Se ha estrenado en cines la última versión de las Tortugas Ninja, unos personajes que nacieron como una parodia de cómic y que ya han pasado por todos los medios y han enganchado a dos generaciones de lectores y espectadores de todo el mundo. Pero ¿quiénes son estas nuevas Tortugas?
En 1984, dos autores de cómic primerizos que vivían juntos, Kevin Eastman y Peter Laird, se pusieron a jugar con los conceptos que más les gustaban (¿Y si el mejunje radiactivo que le dio poderes a Daredevil hubiera afectado en su lugar a una rata y cuatro tortugas de las alcantarillas de Nueva York? ¿Entonces no se enfrentarían a la orden de La Mano, sino al Clan del Pie? ¿Y cuántos mutantes más habrían surgido de ese vertido tóxico?). Así nació una de las franquicias más exitosas de finales del siglo XX y principios del XXI, que en su origen no iba a ser más que un cómic unitario del que editaron 3.000 copias con su propio dinero y el de su gente más cercana, y en cambio agotó su tirada tan rápido que a los autores no les quedó más remedio que embarcarse en la creación de una serie regular, que ha vivido distintos volúmenes y se sigue publicando hoy en día. En aquel entonces, las historias mostraban violencia explícita y escenas arriesgadas que en absoluto iban dirigidas a niños, y que entroncaban de nuevo con su querido ‘Daredevil’ y, en concreto, con la impresionante etapa de Frank Miller en la colección. Todos esos callejones sórdidos, alcantarillas humeantes y hampones de rostro patibulario venían de Miller, y antes de él vinieron de Will Eisner y su ‘Spirit’. Los guiones mostraban lo bien que se lo estaban pasando Eastman y Laird al juntar los tópicos más rocambolescos de la ciencia ficción: robots, alienígenas, universos paralelos o viajes en el tiempo. Cada número podía ser más loco que el anterior y sus resultados más espectaculares.
En 1987, el fenómeno de las Tortugas dio el salto a la animación, donde protagonizaron casi doscientos episodios a lo largo de diez temporadas. Su éxito fue colosal en todo el mundo, pero trajo consigo un cambio drástico: la reducción del componente de violencia en favor de escenas cómicas, ya que la edad a la que iba dirigida había bajado muchísimo. Los protagonistas apenas usaban sus armas y nunca contra humanos, las escenas de acción se volvían más cortas y toda la parafernalia de ciencia ficción desenfrenada constituía la base fundamental de la serie. Esta ha sido la más popular de las creaciones en torno a estos personajes y la que ha cimentado, por ello, lo que la mayoría del público recuerda de su universo.
Desde entonces ha habido muchas producciones distintas: otros cómics, series, películas de imagen real, videojuegos y juegos de rol. Y siempre ha flotado sobre esta franquicia la sospecha de una violencia excesiva que podía obligar a que la censuraran, algo que los diversos guionistas han tratado de sortear en todo momento.
Este fin de semana ha llegado ‘Tortugas Ninja: Caos mutante’, un nuevo largometraje de animación por ordenador que retoma un legado de éxitos pero que, al mismo tiempo, busca modernizar la franquicia para una vida más propia de 2023. La premisa de la que parte el guion es que las Tortugas sean verdaderamente unos quinceañeros de hoy en día en la Gran Manzana, y por ello utilicen teléfonos móviles, hablen con argot y sientan la enorme barrera generacional que los separa de Splinter, su padre y ‘sensei’. Al mismo tiempo, su dinámica es de auténticos hermanos, y por ello se pelean, desafían la autoridad paterna y buscan encajar en el mundo, uno que ni siquiera sabe que existen los mutantes.
En definitiva, la trama de la película se mueve alrededor de dos preguntas básicas, que terminan por hacerse todos sus personajes en un momento o en otro: quién soy y cuál es mi lugar. Los héroes, su padre, los villanos y la tradicional April O´Neil deben encontrarse a sí mismos, en una especie de ‘viaje del héroe’ que dota al guion de su componente épico. Porque resulta que el origen de la mutación de las Tortugas es una sustancia viscosa que terminó en las alcantarillas por casualidad después de una lucha en el laboratorio de Baxter Stockman, un científico desequilibrado que pretendía usarla para transformar animales en humanoides. A lo largo de la cinta, los protagonistas descubrirán que hay un grupo de mutantes cometiendo robos de alto nivel en la ciudad de Nueva York, y que su líder, Superfly, tiene intereses muy particulares contra los humanos. ¿Qué bando elegirán las Tortugas en esta guerra? ¿Se identificarán con los mutantes y unirán sus fuerzas al terrible Superfly, o más bien defenderán a la humanidad aunque esta las repudie y las considere monstruos?
Sin duda, la gran baza de esta película es la caracterización de los personajes: unos quelonios inseguros y deseosos de llevar una vida corriente como otros chicos de su edad, un padre temeroso de lo que ocurra con ellos y que prefiere retenerlos en las alcantarillas por miedo al desastre, unos villanos que están orgullosos de ser mutantes y no piensan bajar la cabeza ni escapar de los humanos… Pero la gran ruptura frente a versiones anteriores radica en April O´Neil, que ahora tiene los rasgos de una chica de color, pelo revuelto, grandes gafas cuadradas y cuerpo no normativo. Ella es la versión humana de las propias Tortugas, con sus miedos e inseguridades con respecto a si podrá encajar en una sociedad tan cruel como la nuestra, y que, igual que ellas, tendrá que superar para construir su futuro. No el que le haya marcado nadie, sino el que ella decida de acuerdo con sus oportunidades —y un poco de suerte—. La batalla entre unos mutantes y otros servirá de catapulta a estos jóvenes que aún tienen que definir su personalidad, triunfar en la vida, encontrar el amor y muchas más cosas apasionantes que ocurren en la adolescencia.
Por primera vez en la historia de la franquicia, las voces de las Tortugas provienen de quinceañeros auténticos, y además la historia es fresca, los personajes están sólidamente definidos y la trama permite una secuela que ya parece anunciada por la escena post–créditos. Estas no son las Tortugas Ninja de la serie de televisión de los 80 ni las del cómic que dio origen a todo. Son unas Tortugas de 2023, sin nostalgia, sin complejos y con unas ganas tremendas de hacer que los espectadores disfruten. Ahora solo hace falta que el público se acerque a ellas con esas mismas reglas y la mente abierta, justamente como hacen los quinceañeros, tanto los de Nueva York como los de cualquier otra parte del mundo.