Después de dos años de ausencia, durante la pasada Semana Santa tuvo lugar la Feria Medieval de Monforte de Lemos, que incluyó mercado artesanal, recreaciones históricas, animación para pequeños y mayores y un disfrute largamente esperado que por fin tuvo su momento.
Monforte de Lemos atesora una historia brillante dentro de Galicia, tanto por la importancia de las aguas del río Cabe para templar las espadas de los guerreros celtas como por el valor defensivo del Mons fortis que erigieron los romanos o la influencia de la población judía durante la época medieval. Pero sin duda el gran despegue de la zona se debió a la presencia de la orden de San Benito en el monasterio de San Vicente del Pino y a la fundación de la ciudad en 1104 por decreto del conde Fruela Díaz y su esposa Estefanía Sánchez. Fruela era uno de los nobles más influyentes en la corte del rey Alfonso VI de León y además era sobrino segundo del Cid Campeador, por lo que aparece nombrado en el Cantar de mio Cid.
La Edad Media y Moderna fueron especialmente significativas en Monforte, sobre todo debido a la implicación de los condes de Lemos, el cardenal Rodrigo de Castro o la Compañía de Jesús. Un símbolo de esta época es el Colegio de Nuestra Señora de la Antigua, hoy en día más conocido como Colegio de los Escolapios, al que apodan El Escorial gallego por su estilo herreriano, que alberga un maravilloso retablo obra de Francisco de Moure, varios cuadros de El Greco y manuscritos incunables. En cuanto a Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII conde de Lemos, se recuerda su apuesta por las artes, ya que fue mecenas de Quevedo, Góngora, Cervantes y Lope, y por ello le fue dedicada la segunda parte del Quijote.
Monforte de Lemos sabe valorar su impresionante historia y sacarle valor, y por esto, desde hace años, celebra durante la Semana Santa su Feria Medieval, de la que ya se habían organizado diecisiete ediciones. Los trajes de época llenaban las calles al lado de los puestos de venta, las comparsas, las hachas y las águilas. Por desgracia, esta ilusión tuvo que quedar encerrada durante dos años debido a la pandemia, y en 2022 el Concello y la Diputación querían poner todo de su parte con el fin de recuperar una de las fiestas más sonadas de la ciudad. Y vaya si lo hicieron.
Durante los días 16 y 17 de abril, tuvo lugar la XVIII Feria Medieval de Monforte de Lemos, que incluyó un mercado histórico, grupos de música que recorrían las calles, bufones y trovadores, exposición de armamento y utensilios medievales, técnicas de labores e ilustración, forja, talla, scriptorium, espectáculos de cetrería, campamento infantil, prácticas de tiro con arco, magia, bailes, acrobacias y hasta el disparo de una bombarda del siglo XVI, que sirvió para dar comienzo a los actos. Se notaba en el ambiente la ausencia de dos años y las ganas de recuperar la fiesta, con el añadido de que ya no era obligatorio llevar mascarilla en exteriores ⸺fue justo la semana siguiente cuando se retiró también en interiores⸺. El hecho de que se celebrara durante la Semana Santa también fue muy provechoso para fomentar el turismo, lo que llevó a muchísima gente a sumarse a esta iniciativa cultural, lúdica, emocionante y divertida, que además potencia toda la fabulosa Ribeira Sacra.
Por supuesto, L y yo no podíamos ser menos. Teníamos las mismas ganas de visitar Monforte, recuperar la fiesta y compartir estos grandes momentos, que al final sentimos todos como una forma de reconquistar lo nuestro. Ya habíamos estado en la ciudad, pero no en su feria ⸺ya lo sé, un pecado del que había que resarcirse⸺ y quisimos ir con todo: vestimenta medieval y reserva en el Parador, que no estaba el día para volver en coche, sino para vivirlo plenamente. Además, el Parador Nacional de Monforte organizó una gran cena medieval que mereció muchísimo la pena y desde cuyo restaurante se pudieron ver a la perfección los fuegos artificiales de la fiesta.
El fin de semana resultó espectacular: caballeros, bufones, incienso, colgantes y bocadillos de chorizo. Arcos y flechas, cerveza, aves de rapiña, asado y vino. Hubo muestras de artesanía, cuerdas, flores y joyas. Hubo pan y dulces, embutidos, pulpo, empanada y bollos preñados. ¿Qué podía salir mal?
Y, al caer la tarde, un paseo junto al río, una copa y una conversación relajada. Unas fotos junto al puente para luego presumir en redes. Unas poses de época con los magníficos vestidos que habíamos comprado en Tienda Medieval y una noche de parranda y callejeo, que de todo eso llevábamos dos años de deuda y es una cura para cualquier mal.
Y el domingo, a seguir la fiesta, con más mercado, más espectáculo de fuego y más recreaciones históricas. ¿Esta feria podría durar para siempre? Yo, desde luego, sería feliz.
La Feria Medieval de Monforte de Lemos es un ejemplo de cómo aunar la defensa de la historia con la ilusión por el disfrute, en una ciudad que demuestra cómo se puede sacar partido a su orgulloso pasado. Recorrer sus calles es reencontrarse con el Medievo, conocer mejor de dónde venimos y vivir más plenamente la alegría del hoy. Y solo quedan dos ediciones para que esta feria pueda ser declarada de interés turístico gallego.
L y yo, por nuestra parte, esperamos estar ahí cuando eso suceda.