La alameda de Marín, la villa pesquera pontevedresa en la que tiene su base el Grupo Nores, armador del Villa de Pitanxo, naufragado el pasado martes en el gran banco de Terranova, se ha convertido este domingo en un hervidero de gente por una protesta multitudinaria para lograr que se retome la búsqueda de los 12 marineros que permanecen desaparecidos.
María José de Pazo, hija de Francisco de Pazo, el veterano jefe de máquinas que forma parte de esa docena, ha anunciado que esta semana los familiares de los tripulantes que puedan irán a Madrid para solicitar audiencia con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y con la ministra de Trabajo, la gallega Yolanda Díaz, con el objeto de trasladarles su petición.
Ella ha sido la primera en tomar la palabra desde un palco en el que había desde fotos impresas en camisetas hasta cuadros portados en mano de la marinería de ese arrastrero congelador, que llevaba a bordo a 24 personas, de las cuales el mar devolvió nueve cuerpos, mientras que hay tres supervivientes del fugaz hundimiento en pleno temporal: el patrón Juan Padín, su sobrino Eduardo Rial y el ghanés Samuel Kwesi.
María José de Pazo ha elevado su voz para denunciar que desde hace cuatro días no hay rastreo en el Atlántico Norte. «Sabemos que no están vivos, pero nosotros queremos recuperar los cuerpos. Los patrones en Canadá nos dicen que ha mejorado el tiempo. ¿Por qué no se reanuda? Hay olas de cinco metros. Allí es normal». El día que aquel océano engulló el barco gallego de 50 metros de eslora, la altura era el doble.
«Queremos una explicación, pero no palabras», ha reivindicado la portavoz habitual de los parientes de esta dotación que pescaba fletán negro. «Cada día que pasa es más difícil encontrar algún cuerpo», ha subrayado.
«Nos sentimos abandonados», «no han movido nada», «son españoles», «no son ningún animal para dejarlos allí tirados», han sido algunas de sus quejas. «Es sencillo: háganlo», su mensaje final.
Aura, pareja de Martín, se ha subido al estrado a continuación para clamar justicia y «apoyo del Gobierno», «por esas doce personas que no están con nosotros».
Cristopher, hijo del engrasador Fernando González, ha lanzado la cuestión que está en mente de todos: «¿A quién 36 horas le parecen suficientes?», «nosotros somos España, nosotros no tenemos el mismo protocolo que Canadá».
Se ha puesto en la situación de su padre, que «ahogado, se murió de frío». «Lo que pudo sufrir», ha deslizado visiblemente emocionado. «Sigamos haciendo ruido. Cuando lleguen los cuerpos y los vivos esto se va a olvidar. No podemos callarnos».
Este chico ha dado las gracias a los armadores, patrones y marineros que, «sin llevar nada a cambio, pusieron su vida en peligro para rescatarlos».
Carolina, mujer de Jonathan Calderón, ha compartido que hasta anoche no pudo contar lo sucedido a su hijo, el mayor, que es menor, pero menos que la pequeña que tienen. «Somos peruanos con nacionalidad española, residentes en Marín. Es tan doloroso decir a unos niños… Tengo la esperanza de que, aunque esté muerto, lo traigan».
«No estamos pidiendo una ayuda, estamos pidiendo un derecho. Es muy difícil venir aquí. Yo no iba a venir», ha zanjado, llorosa.
El laureado atleta olímpico Jean Marie Okutu, multicampeón de España en salto de longitud, cuyo hermano mayor, Edemon, falta, ha tenido que recibir aplausos de ánimo para poder articular palabra: «que se intente un poco más», «sólo les pedimos eso».
Sin poder contener el llanto, ha relatado que Edemon tiene mujer y tres niñas, una muy pequeña, y que este mismo mes él, el primogénito de sus padres, había cumplido años. «Un mínimo esfuerzo», ha demandado.
La familia de Ricardo Arias, sus hermanos Fani y Eugenio, y Loli, la tía, ha protagonizado una de las escenas más conmovedoras. Loli ha confesado no tener palabras, porque «esto llega a ser una tortura».
«Nosotros necesitamos el cuerpo de Ricardo. Es nuestro, de Galicia, de España. Personalmente me siento muy defraudada por el Gobierno. Es como si no contásemos nada y lo somos todo. Tenemos que luchar para que se nos tenga en cuenta».
De Ricardo ha asegurado que «tenía toda la experiencia del mundo» y que en el otro naufragio que vivió, el del Arosa, había sido el único superviviente. «Su mundo era el mar y ahí se ha quedado», ha sentenciado.
«Todos sabemos que el luto es muy duro, pero para poder pasar página se necesitan muchas respuestas. No os olvidéis nunca de estar siempre juntos, porque juntos se puede todo».
Con Marluz, la esposa de Edwin, las respiraciones se han agitado, por lo tremendo de su testimonio. Tienen cuatro hijos. Él no ha sido localizado. Pero sí el primo y el tío de esta mujer. Todos ellos se habían enrolado juntos.
«Necesito ver a mi marido por última vez», «no merecen quedarse allí abajo», «queremos poder darle una buena sepultura». Y, al final: «vuela alto mi amor, vuela alto».
Los parientes de Pedro Herrera, que deja un bebé de 9 meses, han sido los más sucintos: «que nos lo traigan». Emilio Lumbres, hijo de Miguel, ha pedido no rendirse. «Se trata de personas, de vidas humanas».
Al final, ha sido leída la lista de los desaparecidos y de los cadáveres identificados (Fernando Santomé, Daniel More, Miguel Lumbres, Rogelio Franco, Juan Antonio Cordero, Diego More, William Arévalo, Ricardo Alfonso Cruz y Pelungo Zure).
El acto lo ha cerrado el pastor de la iglesia evangelista de Marín, Julio Torres, amigo de Samuel Kwesi. «De estar, él estaría aquí también. Estos 12 son los desaparecidos de todos nosotros».
Torres ha querido pensar que el hecho de que se hayan frenado las tareas de localización no sea «por falta de dinero», porque en tal caso promoverían una «cuestación». Y se resiste a pensar que se trata de «falta de humanidad, que a lo mejor sí».
«Las posibilidades son pocas o nulas. Pero nunca lo sabremos si no se va. Esta será una petición insistente y, cada día, presente». Un minuto de silencio puso fin a esta protesta.