Además, Dinguilindín también es famosa por las rosquillas y por los melindres. Pero es preciso añadir que también eran memorables las natillas que hacían de encargo, y sin olvidar el ‘pastelón’, al que corresponde esta fotografía que se acompaña: una tartaleta grande y redonda de hojaldre que va rellena de crema pastelera —-también la hacen de nata—-, y sobre ella otra tartaleta similar y también rellena, pero de menor tamaño, y ambas recubiertas de azúcar glas, frutas escarchadas y guindas; una especie de castillo de hojaldre relleno de crema pastelera —-o de nata—-, y decorada con azúcar glas y frutas escarchadas.
Pero lo mejor de Dinguilindín siempre ha sido el trato amable y cordial de Rogeliña y Marujita, de las que siempre he guardado inolvidable recuerdo desde mi niñez, cuando las conocí a través de mi familia de Ponteareas. Fueron Rogeliña y Marujita las que precisamente me explicaron el origen del curioso nombre de la pastelería. Se debe a su abuelo, que trabajaba en la fábrica de Garra, en Ponteareas, dedicada al curtido. Él era el encargado de tocar la campana de entrada y salida de los obreros y todos lo conocían por el sobrenombre de Dinguilindín. Luego se casó con su abuela, de tradición pastelera, y el oficio se ha ido transmitiendo de padres a hijos.
Como digo, siento mucho la pérdida de Rogeliña y estoy seguro de que muchas personas también lo sentirán del mismo modo. Ahora serán los más jóvenes de su familia los encargados de recoger el testigo y de continuar manteniendo esa pastelería como una de las mejores de Galicia.