Hoy cumple años uno de los artistas españoles más universales y el que sin duda ha tenido más trascendencia en el mercado del cómic estadounidense. Su arte se ha convertido en la referencia del género de superhéroes y aun hoy en día, con 72 años, sigue en activo. Por eso queremos homenajearle, hablando de una de sus obras más representativas.
En 1988, Gerry Conway y José Luis García López se unieron en «Cinder y Ashe», una serie revolucionaria para DC Comics. Los tiempos habían cambiado y la censura del mercado americano estaba aflojando su yugo. Las grandes editoriales se arriesgaban a crear productos extremos, polémicos y experimentales. Las libertad de guionistas y dibujantes era casi absoluta. Frank Miller había sacudido la industria con sus obras para Daredevil y Batman. Alan Moore ya se había ganado un nombre como uno de los escritores más innovadores del siglo. Tanto DC como Marvel incluían en sus comics temáticas más adultas, como las drogas, la prostitución, la violencia de género o los abusos en la infancia. Los editores aceptaban que se mostraran escenas explícitas de sexo o agresiones, sin que los dibujantes tuvieran que disimularlo. En definitiva, la propia sociedad se había concienciado de que el horror existía ahí fuera, de que el ejército americano podía perder una guerra y de que sus políticos también podían ser corruptos.
Conway y García López ya habían colaborado juntos en «Atari Force», una surrealista epopeya cósmica que había demostrado que, en las manos adecuadas, incluso un trabajo de encargo llegaba a convertirse en una obra de arte. Después cambiaron de tono por completo y ofrecieron a DC Comics una obra sucia, dura y realista, más en la línea de «Acorralado» (la primera película de la serie de Rambo, que se había estrenado seis años antes) y «Canción triste de Hill Street» (la serie de televisión, que estaba en antena desde el ochenta y uno). «Cinder y Ashe» presenta la historia de dos víctimas de la guerra de Vietnam: Jacob Ashe, un soldado que creía en las virtudes del ejército hasta que se estampó con la realidad; y Cinder Dubois, una chica mitad americana y mitad vietnamita, que había crecido como ladrona en los barrios bajos de Saigón, hasta que Ashe le dio una nueva vida. Juntos forman una curiosa pareja de soldados de fortuna en Nueva Orleans, tipos extraños que se ganan la vida ayudando a los más necesitados, los excluidos de la sociedad, que generalmente no pueden contar con nadie. El problema surge cuando su último cliente resulta estar metido en un asunto extremadamente peligroso, con ramificaciones políticas y económicas de alto nivel, que conllevan el regreso de un mercenario con el que los protagonistas no querían volver a encontrarse: el antiguo agente de la CIA al que Cinder debe sus traumas de infancia.
«Cinder y Ashe» es una delicia de miniserie, sobre todo por el arte de José Luis García López. El artista había cumplido cuarenta años cuando hizo este cómic y se nota su maestría en todos los ámbitos. Las expresiones faciales, el movimiento, la ropa, las escenas de acción, los encuadres y sobre todo el lenguaje corporal de todos los personajes sorprende treinta años después. No son únicamente seres de tebeo, sino personas que sufren, aman, se esfuerzan o tienen miedo. Las balas impactan de verdad y la sangre salpica, roja y brillante. La ropa cae sobre los hombros, se ensucia o se arruga con cada movimiento. La manera de andar y de actuar de los protagonistas cambia en las distintas épocas en que transcurre la historia, y no tiene nada que ver la inocencia de sus primeros tiempos con la dureza fibrosa del presente, cuando ya han digerido todos sus traumas (o eso quieren creer).
García López nació en Pontevedra en 1948 y su familia emigró a Argentina cuando tenía tres años. Allí se empapó del arte de Alex Raymond, Hal Foster y José Luis Salinas y pronto empezó a despuntar con su propio trabajo. A los veintiséis se mudó a Nueva York, donde se unió brevemente a Chalrton Comics y poco después inició su larga carrera con DC. Desde ese momento su labor revolucionó el género, hasta el punto de que ha sido considerada como la manera correcta de dibujar superhéroes. DC Comics le encargó que elaborara una guía de estilo para el resto de autores, donde sentaba el canon de todos sus personajes, y esas imágenes han servido desde entonces para miles de piezas de merchandising.
«Cinder y Ashe» es una obra fundamental en la carrera de García López, un ejemplo de su maestría cuando estaba en su mejor momento y una historia objetivamente buena, que aguanta muy bien el paso del tiempo y que se habría merecido alguna continuidad.