Tan poco ha llovido en Galicia en lo que llevamos de verano que las precipitaciones se miden con cuentagotas mientras administraciones públicas y población miran de soslayo el azul del cielo con la esperanza de que se cubra de nubes cargadas de agua para evitar las restricciones severas que, si nada cambia, al igual que han llegado algunas, otras están por venir.
Algunas restricciones, de momento razonablemente leves, ya están en marcha en no pocos ayuntamientos de las cuatro provincias gallegas, los cuales han optado por cerrar grifos para tratar de evitar racionamientos de agua de consecuencias impredecibles para un sector vital para la comunidad como es el turismo.
La Xunta de Galicia lleva aireando su preocupación por la escasez de precipitaciones al menos desde el pasado marzo, probablemente previendo lo que sucede hoy, y ayer mismo volvió a incidir en el asunto la conselleira de Infraestructuras e Mobilidade, Ethel Vázquez.
“Para nosotros son prioritarias dos cuestiones: garantizar el abastecimiento de la población y el caudal ecológico de los ríos. En ese contexto, lo que estamos haciendo es un seguimiento exhaustivo diario y pedimos a las administraciones locales, como competencia en garantizar el abastecimiento, que tomen medidas de ahorro de agua y que eviten consumos innecesarios”, dijo.
Hablaba Vázquez de ríos como el Lérez, principal o única fuente de abastecimiento de ayuntamientos pontevedreses como Poio, Sanxenxo, Marín, Bueu, Ponte Caldelas y la propia ciudad de Pontevedra.
Sus alcaldes se reunieron la semana pasada con la Xunta para consensuar una serie de medidas de ahorro como cerrar las duchas de las playas, prohibir el llenado de piscinas, el baldeo de las calles o los lavados de coches, así como buscar y detener posibles fugas de agua en la red de abastecimiento.
Todo ello porque el caudal del Lérez cayó en poco más de 20 días un 73 por ciento como consecuencia de la sequía prolongada y las temperaturas extremadamente elevadas de los últimos días, una situación que podría prolongarse en el mes de agosto.
Ante esa perspectiva, la Xunta ha anunciado este martes que está estudiando posibles soluciones alternativas con el objetivo de garantizar a corto plazo aportaciones de agua al Lérez; concretamente estudia la posibilidad de usar agua embalsada del antiguo hueco minero de Ventoxo, en Forcarei.
Por todo ello, la conselleira dijo que es necesario estar “vigilantes” y que si se respetan las restricciones y se actúa con responsabilidad no sería necesario tomar medidas más drásticas, aunque en todo caso pidió también al ayuntamiento de Santiago de Compostela, en la provincia de A Coruña, que implante medidas de ahorro de agua para no comprometer también la cuenca del río Tambre.
Entretanto, en el Val Miñor, introducen algunas limitaciones, según ha explicado a Efe Juan González, el alcalde de Nigrán. Esta localidad multiplica por 3,5 su población durante la época estival, como sucede con muchas otras en las Rías Baixas como Baiona, Bueu o Sanxenxo.
“Hicimos una reducción muy importante del caudal de las duchas en las playas porque supone un gasto muy importante, hace 15 días que no hacemos baldeos de calles, implantamos una disminución muy importante de riegos, y a partir de hoy es el corte definitivo de duchas y lavapiés”, explica este regidor.
“El agua del embalse de Zamáns está en el sesenta y pico por ciento, en principio podemos sobrevivir pero se está reduciendo mucho, mucho el agua porque hay mucha evaporación y mucho calor, y para no tener que hacer cortes más drásticos es mejor tomar medidas ahora”, sostiene.
Como en Nigrán, son muchos los pueblos costeros pontevedreses que han cerrado duchas y lavaderos de pies, como es el caso de Sanxenxo, que además está utilizando agua de una reserva en las afueras de la localidad.
En Ourense, municipios como Baltar y Boborás han difundido en sendos bandos que queda “absolutamente prohibido” el uso del agua para regar jardines, huertas y fincas, llenar piscinas, lavar coches o cualquier tipo de vehículo bajo advertencia de multa.
El motivo es que el nivel de agua de los manantiales y ríos que abastecen la red municipal de aguas está “muy por debajo de su nivel habitual”, ha explicado a Efe la alcaldesa Patricia Torres; y, por ejemplo, el embalse de As Portas, en Vilariño de Conso, se encuentra al 23 por ciento de su capacidad. En este momento, Boborás dispone de un solo pozo para abastecer a algunos pueblos como Vilachá.
El ayuntamiento de Baltar, por su parte, ha advertido de la “extraordinaria” situación derivada de la prolongada sequía y de que hay pozos secos; y su alcalde, José Antonio Feijóo, no descarta adoptar otras medidas como revisar los manantiales, vigilar que no se riegue o instalar contadores en los pueblos donde no hay.
“Aquí nunca tuvimos problemas de abastecimiento de agua, estamos muy próximos a la “raia”, siempre hubo agua, procedente de las captaciones de la sierra, situadas a unos mil metros de altura, como la Serra do Larouco, y este año están prácticamente inservibles”, ha explicado.
Debido a la escasez de agua, este consistorio ha comenzado a racionar el uso de agua, sólo “tres o cuatro” horas al día, en algún núcleo como Garabelos, tras mantener una reunión con los vecinos, mientras estudian soluciones “de urgencia” para paliar este déficit hídrico.
Según apunta, algún vecino tiene el pozo seco, razón por la que se ha hecho un llamamiento a toda la población para que haga un uso racional del agua ante una situación “muy seria” que puede acabar afectando a más pueblos si se prolonga la sequía otro mes y medio.
Por el momento, la mayor parte de ayuntamientos de la provincia han optado por bandos recomendando que no se destine el agua a otros usos que no sean cocinar o el aseo personal, pero ayuntamientos como el de Xinzo de Limia ya han pedido a la población control estricto sobre el uso del agua” para no tener que tomar medidas más restrictivas”, mientras prohíbe llenar piscinas y regar calles, huertos o explotaciones agrícolas.
Tampoco Lugo se libra y su ayuntamiento activó la última semana de julio a instancias de la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil una situación de prealerta por sequía que ha ido acompañada de medidas de ahorro de agua para garantizar el caudal ecológico del río Miño.
En su momento, el concejal de Desarrollo Sostenible y Personal, Daniel Piñeiro, informó de que el ayuntamiento había reducido al mínimo el riego, esta entre otras medidas de ahorro de suministro en usos y destinos no prioritarios, como el baldeo de calles y el riego jardines. De momento, las acciones emprendidas no afectan a la población.
Todas las medidas son pocas si con ellas se evita una alerta por escasez que, según el protocolo de la Xunta, obligaría a cortar el agua por la noche y a implantar medidas más restrictivas, las cuales acentuarían, incluso más, la ‘morriña’ de los gallegos por unas lluvias que los han abandonado y de momento se niegan a volver.