«Cuando vio que su marido regresaba del templo, la esposa del alcalde se obligó a creer que llevaba al hombro un saco de trigo. La víspera, la pareja de campesinos había festejado el cumpleaños de su hija menor, que estaba encantada con su regalo: una muñeca de trapo que le había fabricado su padre. Con las amigas de su edad, la niña jugaba en mitad del camino que cruzaba el Cerro–de–los–Pajaritos, una aldea de la provincia de Herakleópolis, en el Medio Egipto. El hombre arrojó al suelo su saco vacío.
—Ya no queda nada. Hasta los propios sacerdotes pueden morir de hambre, y los dioses no tardarán en volver al cielo, porque nadie piensa ya en respetar las leyes de nuestros antepasados. Mentiras, corrupción, egoísmo; esos son nuestros nuevos dueños».
Así comienza «El faraón negro» y, en solo unas líneas, Jacq explica perfectamente de qué trata su novela: nos encontramos alrededor del año 730 a. C., durante el llamado Tercer Período Intermedio de la Historia de Egipto, lejos ya de la magnificencia del período de Ramsés, y con un reino que ha sido dividido por la guerra entre las tribus libias del norte y las nubias del sur, con las consiguientes decadencia y pérdida de valores. Egipto es solo un terreno que se reparten los conquistadores a golpes de espada, lo que ha provocado la ira de los dioses. La hambruna y la pobreza son habituales para los ciudadanos sencillos, y no parece que vaya a mejorar. Por el norte avanza Tefnakt, líder de la confederación de tribus libias, que ansía convertirse en señor del Alto y el Bajo Egipto, como cinco siglos antes lo era Ramsés II. Al sur se encuentra Pianjy, señor de Nubia, que se autoproclama el último faraón y enviado del dios Amón a la Tierra, pero que nunca sale de su capital, Napata, demasiado alejada de la guerra. Entre medias se hallan las valiosas ciudades de Hermópolis, Herakleópolis, Menfis y Tebas, en las que se decidirá el enfrentamiento entre ambos reyes, ambos pueblos y ambas formas de entender su lugar en el mundo.
Libios contra nubios, piel clara contra oscura, materialismo contra religiosidad. Ciudad a ciudad, muralla tras muralla, un ejército y otro buscan la supremacía en un conflicto que va a marcar el mundo conocido y a decidir quién encabezará la nueva dinastía de faraones egipcios, que habrá de pasar a la Historia como la XXV dinastía.
Todo esto ocurrió verdaderamente en Egipto alrededor del año 730 a. C. y tenemos constancia de ello gracias a una formidable estela encontrada en Gebel Barkal, la montaña sagrada de la ciudad de Napata (en el actual Sudán), donde tenían su capital los nubios de Pianjy. Esta región alberga restos arqueológicos tan importantes que toda ella (Gebel Barkal, junto a las ciudades nubias de Napata y Meroe) fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el año 2003.
Pero Jacq no se limita a transcribir los hechos que aparecen en la estela acerca del enfrentamiento entre Pianjy y Tefnakt, sino que rodea a ambos de unas cortes vivas, complejas, conspiradoras y problemáticas: el libio Akanosh, del Delta del Nilo; los maquiavélicos consejeros Nartreb y Yegeb; el arquero Puarma; el escriba Cabeza Fría; la reina Abilea; el obeso Otoku; la arribista Aurora; o Lamerskeny, el del brazo de madera. Cada uno aporta su esfuerzo y su moral cambiante a una trama intensa, corta y salvaje, de la que la mayoría no saldrá con vida. Tanto los hechos bélicos —más del gusto de Tefnakt— como las ofrendas religiosas —a las que se dedica Pianjy a lo largo de su viaje— tienen su hueco en una novela que se ocupa por igual de ambas cuestiones, y también de las puramente personales y de las administrativas, de la misma forma que los faraones egipcios eran hombres, guerreros, reyes y dioses a partes iguales. Solo aquel que comprenda esas distintas facetas de su rol como gobernante podrá ser el faraón de la XXV dinastía y recibirá el favor de los dioses.
Christian Jacq es uno de los mayores expertos en egiptología y uno de los escritores de mayor éxito de las últimas décadas. Sus obras se publican en treinta países y han recibido los galardones más prestigiosos, tanto sus novelas como sus ensayos. Es historiador y doctor en egiptología por la Universidad de La Sorbona. Cuenta con más de cincuenta publicaciones, todas ellas entre las más vendidas de la Historia. Y, por lo que parece, tiene carrera para mucho tiempo más, ya que en 2016 publicó «El libro prohibido», segunda entrega de la serie «Los misterios de Setna».
El Antiguo Egipto sigue vivo en las apasionantes páginas de Christian Jacq y se resiste a desaparecer, best–seller tras best–seller.