Hafdallah Menni es uno de los psicólogos especializados que atiende a los familiares de los tripulantes del «Villa de Pitanxo», el barco hundido el pasado martes en aguas canadienses, y, como experto en la gestión de catástrofes, dice que esta tragedia marítima «a nivel social es muy difícil de digerir».
En el caso de los directamente afectados, qué duda cabe, ha contado este viernes a Efe en un breve descanso, pero además es que lo acontecido ha calado en la ciudadanía en general, porque como todas las situaciones de las características y magnitudes de esta, «no nos la esperábamos, y tanto la intensidad emocional como el proceso de shock duran su tiempo, al menos hasta que no lo integremos de alguna forma».
Este profesional, saharaui, que desarrolla su oficio en Galicia, comenta que ahora mismo se encuentran trabajando sobre el terreno, es decir, con los parientes de los pescadores, un total de 20 efectivos, de los 39 que componen el grupo dependiente de la Dirección General de Emergencias de la Xunta y que está coordinado por Ana Núñez.
«Dolientes»
El papel nada fácil que tienen por delante pasa por minimizar el impacto de la crisis sobre los «dolientes», así como por restaurar «un poco» los recursos, las capacidades, para de esta manera resolver tamaña situación de estrés de la mejor manera posible y «con la mayor eficacia». «Básicamente para prevenir posibles complicaciones psicológicas», suscribe.
Todos los afectados y personas que lo hayan solicitado tienen ahora mismo un psicólogo o psicóloga de referencia, que es, además, el canal oficial de comunicación con las familias, el que, en suma, les traslada la información «contrastada, veraz y oficial».
Casi todos los damnificados han solicitado este servicio, afirma Hafdallah, e incluso parientes de los tres supervivientes, que son el patrón, Juan Padín, su sobrino Eduardo Rial, y el ciudadano ghanés Samuel Kwesi, que es padre de cinco hijos y, de ellos, no conoce al último, al que sólo ha visto a través de fotografías enviadas a su móvil.
Enfado y rabia
Menni está al tanto del enfado existente y de la impaciencia por conocer datos y detalles cuanto antes. Y no se extraña: «El enfado y la rabia son emociones adaptativas».
«En realidad han recibido muchísima información en muy poco tiempo. Y está ahí ese vaivén entre la esperanza y la desesperanza». En el caso de los doce desaparecidos, explica que este es uno de los factores de riesgo dentro de las catástrofes en el mar.
Los parientes ya dan por hecho que no hay posibilidad de que ninguno de ellos aparezca con vida, pero el no localizarlos, continúa Hafdallah, significa no tener «un cuerpo al que velar, una tumba a la que visitar».
Tristeza
Y, en ocasiones, quien pasa por ello «no se da permiso para un luto que simbolice su tristeza» porque no hay ese ritual de despedida, el que «cultural o espiritualmente toque». Cuando sí lo hay, «a partir de ahí empieza otra fase del duelo».
Pero, sin existir, la pérdida es «ambigua», hay debilitamiento a nivel físico y aparece además la «eterna espera de alguna prueba objetiva que permita llorar la realidad de la pérdida».
Esto es muy duro. Y proporcionar información a los más pequeños, tampoco es sencillo. En el caso de este buque, muchos de sus tripulantes son padres y en varios de los casos de familia numerosa. Los psicólogos raramente intervienen de un modo directo con los menores, pero sí que asesoran a los adultos.
Los consejos son el empleo de un lenguaje accesible y que estén capacitados para entender según sus respectivas edades, y que no se les oculte información, pero sin tampoco proporcionar aquella que sea innecesaria. «No entrar en detalles», puntualiza Menni. Y ejemplifica: «no es lo mismo hablar con un chiquillo de 6 años que con uno de 13, que es cuando empieza a consolidarse la cosmovisión del mundo».
Naufragio
El «Villa de Pitanxo» fue engullido por el mar en el Gran Banco de Terranova, a unos 460 kilómetros al este de San Juan. Contaba con una tripulación de 24 personas, de las que doce permanecen desaparecidas.
A última hora del miércoles las autoridades canadienses decidieron poner punto final a las tareas de búsqueda y rescate 36 horas después del naufragio por la falta de posibilidades de encontrar con vida a la mitad de la dotación, a esa docena.
Las víctimas y los gobiernos quieren que se reactive ese rastreo, en cuanto la meteorología lo permita. El Ministerio de Asuntos Exteriores ha activado una nueva fase del Plan de Asistencia Consular para lograr la repatriación de los supervivientes y las víctimas halladas «con todas las garantías, rigor y diligencias, y la máxima celeridad posible».
Llegada de supervivientes
Esta fase del plan, según informa un comunicado, ha entrado en vigor tras la llegada este 18 de febrero a San Juan de Terranova de dos de los cuerpos rescatados de la embarcación hundida y continuará este sábado con la previsible arribada a puerto de los tres supervivientes y de los siete fallecidos restantes cuyos cuerpos se han podido rescatar.
La Embajada de España en Canadá ha desplazado a San Juan de Terranova al cónsul general español en Montreal, Luis Calvo, para que asista a los tres marineros que han logrado permanecer con vida y para que se proceda a la identificación y repatriación de los ciudadanos españoles.