Comencemos por los orígenes. ¿Cómo empezaron la colección y el coleccionismo en tu vida?
Yo no era coleccionista, ni mucho menos de microscopios, los conocía, naturalmente, por mi oficio, acostumbrando a trabajar con ellos. Mi primer contacto con el mundo del coleccionismo de microscopios surge en 2000. Yo estaba trabajando en colaboración con la universidad de Harvard. Mi mujer, Estrella Pallas, y yo descubrimos entonces un protozoo procedente de las garrapatas de los perros. Era un estudio de gran interés en el ámbito estadounidense, porque la variante de allí afectaba a los humanos, transmite la babesiosis. Es usual ante hallazgos de este tipo, ponerle nombres propios latinizados, y pensé en bautizarlo en este caso con el de mi profesor, Andrew Spilman. En un encuentro con él, en modo de agradecimiento me regaló un microscopio, de Bauch & Lomb. Tampoco le di excesiva importancia más allá de agradecer el detalle, a ese primer microscopio. Era, además, muy aparatoso, pesaba unos 5 kilos, hasta supuso un cierto engorro para el viaje de vuelta.
Años después, a través de conocer el mercado de Internet, eBay, las ventas de microscopios antiguos, la diversidad de modelos que existe (Culpeper, Cary-Gould, Cuff, etc.) me fui iniciando, interesando más en este mercado y adquiriendo piezas. (Bajo estas líneas, el microscopio de Leeuwenhoek)
¿Cuántas piezas atesoras ya en tu colección?
Uf, no estoy del todo seguro… 200, algo más. Una colección diversa y de todas las épocas. (Al final de estas líneas os mostramos una galería con cinco de ellos).
Y ahora esa interesante colección ha adquirido unas dimensiones extraordinarias con la adquisición del microscopio de Antony van Leeuwenhoek ¿Cuál es la historia de este microscopio?
Apareció en los canales de Delf. En los años ochenta se empezaron a drenar para limpiarlos, los canales eran un foco de lodos que fueron llevados a un parque, que actualmente es uno de los más conocidos de esa ciudad. Pero aquellos lodos “atesoraban” innumerables restos de la antigüedad, en los canales terminaban los residuos y basuras de los vecinos, toda clase de objetos. No es extraño encontrar en el parque, en este sentido, a gente con detectores de metal para ver si encuentran monedas antiguas bajo tierra. Antony van Leeuwenhoek era natural de Delft, donde nació en 1632 y donde también vivió hasta su muerte (1723). Se trataba de un vendedor de paños, telas, así que parece muy probable que su microscopio, por cualquier avatar, pudiese haber terminado en esos lodos. Y así sucedió.
¡Una curiosidad!, Leeuwenhoek era vecino del pintor Johannes Vermeer, y en los cuadros del artista en dos ocasiones lo pinta (El cuadro denominado «El geógrafo» –Städel Museum, Franckfurt Main- y «El astrónomo» –Museo del Louvre, París-).
Antony van Leeuwenhoek es entonces el autor del microscopio…
Por oficio, para contar los hilos de los paños, pero también por afición, Antony van Leeuwenhoek construyó su propio microscopio. En su vida había hecho un único viaje, a Londres, donde adquirió un libro de Robert Hooke, autor de uno de los primeros microscopios simples, un libro de 1664 [“Micrographia: or Some Physiological Descriptions of Miniature Bodies Made by Magnifying Glasses”], que fue la base para los trabajos de Leeuwenhoek. Él mismo fabricaba artesanalmente los microscopios, soplaba el vidrio y lo pulía meticulosamente hasta conseguir la curvatura necesaria para ampliar. Su microscopio consigue ampliaciones de hasta 300 aumentos. ¡Estamos hablando de un objeto del siglo XVII! Date cuenta de que con los microscopios actuales, la rutina de las muestras de un laboratorio suele hacerse con 400 aumentos. Los hay evidentemente de más aumentos, pero pensar que van Leeuwenhoek consiguió artesanalmente un objeto del tamaño de un dedo meñique capaz de lograr aumentos de 300 es increíble. Con él observó el espermatozoide por vez primera, los glóbulos rojos, los protozoos, y las bacterias de su propia boca (de ahí que es considerado el padre de la microbiología y parasitología). De hecho, gracias a este microscopio llegó a acercarse al concepto de esterilización: una de sus muestras habituales eran, como te decía, las bacterias de la boca. Sin embargo, aficionado al café muy caliente, comprobaba que tras tomarlo por las mañanas las muestras carecían de bacterias.
