La historia de los modernos ordenadores personales se remonta al año 1981, cuando IBM lanzó al mundo su primer Personal Computer, lo que se conoce como PC. Aquel año de 1981 marcó un hito en el mundo de la informática porque, hasta aquel momento, la multinacional norteamericana estaba centrada en los grandes equipos, sólo asequibles para las grandes compañías.
El primer IBM – PC tenía unas características que hoy sorprenden: una caja del tamaño de un microondas actual, que era lo que aún se conoce como la unidad central. Aquel modelo sólo contaba con 128 Kilobytes básicos de memoria —ampliable a 256 Kb—, una o dos —enormes— disqueteras de 5 1/4 de pulgada, y un gran monitor de tubo monocromático en verde, porque el color era opcional e inalcanzable. Y el correspondiente teclado. En España, el primer IBM – PC se puso a la venta para el gran público en 1984, en una época en la que todavía no existía un estándar definido y por el que estaban compitiendo varios sistemas sin ninguna conexión entre ellos, como Apple, Olivetti, Commodore, Atari, Hewlett-Packard, y una larga lista, cada uno con su propio sistema operativo.
Las entidades bancarias y la fábrica de Citroën fueron las primeras en informatizarse en la ciudad de Vigo con esos primeros IBM – PC. Aun cuando algunas ya disponían de equipos informáticos de gran volumen, como el IBM – AS400, y para ellos existían unos puestos de trabajo que se llamaban “perforistas”. Su trabajo consistía en preparar las fichas perforadas que “leían” esas máquinas de gran tamaño. Las personas “perforistas” tecleaban en una gran máquina las instrucciones que les pasaban los programadores en papel, y ese aparato perforaba las casillas equivalentes a cada linea en cada una de las tarjetas. De ese modo, cada tarjeta equivalía a una única línea de instrucciones y luego el conjunto de las tarjetas tenían que colocarse totalmente ordenadas para que el equipo no se bloqueara al leerlas. Precisamente, la fotografía muestra dos de esas tarjetas en las que se pueden observar los orificios adecuadamente situados. Con los años, la tecnología informática fue avanzando, las tarjetas quedaron en desuso, y todo eso conllevó la desaparición del trabajo de “perforistas”.
Curiosamente, en aquellos años, el alumnado de los ciclos formativos de Administración era llevado a visitar una vez al año alguna empresa en la que funcionaba el IBM – PC, para que se sorprendieran de la capacidad de trabajo y de la velocidad de la máquina, unas máquinas que utilizaban lenguajes como el Cobol, el Fortran IV o el Basic, fundamentalmente.
Con los años, la informática fue haciéndose un hueco en todos los órdenes de la vida y El Corte Inglés tampoco perdió la oportunidad de dedicarle una sección donde podían verse todo tipo de máquinas: Olivetti, Spectravideo, Philips MSX, Spectrum, Amstrad y un largo etcétera. Todos ellos con unas características que hoy provocarían la risa, sin olvidar que algunos necesitaban la conexión al televisor de casa porque carecían de monitor. La información se guardaba en cintas magnetofónicas de casete, cuya lectura era lenta y muchas veces fallida, con ruidos característicos formados por extraños pitidos. En cambio, los discos eran de 5 1/4 de pulgada y silenciosos, y comenzaban tímidamente los de 3 1/2 pulgadas. El disco duro (HD) era un auténtico lujo que tardó en aparecer, como muy poca capacidad al principio. Y los monitores en color también eran inasequibles. Así era que los ordenadores se vendían a plazos porque su precio, en aquel momento, era bastante elevado.
En muchas empresas de Vigo, igual que en otras ciudades, las operaciones de contabilidad, de facturación y de nóminas eran totalmente manuales, y el ordenador fue ganando su sitio, sobre todo el PC, y eso cambió el modo de llevar la contabilidad, el estocaje, la facturación y las nóminas. Una de las cosas realmente importantes de ese primer IBM – PC es que consiguió establecer un estándar en el sistema operativo, el MS-DOS (Microsoft Disk Operation System – Sistema operativo de disco Microsoft), que al principio competía con otros que terminaron perdiendo la batalla, como por ejemplo el CPM. Y el disco, como soporte de información, fue desbancando a la cinta magnética. Así las cosas, en todo el mundo comenzaron a proliferar las empresas dedicadas a la venta de ordenadores, a la enseñanza de la informática básica, y a la venta de los primeros juegos, todos ellos muy sencillos y centrados en matar marcianos o en jugar al pimpón, a la venta de aplicaciones de proceso de texto como WordStar —luego vino el WordPerfect y después el Microsoft Word y el paquete Office—, de las hojas de cálculo como el Lotus 123, y más tarde las bases de datos como Dbase III.
Hoy no se concibe ninguna empresa ni pequeño comercio que no disponga de ordenador y de programas de gestión, aunque sean básicos. En casi todas las casas existe algún ordenador, ya sea portátil o de sobremesa. La informática ha ido evolucionando y aquellos primeros equipos han pasado a formar parte de unos tiempos heroicos y ya olvidados, porque cualquier teléfono móvil actual supera ampliamente las posibilidades de aquellos primeros equipos. Recuerdo que cuando la Caja de Ahorros Municipal de Vigo inauguró las instalaciones de la Rúa López Mora, en Vigo, para albergar su ordenador central, le pedí a un gran amigo que trabajaba allí que me lo enseñara. Después de complejos trámites de seguridad que me recordaban las películas de espías en las que era preciso identificarse antes de traspasar cada puerta, aunque estuviera a pocos pasos de la anterior, llegamos a una balconada que circundaba una enorme sala donde estaba el ordenador central que yo imaginaba enorme. Y allí me encontré con una caja de un tamaño bastante discreto, de un tamaño mucho más pequeño que el de un coche utilitario tipo 600 o Mini, y me explicaron que habían construido aquel edificio con aquella sala enorme pensando en que el tamaño de los ordenadores iría aumentando de modo proporcional a su capacidad, sin embargo, la evolución había sido al revés, por eso la sala estaba prácticamente vacía de aparatos, salvo las terminales.