Desde este viernes y hasta el 16 de octubre el artista cambadés muestra en el Marco, “Lo antropomórfico” una ambiciosa exposición que recorre el trabajo de Francisco Leiro desde 1986.
Este proyecto, con el que el Marco continúa su línea de exposiciones de producción propia, plantea una revisión de la obra de Francisco Leiro a lo largo de las dos últimas décadas; un trabajo centrado en lo antropomórfico, que es sin duda uno de los ejes de su producción. Dejando a un lado cualquier sentido o intención cronológica, artista y comisario (Miguel Fernández-Cid) buscan trazar la relación de las obras con los peculiares espacios de la planta baja del Marco, recurriendo para ello tanto a obras ya realizadas como a piezas de nueva producción, específicas para esta muestra.
Desde la presencia imponente de la Dama de Navalcarnero, las criaturas de Leiro van apropiándose de los espacios de la planta baja. Escorredoiras, Pavitas, Androias, Jaivotas, Homes de pau, Danzantes y Ceboliños pueblan las salas, en un montaje que permite ir trazando recorridos y descubriendo múltiples conexiones entre las piezas, y facilitando el diálogo entre éstas y el visitante.
Esculturas en granito, bronce y madera; maquetas y collages dialogan con la monumental arquitectura de los patios, con el espacio mágico del panóptico, con el formato más tradicional de las galerías, y con las salas perimetrales, de modo que el público perciba los distintos juegos de escala y materiales en los que se desarrolla una de las esculturas más personales del arte europeo de esta época.
La muestra, que ha supuesto un gran esfuerzo de producción y montaje, ha sido posible gracias a la labor de selección en el taller del artista, y al préstamo de obras por parte de instituciones y coleccionistas privados.
El comisario de la exposición explica que “Lo antropomórfico” reúne una amplia selección de esculturas en las que Francisco Leiro otorga cualidades o rasgos humanos a animales o cosas, de sus piezas menos narrativas.
Si bien no es una muestra retrospectiva, incluye obras realizadas entre 1986 y hoy porque, desde hace décadas, sus exposiciones son, a la vez, un repaso a sus claves y una muestra de sus últimos trabajos. «Leiro entiende cada ocasión como un reto, un desafío, en el que lo primero que se plantea es cómo ocupar el espacio. Recorriendo las salas imagina qué obras mostrar e incluso el modo de hacerlo, y de esa primera imagen surge el boceto de una propuesta que luego debate pero que suele ajustarse mucho al resultado final», destaca Fernández-Cid.
“Al final, pese a la fuerza local de algunas claves para entrar en su trabajo, la obra de Leiro, junto a las de Juan Muñoz, Thomas Schütte o Stephan Balkenhol es imprescindible para entender las salidas de la mejor escultura figurativa europea del final del siglo XX”, indica Miguel Fernández-Cid.
Las figuras reunidas en “Lo antropomórfico” tienen su punto de arranque en sus viajes a México, en el momento en que decide abrir estudio primero en Madrid y después en Nueva York, buscando nuevos diálogos y estímulos. En México le sorprende la escultura azteca, sus formas quebradas, su dureza, incluso su natural crueldad.
En esta exposición, pensada para el Marco, Leiro preparó obras con las que responder, a veces desde la paradoja, a sus peculiares espacios; no en vano es uno de los escultores con más sentido del espacio, con más soltura urbanística.