Es muy interesante saber que no estamos hablando de un científico. En este sentido su método fue además muy curioso, porque recogía todos sus logros en un diario. Por ejemplo, para observar el esperma, dejó constancia de que lo hacía tras la realización del acto marital con su mujer. Hay que entender la época y el lugar, la religiosidad tan presente en los Países Bajos de su tiempo… Por todo ello este microscopio es un objeto de incalculable valor, del que en todo el mundo solo constan nueve copias más, y ninguna autentificada en el grado de la mía.
¿Cómo te haces con tu ejemplar?
Casi de casualidad. Como te decía, estoy ya habituado a consultar las páginas profesionales y el portal de subastas eBay, donde en ocasiones adquiero mis ejemplares en subasta. Bien, una noche de insomnio decidí relajarme navegando por páginas relacionadas con los microscopios, y me entretuve buscando microscopios y también otras piezas que llevo a restaurar a Rafael San Marcial, el restaurador vigués que ha trabajado mis microscopios cuando necesitaron ser restaurados. Y en Ebay encontré esa noche un lote. Era un lote que comprendía objetos de dibujo: un compás, un tintero con su pluma, y también un escarificador, pinzas, monedas de plata… y en medio, el microscopio. Su punta estaba doblada, por lo que me dio la sensación de que el dueño del lote, un chamarilero, lo interpretaba como un útil más de dibujo. Pujé por una cantidad módica sin pensar que estuviese adquiriendo nada de importancia, ya que inicialmente estaba convencido de que era una réplica.
Al día siguiente, en el laboratorio, hablando con Jesús Bandín, mi socio y buen amigo, le enseñé el lote, en la gran pantalla de ordenador que manejamos. Allí, al aumentar el tamaño de la imagen y verla con claridad, noté algo, tuve una sensación de que aquel objeto en medio de un lote diverso podía ser un microscopio interesante. El de Leeuwenhoek. Pero pensar que un original pudiese aparecer así era una posibilidad entre miles. En principio tenía claro que era un microscopio del estilo del de Antony van Leeuwenhoek, pero pensar que fuese auténtico, no: podría decir que había un bajísimo tanto por ciento de posibilidades de que lo fuese. Pero tenía la duda, así que llamé directamente al dueño del lote, y le ofrecí 1.500 euros e ingresárselos inmediatamente a un número de cuenta. El vendedor aceptó, el lote ya me pertenecía legalmente.
Hablemos si te parece del proceso de autentificación, cómo descubres que finalmente tienes un original, uno de una importancia incalculable.
Cuando el microscopio estuvo en mi mano (no sin bastantes avatares, incluida una supuesta pérdida del propio objeto por parte del vendedor, que resolví con la acción legal de un equipo de abogados londinense), lo primero que hice es llevarlo a Restauraciones San Marcial, donde Rafael realizó unas mínimas y delicadas pruebas de observación, y dedujo que su tornillo era original, labrado a mano, y por tanto que la pieza podría ser original, o cuanto menos, antigua.
A partir de este primer atisbo, contacté con Brian Ford, profesor de la Universidad de Cardiff, el mayor experto mundial en el Leeuwenhoek y sus microscopios. Él realizó durante cuatro meses exámenes y pruebas científicas, metodologías contemporáneas con las que comprobó la autenticidad de mi microscopio (microscopia electrónica de barrido, técnicas de difracción de rayos X, etc). Unas pruebas que, de los atribuidos a Leeuwenhoek, solo el mío ha pasado, y además dichas pruebas arrojaron resultados positivos. Ya no hay duda de la autenticidad del objeto. Es más, como la lente tiene pequeñas micro roturas, ello indica que se trata de un microsopio usado, utilizado para la observación de muestras. Una réplica para un museo o exposición no presenta, lógicamente, desgastes ocasionados por el uso.
