Aunque parezca mentira después de siglos de textos escritos y de ficciones literarias, aún es posible revolucionar la manera de contar una historia, como bien ha demostrado el autor del que hablamos hoy. Saltó a la fama internacional en 1996 con su formidable «Seda» y ha creado más de una veintena de obras, siempre arriesgadas. Alessandro Baricco cumple hoy 62 años y por eso recordamos el día en que se decidió a versionar a Homero.
«Todo empezó en un día de violencia.
Hacía nueve años que los aqueos asediaban Troya: a menudo necesitaban víveres, o animales, o mujeres, y entonces abandonaban el asedio e iban a procurarse lo que querían saqueando las ciudades vecinas. Ese día le tocó a Tebas, mi ciudad. Nos lo robaron todo y se lo llevaron a sus naves.
Entre las mujeres a las que raptaron estaba yo también. Era hermosa: cuando, en su campamento, los príncipes aqueos se repartieron el botín, Agamenón me vio y quiso que fuera para él. Era el rey de reyes, y el jefe de todos los aqueos: me llevó a su tienda, y a su lecho. Tenía una mujer, en su patria. Se llamaba Clitemnestra. Él la amaba. Ese día me vio y quiso que fuera para él».
En el año 2004, el escritor turinés Alessandro Baricco, que ya había desarrollado textos teatrales con anterioridad, se decidió a versionar «La Ilíada», de Homero, con el fin de obtener una obra que se pudiera representar hoy en día, acorde a la sensibilidad del espectador moderno y con una duración adecuada. Con la ayuda de Maria Grazia Ciani y Monique Veaute, inició un proyecto colosal, de inmenso respeto, pero también de practicidad. Baricco era consciente de que ya quedaban lejos los tiempos de la Antigua Grecia, cuando las obras de Homero se representaban con asiduidad, como base de la educación de un ciudadano. La historia del asedio de la ciudad de Troya, los dioses que lo hicieron posible y los guerreros que tomaron parte en él constituían una de las mayores lecciones para un griego. Todos se criaban ante la imponente figura de Aquiles, el amor de Paris y Helena o la defensa hasta el desastre de Héctor. Pero en nuestros tiempos resultaba imposible llevar a escena algo tan monumental y de una duración tan considerable. Baricco no tembló ni un instante a la hora de enfrentarse a un desafío tan complejo —o no sabemos que lo hiciera—. Para ello tomó cuatro decisiones concretas: recortar la extensión, modernizar el estilo, dar la palabra a los protagonistas y añadir algunos textos que aclararan la historia —tomados de Eurípides, Apolodoro e incluso de «La Ilíada», del propio Homero—.
En efecto, «Homero, Ilíada» es una sucesión de monólogos teatrales en los que cada personaje cuenta su participación en los últimos días del largo asedio de Troya, cuando Aquiles desata su furia y eso conlleva el final de la guerra. Voz tras voz, las circunstancias se humanizan con respecto al original, los dioses ya no intervienen de primera mano y los actos encuentran su porqué. La trama avanza en base a las decisiones personales de los protagonistas, sus odios, su egoísmo y su valentía. La épica se vuelve mundana y eso la engrandece más todavía. La princesa fugada, el rey burlado, el príncipe que se sacrifica por su pueblo, la esposa que ve morir a su hombre desde la muralla… todos tienen su momento de gloria, todos pueden contar su propia Ilíada para que el mundo la escuche.
El libro termina con un truco de mago que resulta perfecto. La obra de Homero acaba en realidad con el desenlace de la batalla entre Aquiles y Héctor, y la petición del rey Príamo al respecto. Pero Baricco no creía justo que el lector moderno se quedara sin la resolución del asedio de Troya, por eso adaptó una escena de «La Odisea» y la utilizó como epílogo: la narración de Demódoco acerca del caballo donde se ocultaron los aqueos para traspasar la muralla de la ciudad. Es un cuento de muerte y crueldad, de la destrucción absoluta de Troya y de la vergüenza que sufrieron sus defensores. Y quieren los dioses que aquel viajero frente a quien está hablando Demódoco sea el mismísimo Ulises, incapaz de volver a su patria desde aquella guerra, viviendo cientos de aventuras en busca de Ítaca.
«Homero, Ilíada» se representó dos veces en ese 2004, una en Roma y otra en Turín, y se retransmitió en directo por la radio. Después fue adaptada en forma de libro y traducida a numerosos idiomas. La mítica caída de Troya volvía a ser narrada, ante un público nuevo, pero con los mismos resultados que tenía Demódoco ante Ulises: conmover el corazón de los hombres, incluso de aquellos que ya habían escuchado eso mismo cientos de veces. Porque, en la voz de un contador de historias, ninguna está olvidada del todo y aún es capaz de despertar nuestros sentimientos. Y está claro que Alessandro Baricco es uno de los mejores contadores de historias que hay en el mundo actual.