A la puerta de una casa rural en la parroquia de Donón, en Cangas esperan Gloria y Sara una llamada de Juan Padín, capitán del ‘Villa de Pitanxo’, el barco con base en Marín que naufragó esta madrugada en aguas de Terranova (Canadá), y de Eduardo Rial, uno de los tripulantes.
Eduardo es el novio de Sara y también el hijo de Gloria, la cual es, a su vez, hermana de Juan; y tanto Juan como Eduardo son dos de las tres personas rescatadas con vida de una tripulación de 24 miembros (siete muertos y catorce desaparecidos). “Muy doloroso, muy doloroso”, murmura a las puertas de su casa Gloria, que a primera hora de la mañana pensó que se había quedado sin hermano y sin hijo.
“La primera impresión fue muy dolorosa. Me llamó mi sobrino diciéndome que había naufragado el barco donde iba mi hijo. Yo le dije que no podía ser porque fue un dolor muy grande, muy grande”, relata a Efe.
Tras esa primera noticia, Gloria y Ana comenzaron a hacer llamadas, primero a la oficina, luego al armador, pero no fue sino hasta que recibieron un telefonazo de otro hermano de Gloria y Juan Padín, también marinero, que supieron que había tres supervivientes y que dos de ellos eran Juan y Eduardo.
“No supimos nada más. Sólo que un helicóptero los llevó al hospital. Y no sabemos ni en qué hospital. Sabemos que están ingresados, y están con una hipotermia muy grande. Que están bien, o bien de aquella manera, porque aquellas aguas de Canadá son un congelador, y el aire también, y no sabemos el tiempo que estuvieron en la balsa”, continúa Gloria.
“Estamos esperando buenas noticias, nada más. Pero no podemos dejar de pensar en cómo estarán los demás. Estoy muy triste y muy dolorida. Sólo quiero que vuelvan para casa que es lo más importante”, asegura.
A su lado, Sara recuerda que se comunicó con el hijo de Gloria, su novio Eduardo, a las 4:30 de la madrugada: “Me escribió que iba a trabajar y que hacía muy mal tiempo, y ya por la mañana nos enteramos de esto”, relata.
“Doy gracias que están vivos, pero lo siento por el resto de las familias, lo deben de estar pasando muy mal, como lo pasé por la mañana pensando que él no volvía a casa. Por lo menos nosotros ahora tenemos la certeza de que van a volver”, se explaya Sara, quien relata que habla con Eduardo a menudo y siempre que puede a través de WhatsApp, pero que ahora espera “una llamada para al menos oírlos y que nos digan algo”.
Durante la conversación, Sara no deja de pensar en las familias y allegados de los fallecidos o desaparecidos, pero también en lo mal que lo han de estar pasando los supervivientes. “Ver morir a sus amigos, a sus compañeros, son cinco años los que llevaban trabajando juntos y quieras o no, como decía Edu: mis amigos son mis compañeros de trabajo, mi familia”, explica.
“Son muchos meses los que pasan juntos. Viven más con ellos, con nosotros están en casa 15 días pero con ellos se tiran más de dos meses seguidos. Y tiene que ser un golpe muy duro para ellos. No sé si se repondrán”, concluye.