La masonería ha sido el guardián de consideraciones filosóficas que han sobrevivido a guerras, a intrigas y a crueles y sanguinarias persecuciones, e incluso al propio paso del tiempo. En sus filas se encuentran personas de todo tipo con independencia de sus creencias religiosas, de tendencias políticas —siempre y cuando sean democráticas—, de su clase social o económica, de su raza y, actualmente, de su condición sexual. Se trata de una auténtica hermandad cuyo origen se pierde en las páginas de la historia. Sus fines son altruistas y prima la formación humana y espiritual dentro de una armonía universal. Pero esta orden fraternal ha sido utilizada en ocasiones para medrar apoyándose en la ayuda desinteresada —en teoría— de unos miembros con otros, lo cual ha motivado la expurgación de quienes no son dignos de militar en sus filas. Los verdaderos masones son discretos y no actúan con fines personales, pero forman un conjunto con importante influencia. Sus lugares de reunión se denominan logias y están repartidas por todo el mundo, en los lugares más inesperados, pasando inadvertidas a los ojos del gran público. Quien quiera ver una de ellas perfectamente conservada puede hacerlo en la ciudad de Salamanca. Está llena de símbolos cuyo significado escapan al profano. Pero en otras ciudades también han existido —y existen— logias similares. Sin embargo, una larga etapa en la historia de España cubrió con un tupido velo las actividades de la hermandad, que fue perseguida como un importante enemigo del régimen franquista. En la actualidad la masonería revive con una actividad que sigue siendo prudente, democrática y discreta, como un ave fénix que nunca ha llegado a extinguirse. Y una buena demostración de aquella persecución es esta imagen, tomada en el cementerio civil de Ponteareas. En ella puede observarse una alegoría masónica relativa a quien yace bajo la lápida, sin duda, una persona demócrata, generosa, y con una visión universal donde cabe la tolerancia y el perdón. Por suerte, la lápida pasó inadvertida a los ojos de la censura franquista y hoy ya forma parte de un patrimonio histórico funerario.