Justo antes de cualquier concierto, no hay como mirar al cielo para saber lo que te espera. Eso pensaron los miles de asistentes al recital de rock de Andrés Calamaro que inauguró esta noche la temporada en el parque de Castrelos. Y es que el anuncio de lluvia suele cambiar la percepción de los fans que, en el minuto antes de salir su artista, se mentaliza interiormente: aunque llueva o truene, estoy aquí, lo voy a ver (a mi cantante favorito), y lo demás no importa.
El tiempo respetó y Calamaro salió a darlo todo encima de un escenario. Minutos antes, el alcalde de Vigo, Abel Caballero, calentaba motores con su ya tradicional discurso estimulante inaugurando la temporada de conciertos en el «auditorio natural del mundo», antes de que el argentino hiciese su aparición.
Acompañado de su banda en una tarima espectacular desde la que se divisaban los casi 15.000 asistentes que no dejaron de corear cada uno de los temas que el argentino decidió para un Vigo volcado en su música. Poco le importó a ‘El Salmón’ la procastinación de cientos de asistentes que se agolparon a la entrada para comprar un ticket de última hora.
A las 22.00 horas de este sábado, 8 de julio, sonaron los primeros acordes de ‘Output input’ y el concierto comenzaba sin ellos. Largas colas rodeaban las inmediaciones del recinto olívico. «Abrieron las puertas muy tarde y aquí ya había unas colas tremendas. Es un poco caos todo», relataba una de las asistentes que consiguió entrar a los veinte minutos de haber comenzado el concierto.
Con un tímido «hola», el argentino abrió la temporada de Castrelos en la ciudad olívica tras publicar recientemente el disco ‘Honestidad brutal: extra brut’, que permite disfrutar de temas como ‘Te quiero igual’, ‘Cuando te conocí’ o ‘Maradona’ y que sonaron el sábado por la noche en un recinto que se volcó, lo acompañó y lo arropó como nunca. «Llegar a Vigo es como llegar a casa, a Buenos Aires», decía hace pocos días. De sobra es conocido para los fans vigueses el estrecho vínculo que le une a la ciudad, a través del pub La Iguana con el que tiene una relación personal desde 1.999.
A partir de ahí todos fueron temazos dirigidos como flechas al corazón de sus fans gallegos: ‘A los ojos’, ‘Verdades afiladas’, ‘Me arde’, ‘Los aviones’ o ‘El Salmón’ fueron solo algunas de las canciones que repasan su último disco que se mezclan con los clásicos de siempre en su etapa en Los Rodríguez. Fue en ese momento cuando Castrelos estalló. Llegó el turno de ‘Sin documentos’ y ‘Flaca’ y los fans eclipsaron al argentino. 15.000 voces tarareando los clásicos, superando a los altavoces. Al argentino no le quedó más remedio que rendirse y dedicarse solo a sus teclados.
Calamaro es amigo de pocas palabras detrás y delante del micrófono. Lo saben los fans que acuden a sus conciertos en búsqueda de su música, sí, pero también de alguna consigna que les estimule para el próximo tema. Apenas alguna frase que de vez en cuando deja caer. Pero quizá esa sea su esencia, su impronta. «Es un tipo refugio», dice alguien en una de las tremendas colas que aún persistían tras media hora de recital. Sus gafas de sol en la noche, su negro vestir, los pañuelos, la parquedad y sus letras dirigidas a los que como a él, la música ha sido su refugio.
La temporada de conciertos en Castrelos quedó inaugurada con un Calamaro entregado a su causa: entretener a sus seguidores y procurar sus ganas de volver al próximo encuentro. Con un «hasta siempre Vigo» el argentino se despidió, no sin antes desplegar todo su potencial en los últimos temas de la noche, los que le encumbraron al éxito sin paliativos.