El arte urbano suele ser, además, un elemento crítico que supera los cortes de la crítica ortodoxa y de los intereses políticos e institucionales. Mediante el arte callejero cualquiera puede expresar sus ideas y sus fobias sobre una pared. En el peor de los casos se cubrirá con una mano de pintura o con un chorro de arena o de agua a presión. Y cuando ese arte callejero aparece simplificado como una sola palabra o una frase, en vez de borrarlo se modifica el mensaje incómodo —para algunos— con la inclusión o con el borrado de alguna que otra palabra, según sean los intereses. Rápidamente, el arte urbano tiene cada vez más admiradores por su calidad y por la cercanía de sus mensajes, y sale a la calle espontáneamente incluso por las ventanas de las casas, algunas de ellas deshabitadas, como la de la fotografía, aprovechando, precisamente, el viejo marco de madera para destacar el conjunto, convirtiéndose en una ventana abierta al arte.