La exposición de Alfredo Alcain (Madrid, 1936) en el Museo de Arte Contemporánea de Vigo (Marco) reúne desde este sábado más de ochenta obras desde 1965 hasta 2021, entre pinturas, dibujos, y esculturas. Más que una retrospectiva, se plantea como un intento de valorar a un artista con un camino muy personal, un recorrido incuestionable dentro de la historia del arte en España, y un gran reconocimiento por parte de la crítica y artistas de diferentes generaciones –incluso las más jóvenes–, frente a una presencia institucional menor de la que debiera.
El alcalde, Abel Caballero, fue el encargado de inaugurar la muestra junto al propio artista y el director del museo y comisario de la exposición, Miguel Fernández-Cid. Según explicó, a partir de una selección de obras que van señalando distintas etapas de su trabajo, desde los años sesenta hasta la actualidad, el montaje se articula como un itinerario circular por las salas frontales de la primera planta, sacando partido de la estructura y amplitud de los espacios.
«Alcain trabaja como un ilusionista (¿qué es, al fin, un artista?): pinta con pausa, ante nuestros ojos repite modo e intención, sin guardar cartas ni trucos; todo lo desvela, lo despliega, empezando por sus intereses y devociones. Y lo hace de un modo natural: abre caminos pero justifica cada paso plástico dado», apunta Fernández-Cid.
Tras un guiño inicial en los arcos de acceso a salas –El chuletón (1978), flanqueado por una pieza de Teresa Moro que reproduce la mirilla de la puerta de la casa-estudio del artista, a modo de hilo conductor entre las dos muestras– la visita arranca con tres cuadros en los que se quieren señalar algunas constantes de Alcain, como su personal sentido del humor –ingenuo, sarcástico, ácido– y su recurrencia a una iconografía popular y a sistemas de composición a modo de imágenes muy dispares integradas en el cuadro: una especie de escaparate (el interior de una mercería, o de una ferretería), con un muestrario de objetos que en el caso de Alcain tienen una fuerte ligazón emocional.
Al público le recibe Autorretrato en el curso del tiempo, una pieza con múltiples citas autobiográficas, incluida la placa funeraria de su muerte el día de su nacimiento. A ambos lados, Autorretrato del 44, que presenta en aire pop la imagen colegial de los estudiantes de la posguerra y el primer franquismo; y Lugar para descansar, en el que reproduce la lápida de una persona fallecida el mismo día de su nacimiento.
Así, junto a la idea del paso del tiempo, y a la presencia constante del humor –en cierto modo cercano al de su amigo José Luis Cuerda–, la exposición se inicia con esa declaración de intenciones y ese juego tan contemporáneo del yo y el otro, que él formula ya en los años sesenta. Alcain, magnífico conversador, y autor de textos prácticamente inéditos sobre otros artistas, es también un lector voraz y está muy al tanto de la actualidad artística y cinematográfica.
En las grandes salas frontales se plantean dos espacios diferenciados: por una parte, las variaciones sobre los bodegones –cezanianos, pop, morandianos, pintados, construidos, en tres dimensiones– y el despliegue en piezas de los papeles de Vasar. La intención es mostrar el modo de trabajar de Alcain en el tiempo; su modo de ser recurrente en temas, incorporando siempre la sintonía del momento, y su empeño en ser “uno y colectivo”, integrando pequeñas obras de artistas amigos.
En la otra gran sala, sus cuadros de los últimos veinte años, junto a esculturas de pequeño formato en bronce y madera (bodegones y arquitecturas), ponen de relieve esa faceta casi manual de la obra de Alcain, que suma y añade pincelada a pincelada, objeto a objeto, y su afecto por ver crecer la obra.
En los corredores y salas intermedias, otros ejemplos de su pintura y obra en papel –como los dibujos de teléfono, situados junto a las vitrinas con material documental que acompaña la muestra– dialogan con el lenguaje pop de los años sesenta, principalmente la serie de modelos icónicos de barrios castizos de Madrid (escaparates y fachadas, lugares y objetos de uso popular en vías de extinción), estableciendo relaciones, transmitiendo su intención y el amor por la pintura, visible en las numerosas citas y referencias.