Y ese ejercicio de memoria no lo es solo para él. A estas visitas le acompañan sus familiares, «unas veces con mis sobrinos, otras con mis primos porque quiero que todos conozcan la historia».
Hace más de ocho décadas, en diciembre de 1938, dejaba dicha cárcel que no recuerda bien cuando empezó a habitar. Lo que sí tiene muy vivos en su memoria son sus compañeros y la convivencia humana con sus carceleros. También recuerda los muros, unos muros que él, como yesero con el ánimo de lograr un poco más de comida al día, ayudó a mantener en pie entonces. Unos muros que, ahora, hablarán a las siguientes generaciones de aquellos días, extendiendo ese ejercicio de memoria que tan bien ha sabido realizar Joan Salvador al resto de personas.
Esta y otras de las vivencias de Salvador se pudieron escuchar de su propia voz a través de un emotivo vídeo que fue acogido con un caluroso aplauso, dada la cancelación a última hora de su visita por problemas de salud.
El inicio de la inauguración de la exposición tuvo lugar poco antes, y corrió de la mano de la cantautora Su Garrido, que también cerró el evento interpretando una canción compuesta por un preso del monasterio durante su paso por este patrimonio único reconvertido en campo de concentración según la documentación franquista.
Autoridades, empresarios y miembros de la vida social y cultural de Galicia siguieron con emoción el desarrollo del evento en el que Xoán Martínez, director general de Residencial Mosteiro de Oia, se dirigió a los asistentes para reivindicar la importancia de la historia y de la memoria; de dar a conocer lo que sucedió en estas paredes a lo largo de los siglos. De esta forma, Martínez destacó los años de dinamización cultural que desde el monasterio se está llevando a cabo a través de visitas guiadas, y más recientemente con charlas, conciertos, talleres y otros eventos. El hilo común son los más de 800 años de existencia del único monasterio del Císter a orillas del Océano.
En este sentido, y dentro de los muchos hitos históricos del cenobio, se ahondó en el proyecto de recuperación de cuando el monasterio se convirtió en cárcel: «En 2005, al poco tiempo de adquirir el monasterio, realizamos una fuerte inversión en las cubiertas para proteger unos escritos que habían quedado a la intemperie por el estado de ruina de la construcción; pero el más gratificante proyecto realizado en ese momento fue la recogida de testimonios orales de vecinos de Oia que vivieron ese periodo. El trabajo ‘Memorias Vivas’ refleja el papel de la gente humilde, que no fue ajena a lo que estaba pasando y que apoyó a los presos. No por cuestiones políticas sino simplemente porque era una cuestión de humanidad, arriesgando mucho y compartiendo lo poco que tenían». Ellos, destacó Xoán Martínez, «reivindican con fuerza lo mejor de las personas, lo mejor de un pueblo».
También explicó que hubo contactos con algunos de los que vivieron presos en el monasterio: «Volvieron a lo largo de estos años. La mayor parte venían desde Cataluña con sus hijos y nietos, a los que contaban aquellos años de penurias, de maltratos, de hambre y de temor a no volver a casa. Conocerlos nos dio aún más fuerzas para poder llegar hasta aquí”.
Por su parte, la alcaldesa de Oia, Cristina Correa, agradeció a la propiedad del Monasterio el trabajo de todos estos años «para poner en valor todo el patrimonio de este Concello, así como su implicación en la recuperación de la memoria histórica de Oia».
Un largo proceso de restauración
La muestra «Os presos do Mosteiro. Memorias da Guerra Civil Española» ha sido concebida como un homenaje a la memoria de los más de 5.000 hombres encarcelados allí entre los años 1937 y 1939 y es el resultado de más de una década de trabajo. En esos tres años de guerra, llegaron al monasterio presos del norte de España, principalmente asturianos, cántabros y vascos en los primeros años, y catalanes, valencianos y mallorquines en los meses finales de la guerra. Sus angustias, el paso del tiempo, la guerra o los recuerdos de otros tiempos más felices fueron plasmados por los prisioneros en las paredes del monasterio, grafitos que la actual propiedad encontró en un estado de total abandono a su llegada y que ha conseguido recuperar tras un largo y costoso proceso de investigación, conservación y finalmente restauración. En esta línea, en la exposición que ahora se inaugura se han cuidado tanto los materiales utilizados como soporte, como la orientación y exposición de los paneles para evitar cualquier deterioro.
Un trabajo que ha sido coordinado técnicamente por Celia Casás, quien también se refirió en el acto de inauguración al reto que supuso «tanto por el tipo de material, como por la técnica y el soporte empleados». Casás reconoció el desafío de llevar a cabo «un tipo de obra donde es más importante el valor histórico que el artístico. Por eso, centramos todas nuestras energías en conseguir preservar para las generaciones futuras todos los vestigios de arte que hacen que la identidad de un pueblo no se pierda, como en este caso».
Un reto profesional y una experiencia personal: “Es normal que los textos, los dibujos y las marcas que hemos encontrado nos hagan reflexionar e incluso entristecer porque no dejan de ser testigos de un momento traumático en la vida de seres humanos, pero que con más fuerza debemos conservar como un símbolo de lo que no se debe repetir nunca”.
Exposición con temáticas diferenciadas
En estas labores de recuperación de la memoria, la propiedad del monasterio ha destinado cerca de 300.000 euros, de los casi cinco millones de euros movilizados hasta la fecha, no recibiendo en ningún caso financiación pública. Una apuesta económica que permite que «Os presos do Mosteiro» se plantee como una exposición permanente en el interior del propio edificio.
La disposición de la muestra responde a un intenso estudio del material expositivo tras el que se decidió agrupar los testimonios escritos en bloques o temáticas diferenciadas: La Guerra, El Tiempo, Los Pensamientos y Las Palabras. Los grafitos no tendrán más apoyo que testimonios directos de vecinos de Oia y presos que vivieron esa época.
La Guerra: Contendrá todos los dibujos relacionados con escenas bélicas como aviones (gran cantidad, teniendo en cuenta el importante dato de que fue la primera guerra donde la población española vio multitud de aeronaves bélicas sobre sus cabezas, con participación notable de la aviación alemana e italiana, así como de aviones soviéticos), además de otros elementos como escudos y distinta simbología como cruces gamadas o el yugo y las flechas.
El Tiempo: Los calendarios protagonizaron numerosos grafitos. De esta forma, las salas reconvertidas en celdas estaban repletas de calendarios donde iban tachando los días que restaban hacia su posible libertad. Algunos de ellos, muy artísticos, demuestran las altas capacidades para el dibujo que muchos presos tenían.
Los Pensamientos: Destacan las pinturas de comida, en referencia al hambre que pasaban, pero también incluye dibujos de ficción: vaqueros e indios, mujeres o paisajes, entre otras temáticas.
Las Palabras: En las paredes del monasterio había multitud de textos en los que los presos o los guardianes escribían sus inquietudes, datos personales o simplemente sus nombres. A veces, los nombres se repetían como un mantra en el que él que escribía reivindicaba su persona y luchaba contra el olvido. Meta que ahora retoma esta exposición.