Pero en este caso Desirée no acudía para hablar de amor hacia su pareja, sino del amor a uno mismo, el amor propio. Ese que la abandonó a los 16 años al quedarse sin una pierna pero que supo recuperar al dejarse ayudar y sentir de cerca a las personas de su alrededor.
La joven deportista relató su experiencia desde el principio, desde sus inicios en la gimnasia acrobática o sus escarceos en el mundo del circo, con recuerdo incluido para el club Flic Flac. “Cuando eres un adolescente -reconoce- hasta si te sale un grano es un drama”, por lo que no tuvo reparos en admitir lo “difícil” que fue verse sin una pierna.
Vila recuerda como si fuera ayer que su vida dio un vuelco un 4 de marzo en la UCI del hospital. Vio entrar a sus padres y al médico con rostros que traían malas noticias cuando ella sólo pensaba en volver al deporte. A partir de ahí el problema ya no era si podría ir a la playa ese verano por culpa de unas incómodas muletas sino cómo asimilar una discapacidad.
“Es una situación para la que nadie te prepara y nadie te dice cómo tienes que reaccionar. Mi primera reacción fue de enfado contra el mundo. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Pero he entendido que cada uno tiene lo suyo. Lo mío es físico y se ve. Pero otros tienen problemas diferentes, económicos por ejemplo”, reflexiona.
Desirée tuvo una profunda etapa de negación que se extendió a su entorno familiar. “No me dejaba a mí mismo avanzar. Había sido campeona de España y había participado en un Mundial pero esto no me dejaba vivir el presente”, confiesa. Cosas tan normales como llevar pantalón corto en verano se convirtieron en una dificultad mayúscula. “No quería que me vieran con la prótesis. Me miraba al espejo y no me aceptaba. Pero en el momento en el que te aceptas, no puedes volver al pasado”, apunta. Ahí entró en juego el amor. El amor propio, en este caso, que causó un efecto contagio. “Cuando aprendí a quererme, dejé que los demás me quisieran a mí”, revela.
Punto de inflexión
Así lo cuenta en ‘Lo único incurable son las ganas de vivir’, el libro que acaba de publicar y que el centro comercial sorteó entre algunos de los asistentes al coloquio, que tuvieron la oportunidad de hacerle preguntas. Un libro que supuso un mecanismo de autoayuda pero que también escribió para ayudar a quienes se puedan sentir identificados.
“Quería recoger los testimonios de las personas que han vivido esto conmigo”, explica. Esas personas que también se sentían culpables, como sus padres o incluso su hermana pequeña, que al final fueron las que le animaron a probar el deporte adaptado. Ese fue un punto de inflexión. Se llenó de ganas, de objetivos y de sueños. Le faltaba el deporte y conoció a gente en su misma situación, lo cual cambió su mentalidad y le ayudó a darse cuenta de que “todos tenemos limitaciones”. “Hay que aceptar que hay cosas que no vas a poder hacer más, porque tu vida ha cambiado. ¿Realmente los problemas son externos? Los puedes estar creando tú”, señala.
Así, Desirée optó por “seguir hacia adelante” y pensar en que tenía que convertir lo que le había pasado en “una oportunidad”. “En estos cuatro años he aprendido más que en los 16 anteriores. El cambio es un regalo en la vida, en cualquier situación. Nos decimos que no queremos cambiar porque no sabemos qué va a pasar, pero estamos perdiendo la oportunidad a que nos pase algo mejor”, resume.