«En los tiempos pasados ovo guerras con gentes estranjeras recibieron mucho daño (…), que la población de la dicha villa se pasase e mudase a Monte de Buey que es junto con la dicha villa, que agora Nos mandamos llamar Monte Real porque allí estará más fuerte e más segura”.
Hace 520 años, el 15 de enero de 1497, los Reyes Católicos concedían a Baiona numerosos privilegios y el Monte Boi pasaba a denominarse Monte Real. Ahora, el Concello de Baiona, pretende poner en valor aquel hecho histórico gracias a una «misteriosa» figura que fue encontrada en los muros de la Fortaleza y que indica, según las versiones históricas más aceptadas, el origen de la Real Vila.
Un artículo de divulgación escrito por el historiador local Ángel Rodríguez Lemos se convirtió en el punto de partida para que Baiona decidiera promocionar la existencia de la figura en los muros. En próximas fechas, el Ayuntamiento instalará en el paseo, a la altura de la playa de los Frades, una señalización que indica la presencia del «Boi».
«Frente a la Playa y Horta dos Frades, ambos parajes así denominados en recuerdo de aquel año de 1541 en el que Fray Juan Pascual fundó bajo la advocación de San Francisco de Asís un convento había sido de la muralla que acabaría siendo trasladado a su interior, se encuentra uno de los símbolos principales del escudo de esta villa, el boi», explica Ángel Rodríguez.
El historiador ofrece una serie de indicaciones para encontrar una figura que la simple vista pasa desapercibida. «Una vez en la explanada de Sano Francisco El Viejo, es decir, próximos a la bajada a la citada playa, debemos localizar en la muralla a conocida cómo Porta do Pozo por la que se accedía a las huertas extramuros. Viendo hacia izquierda y contando desde la garita sobre la citada puerta unas treinta y seis almenas cara nuestra izquierda, encontraremos, aun malparado por el tiempo y por alguna reconstrucción en cemento, a nuestro animal», relata.
Segundo asegura el historiador, una mala interpretación del topónimo «Monte Boi» hizo que se tomaran como Armas de la Villa «un nauio y un buey» y que figuraran en su escudo. «El navío, tradicionalmente vinculado a la llegada de la carabela Pinta en 1493 hace referencia para otros a la flota que partió de puertos cantábricos y atlánticos bajo el mando de Paio Gómez Chariño en 1247 hacia toma de Sevilla. Si las embarcaciones vinculan con el mar, el buey, para casi todos los autores responde al antiguo nombre de la península», apunta.
Estudiosos como Antonio Taboada Táboas vincularon el Monte del Buey baionés con una dificultosa relación con el pueblo celta de los «boiis el boyos», pero frente a la creencia de que el Buey haga referencia al animal y de ahí su presencia en el escudo, Lemos menciona la otros autores.
«A. de Almeida Fernandes y F. Silva (1995) consideran que los topónimos con buey son un nombre de «origem pré-romana y significativo de peña o penedía». Cabeza Quiles (1992) defiende también esta tesis, incluso para topónimos de Galicia como Boimorto, argumentando que buena parte de estas denominación hacen referencia a piedras y lugares rocosos. En el caso baionés tenemos también una piedra conocida como O Boi, a orilla del mar y próxima a la antigua Cetárea de Serapio que, sin duda, fue la que sirvió por su cercanía para conocer a Monte Boi como tal», añade Rodríguez Lemos.
«Se trata de un elemento de gran valor simbólico para todos los habitantes de Baiona, puesto que ese Boi hace referencia a las raíces de nuestra villa y considero necesario ponerlo en valor para que todos los baioneses y nuestros visitantes conozcan la historia de la villa», apuntó el alcalde, Ángel Rodal.
La tradición popular en Baiona sabe de la existencia de la figura del «Buey» sobre la playa de los Frades y hay quien lo compara con la busca de la famosa rana en la fachada de la Universidad de Salamanca, por lo que otro de los objetivos del Ayuntamiento es que todos los visitantes jueguen también a la busca del «Boi».
«Y si Salamanca tiene su animal característico, la villa de Baiona de Miñor no podía ser menos y luce incluso en su escudo un buey que algún cantero, en una de las muchas reconstrucciones de la muralla, quiso inmortalizar en una de sus piedras. Verlo, reconocemos que no será fácil para nuestros visitantes, pero será todo un entretenimiento aún para los más pequeños que deberán enfrentarse a su mimetismo frente al fondo grisáceo del granito», concluye Ángel Rodríguez Lemos.