Todo ocurrió en octubre de 1983. José Costas, conocido en Baiona como “O Cabeco”, llevó a pastar a su vaca, como todos los días, a los alrededores de la muralla del Parador en la zona de La Palma. La vaca pastaba tranquilamente, hasta que llegó una pareja de la Policía Municipal acompañando al entonces alcalde de Baiona, Benigno Rodríguez Quintas, “Chicho”, a la sazón propietario del restuarante Pedro Madruga.
Llevaban una orden de arresto contra la vaca por pastar en terrenos municipales. Pese a la resistencia del “Cabeco”, y pese a su esfuerzo en explicar que los terrenos eran de la familia Bedriñana, no municipales (años después sí lo serían, en una extraña operación de compra y venta simultánea que llevó a la justicia a condenar al citado alcalde a 6 años de inhabilitación para cargo público) y que le dejaban pastar allí a sus animales, los municipales se llevaron a la vaca a dependencias municipales en calidad de detenida.
Esto dio lugar a que Baiona fuese noticia en The Whasington Post, en The New York Times o fuese contraportada en El País entre otros muchos…
La historia continuó con tintes rocambolescos. La vaca estaba en el único calabozo de las dependencias del cuartelillo de la Policía, en el bajo del Concello, lo que hacía que el ambiente fuese absolutamente irrespirable, con lo que se decidió trasladar a “Pinta” primero al antiguo mercado, y posteriormente a una casa en Sabarís, en la que la mujer del entonces cartero de Baiona (era le único que había) la podía ordeñar a diario.
El caso es que el pienso para la vaca le costaba dinero a la señora, con lo cual se quejó al alcalde, el cual puso una multa al Cabeco para costear los gastos de manutención de la vaca presa, cosa a la que se negó Costas, demandando al Concello y al Alcalde por detener a su vaca.
La pobre vaca siguió tranquilamente detenida en la casa de la mujer del cartero, el Concello pagando su manutención, y el Cabeco a la espera del juicio, que llegó cuatro años después.
Imagen de la devolución de la vaca a su propietario.
Y la sentencia fue demoledora. El juez vigués Julio Picatoste Bobillo determinó que “estimando la demanda formulada por José Costas Martínez (contra el Ayuntamiento de Baiona y el vecino encargado de la custodia de la Pinta) y titulando la nulidad del título posesorio ostentado sobre la res vacuna objeto de este litigio por parte, del Ayuntamiento citado, debo condenar y condeno al mismo (y a la persona encargada de la custodia) a que restituyan al demandante en concepto de contravalor por los productos y ganancias no obtenidas y deterioro indemnizable la cantidad de 483.000 pesetas.”
Se condenó al Concello a abonar al Cabeco casi 500.000 pesetas de entonces, y a devolver a la vaca a su legítimo propietario. En la sentencia se hacía especial énfasis a que la cantidad que pedía el Concello al Cabeco, 300.000 pesetas por la manutención de la vaca, era insostenible, ya que había sido apresada por la Policía Municipal, con lo cual debía hacerse cargo de los gastos de su manutención, como a cualquier preso. Por el contrario, obligó al Concello a abonar a José Costas todo el lucro cesante de esos años: leche que no pudo vender, terneros que pudo haber parido y que no tuvo, etc.
Pocos meses después, el Cabeco estaba paseando a su rebaño de ovejas por el pueblo. El rebaño se desvió de su ruta habitual, y acabó entrando “casualmente” en el salón de Plenos del Concello, en el que se estaba celebrando en esos momentos un Pleno. El Cabeco y sus ovejas fueron expulsados de allí por los Policías municipales, y el alcalde le impuso una multa por alteración del Orden Público de 15.000 pesetas, que el Cabeco pagó gustosamente deduciéndolo del medio millón de pesetas que había cobrado de aquella sentencia, haciendo además gala por el pueblo de que aún podía llevar a las ovejas a unos cuantos Plenos más hasta agotar el dinero cobrado. No lo volvió a hacer, pero los concejales no se olvidarán jamás de aquella sesión que, al salir las ovejas, quedó lleno de cagaditas de oveja…
Ahora se cumplen 30 años de aquella inolvidable sentencia.