Figuras como Pablo Picasso nunca se cansaron de trabajar, buscando nuevos soportes, adentrándose en otras técnicas y aportando al final una vasta producción que sigue asombrando. «La inspiración existe, pero hay que encontrarla trabajando», cito al propio Picasso. Por otro lado los jóvenes creadores traen aires nuevos sobre lo ya inventado, intoxicados de modernidad e influenciados por el entorno, ellos pueden, la juventud siempre es más permeable.
M-90, aire fresco
Las facultades de bellas artes son incubadoras de desencantados, muchos por desgracia ceden a ese desencanto en vez de convertirlo en creación. Me planteo ahora a mi mismo si el sistema universitario en general no será una factoría de esos desencantados, no sé. La exposición que presenta la Casa da Xuventude hasta el 29 de diciembre nos saca del letargo pesimista y nos da nuevas esperanzas. El colectivo M-90, once creadoras estudiantes de bellas artes exponen «Sobre o libro de artista», una colectiva heterogénea que repasa el dibujo, el collage, la fotografía, la performance y el propio libro de artista.
El libro de artista no es un libro común sobre la obra de un artista, sino un género en sí mismo que nació en 1963 con la obra «Twenty-six Gasoline Stations», de Edward Ruscha, presentó una obra, en soporte libro, concebida y realizada totalmente por el artista, el libro como propia pieza artística y no solo como pieza de comunicación. Creando un nuevo género en el que el libro crea un texto no literario sino plástico. Precursores naturales de este género podrían considerarse, según la historiadora Anne Maeling-Delcroix, a Mallarmé, Apollinaire, a Duchamp y a los poetas concretos y visuales de los años 60. Después de esta pequeña clase de historia que creía necesaria, me centro en la exposición.
Las obras pese a las diferencias de técnica y estilo beben de la modernidad, de una iconografía contemporánea y «redsocialista». Se refleja la influencia del selfie, la estética puramente 2014, la tendencia «boys with phone», ya explorada por el pintor Diego de los Reyes en sus «Narcisos», y la pérdida de intimidad a la que las formas de comunicación actuales nos someten. Una iconografía idealizada carente de sombras, con oscuridad impostada y pseudoerótica y sin ánimo de protesta, propia de esta nueva era de la imagen.
Es patente el extremado mimo con el que las artistas noveles presentan su trabajo, es tierno ver como todavía vibra la ilusión en su forma de trabajar. Pero me desconcierta la falta de información sobre las artistas o el sentido de la obra. El espectador entra en la muestra desnudo y carente de referencias. Quizás es mejor así para poder verla sin condicionamientos… pero eso es tener demasiada fe en el consumidor de arte actual.
El noroeste y otras cosas
Isra Cubillo (A Coruña, 1973) expone en Sargadelos una individual donde el noroeste deja de ser un punto cardinal o un espacio físico y se convierte en un estado mental. Aunque la filóloga Helena Miguelez, a la que aprecio y admiro y que me han chivado que está estos días por Vigo, presente el estereotipo de la Galicia sentimental como un arma política creada para doblegar las ambiciones nacionalistas, los que hemos vivido fuera de Galicia nos hemos emocionado ante una imagen o sonido reconocible, que exulta ese sentimiento patrio. De eso nos habla sutilmente la fotografía de Cubillo, no solo del espacio sino de la carga simbólica de lo habitual, de lo cotidiano y de lo cercano.
Raquel Seco escribe al respecto, que en su fotografía está la nada a la que vuelves cuando te has perdido. Isra Cubillo explora el punctum que definió Roland Barthes, el azar que despunta en algo y el fotógrafo capta. Visión fotográfica, ese don tan escaso.
La exposición se presenta dentro del Outono Fotográfrico en el que colaboran varias instituciones, entre las que (¡Oh que sorpresa!) no está el Concello de Vigo. Esta iniciativa nos traerá en abril la obra de Daniel Díaz Trigo a las salas de Afundación.
Los «Espacio geométricos» de Aurea Pousa
Aurea Pousa es una pintora nacida en Galicia y criada, y alimentada artísticamente, en México y Estados Unidos. La influencia del muralismo mexicano y el arte chicano se hace patente en la ausencia de miedo al color y a la forma. Esta exposición no nos presenta un cuerpo de obra lineal, sino que nos muestra una gran serie de obras, con diverso éxito, que hablan de una autora que se atreve con múltiples estilos. Del figurativo al cubismo, del surrealismo a la abstracción. Con rumores de Vasarely, Chirico o Oscar Domínguez, sin olvidar a los ya citados muralistas mexicanos.
La exposición está en las dependencias de la Alianza Francesa de Vigo. Si bien no es un espacio idóneo para ello, si es de agradecer la excelente iluminación de la obra y el maravilloso trato de todo el personal, que hace más amena la visita a esta muestra, que por lo diversa parece más una antológica de Aurea Pousa Raña, artista hábil e inquieta, que, no por beber de demasiadas influencias, no haya encontrado un discurso propio. Resulta que tiene varios discursos.