La colección tiene un valor inmenso, es un patrimonio que arroja luz sobre la ciencia y la cultura desde la Ilustración.
Sí, es interesantísima a varios niveles. Tiene un gran potencial: excursiones escolares, público general interesado, público científico… Por ejemplo, hay microscopios que sobrevivieron a la segunda guerra mundial, a bombardeos, porque las fábricas de estos objetos escondían fábricas de armamento bélico nazi. Cada microscopio en el fondo tiene su historia, y hablan de la Historia. Y por supuesto, de ciencia, y de naturaleza. Tengo un original similar al que usó Darwin en su viaje en el Beagle. Incluso, de la polémica que se originó en su momento con su Teoría de la evolución, tengo un microscopio que posee una platina sujeta por un simio, una ironía sobre Darwin (este mismo tipo de microscopio sería copiado como logotipo de las botellas de Anís del Mono).
¿Es una colección muy variada?
Totalmente, si hacemos un paralelismo con la historia del arte, sería como tener una muestra de cada estilo artístico. Te puede faltar un Renoir, pero tienes otro ejemplo de impresionismo. Mi colección abarca todos los “géneros”, todos los tipos de microscopios que se han dado a lo largo de la historia. Y adquiere un mayor sentido con el hallazgo final del microscopio de Antony van Leeuwenhoek.
Claro, con la adquisición del Leeuwenhoek la colección adquiere un valor mucho mayor.
Incalculable, es una pieza única e histórica. El último ejemplar comprado en subasta se vendió por medio millón de dólares en el año 2009. Pero sobre todo hay que entender que su valor no lo otorga el dinero que ha costado uno similar en una determinada puja. Este hallazgo va más allá de lo económico.
Es valor cultural, va más allá del “parné”, estoy de acuerdo. Creo que estás en proceso de publicar un catálogo sobre la colección, ¿qué puedes contarnos al respecto?
Así es, y está muy avanzado. Es un libro que quiero editar con un formato muy lujoso, como se edita una tesis. He realizado una selección de unos sesenta microscopios que ya ha fotografiado un fotógrafo profesional, tengo el texto prácticamente terminado. Va a ser editado en inglés porque lo quiero presentar internacionalmente, en las diferentes exposiciones a las que acuda.
¿Qué expectativas tienes para la colección ahora, en cuanto a exponerla al público?
He recibido ofertas para exponer el Leeuwenhoek. La primera que se va a materializar será una exposición en París, en la sede central de la Unesco, con motivo del año internacional de la luz, este 2015. Se va a exponer allí durante tres días. También desde Quatar están muy interesados, pues quieren mostrar al mundo la figura de Alhacén (El Cairo, 965–1040), el considerado padre de la óptica, autor de un libro excepcional sobre el tema, Opticae Thesaurus. De ahí que les interesa mucho mostrar el salto cualitativo en la óptica, el microscopio de Leeuwenhoek.
¿Qué requisitos pides para exponer tu colección o concretamente el ejemplar de Antony van Leeuwenhoek?
La única exigencia es la seguridad y las condiciones de conservación. He sufrido ya una mala experiencia, exponiendo en unas condiciones que no son adecuadas, sufriendo las piezas humedades, incluso caída de agua directa sobre las cajas. Además de seguridad y conservación, el van Leeuwenhoek solo lo manipularé yo, yo lo llevo y lo recojo.
Y además de exposiciones temporales,¿ te gustaría que pudiera exponerse permanentemente, y en Vigo?
Por supuesto, sí, siempre con las mismas condiciones: seguridad y conservación. Sin duda me gustaría que la colección fuese expuesta en mi tierra.
Pues ojalá, sería una magnífica noticia poder apreciar tu fabulosa colección como un patrimonio conseguido por un vigués y que se valore y disfrute en la ciudad. Con este deseo acabamos la entrevista, muchas gracias por tu tiempo y atención.