Disclaimer. Si no has visto la película «La virgen roja» y tienes intención de hacerlo, no sigas leyendo.
Desde la adolescencia, soy una lectora voraz de Almudena Grandes. “La madre de Frankestein” fue la última novela de la escritora que consiguió enamorarme. Grandes era una gran conocedora de la Guerra Civil española y del Madrid de la posguerra. Se movía como nadie en escenarios por los que nunca transitó y sin embargo era capaz de llevarte por ellos a través de sus palabras. Cuando cayó en sus manos el expediente del hospital psiquiátrico donde recluyeron a Aurora Rodríguez Carballeira después del crimen, la novela, estaba hecha.
Fui al cine terriblemente ilusionada porque Rodríguez Carballeira sería interpretada por Najwa Nimri: y efectivamente, no me defraudó. Una mujer con tanta potencia en escena, tan camaleónica y con ese fuerte carisma, era la ideal para el personaje. Aunque la película se centra en las ideas de revolución sexual de su hija, Hildegaart, la actriz, Alba Planas, haciendo una buena interpretación, está totalmente empañada por la actuación de Nimri. Al igual que los personajes reales, la chica, a pesar de mostrar un intelecto muy superior a la media, nunca dejó de ser la obra de una mujer que creyó tanto en la revolución que quiso engendrarla en su propio vientre: su hija iba a ser el instrumento con el que vehiculizar sus ideas progresistas a través de la liberación sexual de la mujer.
Ni Almudena Grandes en su libro, ni en las entrevistas que dio después, pudo esclarecer mucho sobre el pasado de Aurora: no era pedagoga de formación, no tenía estudios reglados y solo sabemos que su educación autodidacta en la atrasada Galicia de finales del siglo XIX era debida a la fortuna de su padre. No se indaga en esa obsesión de la protagonista por el sexo. Qué le pasó en su infancia. Solo se recalca los libros que había leído sobre las teorías eugenésicas de la época.
Me gusta mucho que en la película la protagonista no da en ningún momento la sensación de desequilibrio mental, ni tan siquiera en el momento que da muerte a su propia hija. Los informes médicos a los que se tuvieron acceso en su día, solo etiquetaron a Aurora como paranoica. No se indagó más de cómo una mujer que entregó su vida a la educación de su hija, pudo acabar con ella explicando los hechos de una forma total y absolutamente racional.
¿El motivo del crimen? La relación amorosa de la chica con un joven socialista. En este caso, interpretado por Patrick Criado que, a pesar de que desde Águila Roja no ha dejado de darnos entretenimiento, pasa por la película sin pena ni gloria.
Tampoco he entendido muy bien por qué los guionistas le dan tanta cabida a Pepito Arriola, el sobrino pianista al que Aurora crió como un genio. El boceto sobre el que se inspiró para crear a su “estatua de carne” como llama a Hildegaart. No aporta mucho a dar explicación ni a la vida de la protagonista ni al asesinato posterior de “su obra”.
Me encantaron las críticas ocultas al socialismo actual en medio de una película que es capaz de meterte de lleno en el Madrid republicano: vestuario, escenarios, ideas… para alguien como yo que le ha fascinado siempre la historia de España del siglo XX, todas las escenas son un deleite visual.
Como gallega, pienso que a Aurora y a Hildegaart, se las retrata como señoritas madrileñas de los años treinta. Entiendo que físicamente sería poco comercial una actriz que tuviera las características anatómicas de una señora gallega criada en un pazo. Tanto como si se quiere reflejar la moda de la época, como una historia de amor en el Madrid de la II República, sigue pareciendo que físicos más acordes a la estética actual quedan mejor en pantalla.
Otra cosa que me llamó la atención es que una chica precoz como Aurora, con múltiples teorías sobre la sexualidad femenina y lo que podría considerarse un novio/pretendiente de la época, no considerara mantener relaciones sexuales.
Tampoco la correspondencia de la época de ella misma, el expediente del juicio o las notas del sanatorio donde estuvo su madre, dejan claro si Hildegaart murió conociendo algo de lo que teorizó en exceso durante su corta existencia. Lo más probablemente es que no. De ahí que el título de la película sea totalmente acertado.
En definitiva, si alguien quiere recomendar a sus amistades un film de rabiosa actualidad, “La virgen roja”, una historia que pasó hace casi 100 años, nos habla de realidades presentes en el 2024. Sin duda, una obra maestra de su directora, otra mujer de su tiempo, Paula Ortiz.