El sexto presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, ha remarcado este 14 de mayo en su toma de posesión, después de jurar el cargo, que es consciente de que tras «muchos años en la sala de máquinas», en este momento su papel es otro: «Me toca ahora subir al puente de mando».
El hasta la fecha vicepresidente primero del gobierno de Alberto Núñez Feijóo, que ha dejado el puesto para centrarse en el liderazgo nacional del PP, ha dicho ser conocedor del inicio de una «nueva etapa» y se ha emocionado al aludir a su padre José Antonio, fallecido y al que echa de menos -«si hoy estoy aquí es porque seguí su ejemplo y no sus consejos»-; a su madre Lola, que «todo lo entiende, todo lo ampara», y a su mujer, Marta, «el mejor refugio ante las decepciones», que haberlas, haylas.
También ha mentado Rueda a sus dos hijas, Beatriz y Marta, para él «el mejor recordatorio de que vale la pena trabajar por el futuro de Galicia»; así como a su partido, el PP, que le ha pedido que encabezase esta nueva misión en la que pondrá, tal y como ha subrayado, todo su «esfuerzo», «empeño» y «ganas».
Alfonso Rueda, que ha sido breve, de modo que el acto solemne no ha superado la media hora de duración, ha cargado contra el «adanismo», un «mal» en la política, y ha prometido estar a salvo de la «miopía del localismo», al igual que ha garantizado que no va a entrar en «colisión» con otros «elementos» o con «otras sociedades».
Ante la complicada realidad, ha recordado que «cuantas más incógnitas», mayor determinación, y que en su camino se guiará por un galleguismo conciliador e inconformista, términos que no encuentra incompatibles.
Este «hijo de Galicia», cuya larga trayectoria no «neutraliza» su emoción, más bien la «acentúa», ha hecho votos por mantener la estabilidad, la moderación y la unidad en los dos años que restan de legislatura.
De hecho, ha puntualizado que «gobernar desde la moderación es el mejor antídoto contra la intransigencia, las divisiones estériles o la polarización, que lastran la convivencia y que en otros lugares ya son una triste característica de la política».
Ha defendido Rueda su firme determinación de preservar Galicia de las tendencias de ruptura que en otros lugares se observan y de contribuir con «lealtad» al fortalecimiento de España y del proyecto común europeo.
«Jamás nos escudaremos en la pluralidad para ahondar en la disgregación, sino que la reivindicaremos como condición indispensable para la unidad», ha prometido.
Y ha saludado este pontevedrés a su tierra, «unida por la pertenencia, los afectos y el deseo de hacerla libre y próspera». «Aprecio y reivindico nuestro pasado», ha afirmado en otro momento de su alocución, y ha añadido acto seguido que tiene, con todo, los «pies firmes» en el presente «y ninguna de las dificultades de nuestra gente me son ajenas ni deben serlo jamás».
«Soy un hijo de Galicia al que Galicia encomienda que mantenga su unidad, su progreso y su bienestar», ha proclamado, y, en esa senda, «sin dejar atrás a ninguno de los nuestros, porque entonces ese avance sería incompleto».
Alfonso Rueda ha estado arropado en primera fila por su familia. Y, entre los invitados, ha contado con el conforto de su antecesor Alberto Núñez Feijóo, del expresidente del Gobierno Mariano Rajoy, de la vicepresidenta segunda del Congreso, Ana Pastor, y de sus homólogos de Madrid, Castilla y León y Murcia, Isabel Díaz Ayuso, Alfonso Fernández Mañueco y Fernando López Miras.
En representación del Gobierno ha acudido la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, diputada en la Cámara gallega antes de su desembarco en Madrid.