la joven indígena —que proviene de la carta de recomendación escrita al rey Jacobo— se ha considerado símbolo del amor entre culturas, sin que tengamos evidencia de que existiera algo así
La vida de Pocahontas fue producto de una época de colonialismo, guerra y mestizaje de la que proviene nuestra sociedad. Hoy en día preferimos quedarnos con el cuento de hadas, lo que sin duda es mucho más esperanzador que la cruda realidad de aquella época.