Ha llegado a las salas de cine la última película del director surcoreano Bong Joon–ho, que aborda la crítica social por medio de la ciencia ficción más despiadada, la que cosifica al ser humano y lo reduce todo a números, en este caso la exploración y colonización de otros mundos por parte de promotores privados.
En 2022, Edward Ashton publicó Mickey 7, una novela que aborda el tema de la clonación y la digitalización de la mente humana desde la perspectiva de un capitalismo imparable que se ha hecho dueño de la exploración espacial. En una época futura en la que la mayor esperanza de la humanidad reside en la colonización de otros planetas, esta recae en manos de las grandes fortunas, que son las que pagan las naves, seleccionan a la tripulación y de paso encabezan exitosas carreras políticas que les entregan el poder a través de las urnas. Todo muy actual, como si hubiera sido un presagio de lo que vivimos en 2025.
El recurso de los clones en la ciencia ficción viene de mucho más antiguo y entronca con la antigua leyenda del doble o doppelgänger, el gemelo malvado o sombra de un personaje, que adquiere voluntad propia y causa extrañeza, situaciones cómicas o terror. Con ese sentido lo hemos visto en multitud de obras, y en concreto la mercantilización del cuerpo humano como objeto desechable aparece de manera significativa en Carbono modificado, de Richard Morgan, y en el resto de la trilogía de Takeshi Kovacs.
Mickey7 lleva el tema un poco más allá, cuando la exploración de otros mundos, sumada a la creación de una maquinaria que fabrica clones a partir de desechos cárnicos y del almacenamiento de la identidad humana en un soporte físico, llevan a la selección de los Prescindibles, individuos que entregan su cuerpo a una empresa para que esta arriesgue su vida según le plazca. Ante reparaciones imposibles, misiones suicidas o enfrentamientos con alienígenas desconocidos, siempre es un Prescindible al que eligen para que lleve a cabo las peores tareas, sabiendo que, si muere, podrán regenerarlo en poco tiempo. Es el capitalismo más extremo, el que selecciona a los individuos según su coste y rendimiento, y para el que lo único importante son los resultados. Puede sonar estrambótico y que algo así no ocurrirá nunca, pero recordemos que en los primeros años de la aviación no había paracaídas, porque los aviones eran mucho más caros que los pilotos.
Bong Joon–ho ha realizado una adaptación al cine que muestra ese dilema puramente economicista y nos cuenta la vida de uno de esos Prescindibles en su trabajo durante la exploración del llamado planeta Niflheim, lo que le ha costado ya muchas vidas. La película tira más de humor satírico, lo que hace recordar a una comedia de enredos en el espacio al estilo de la clásica serie Enano rojo, con personajes extremos y situaciones inverosímiles. Pero la crítica de fondo sigue ahí, como un recordatorio de que el dinero sin moral puede comprar incluso la muerte.