Aunque nacido en Alicante, Óscar Montoya ha encontrado en Vigo un hogar y un entorno ideal para dar rienda suelta a su creatividad literaria. Residente en la ciudad desde hace años, Montoya combina su trabajo en una empresa de comercio exterior con su vocación como escritor. Tras el éxito de De otro lugar, editada en 2019 y finalista del premio Silverio Cañada, y Lo que te persigue, que vio la luz en 2021, el autor regresa con Murciélagos Blancos, una novela que promete atrapar a sus lectores con su combinación de humor, nostalgia y crítica social.
La historia, ambientada en Cuevas del Río, Granada, en 1987, sigue a tres adolescentes (Lucas, Gloria y María Celeste) que comparten sueños de convertirse en escritores mientras enfrentan un entorno lleno de tensiones familiares y sociales. A través de sus peripecias, Montoya reflexiona sobre la adolescencia, la emigración, la corrupción adulta y el poder transformador de las palabras.
Las cuevas de Granada
Cuando preguntamos a Montoya sobre cual fue la chispa que encendió el nacimientos de su última obra, el autor lo tiene clara y no duda en compartirlo con nosotros, «mi familia es originaria de un pueblo granadino formado por viviendas excavadas en las lomas. De niño, las cuevas me parecían mucho más profundas y misteriosas de lo que eran, casi como si conectaran con el centro de la tierra. Esa visión infantil, distorsionada y mágica, fue el germen de Murciélagos Blancos”, así, las experiencias de su infancia influyeron funcionaron como combustible para su motor creativo.
Esta conexión personal impregna la narrativa de autenticidad y nostalgia, aunque, como el propio autor aclara, no es una nostalgia idealizada: “La nostalgia es una vulgar trampa, pero también es inevitable. En esta novela, intento abordarla desde la poesía, con cuidado, sin caer en clichés que trivialicen la experiencia”.
Equilibrio en la narrativa
Una de las características más destacadas de Murciélagos Blancos es su habilidad para moverse entre el humor y la emoción, un equilibrio que Montoya maneja con maestría. Citando a Mark Twain, el autor afirma que “el humor es igual a tragedia más tiempo”, pero añade su propio giro: “Yo suelo darle muy poco tiempo a la tragedia para convertirla en humor. Me gusta que los personajes se rían de sí mismos, del mundo y del autor que los ha creado. Cuando eso sucede, la historia gana en verosimilitud”.
Este enfoque permite que los personajes principales, con sus sueños y sus fragilidades, se conviertan en espejos de las emociones universales de la adolescencia; él mismo describe a la novela como “la más personal y compleja que he escrito hasta ahora”.
«Nada es lo que parece»
La percepción juega un papel clave en la novela, especialmente en cómo los jóvenes protagonistas interpretan los conflictos de los adultos que los rodean. Para Montoya, la mente de un adolescente es como una cueva: “Una gruta profunda y misteriosa donde se forman los sueños. Los protagonistas de la novela tienen la cabeza llena de pájaros… o más bien de buitres, que les impiden comprender los tejemanejes de los adultos”. Esta perspectiva añade una capa de complejidad a la trama, que combina elementos de misterio con una incisiva crítica a las dinámicas de poder y corrupción en las comunidades rurales.
Una obra que ya está dejando huella
Aunque Murciélagos Blancos lleva poco tiempo en las librerías, ha sido recibida con entusiasmo por la crítica. Montoya, sin embargo, afronta este reconocimiento con cautela y humildad: “Como todo recién nacido, todo son alegrías y bienvenidas. Veremos qué sucede cuando crezca”.
Con esta novela, Óscar Montoya confirma su capacidad para crear historias que trascienden lo anecdótico, abordando temas universales desde una óptica personal e intransferible. Una obra que nos invita a explorar las profundidades de las cuevas (reales y metafóricas) donde se forman nuestros miedos, sueños y recuerdos.