Éstas han sido sus respuestas:
1. Carlos J. Eguren:
Nací a principios de los ’90, así que pertenezco a la generación de Harry Potter. «La Piedra Filosofal» fue el primer libro de verdad que leí (léase «libro de verdad» como «libro que no tenía dibujos»). Y lo devoré en una semana. Cada capítulo era una nueva aventura y me enganché a su misterio: ¿quién demonios quería hacerse con la Piedra Filosofal?
J. K. Rowling me descubrió un mundo lleno de magia, grandes personajes y momentos. Nunca olvidaré cuando Hagrid le descubre que es un mago o cuando Harry tiene que afrontar las distintas pruebas para llegar a la Piedra y lo hace con sus amigos: Ron y Hermione. Decía Stephen King que Harry Potter va sobre la amistad y yo también lo creo.
Como anécdota, recuerdo que al descubrir quién era el villano (que no era Snape… ¡¿Cómo?! Perdón por el spoiler), pensé que el libro estaba mal, que había un problema de impresión… Me sorprendí tanto por ver cómo encajaba que nunca he olvidado esa sensación de sorpresa. Por eso, escribo. Para dar esa sensación a otros.
Más tarde, continúe con Harry Potter, pero también pasé a «El Señor de los Anillos», los libros de Carlos Ruiz Zafón y tantas otras joyas de la literatura. Considero que no hay mejor símil para la lectura que vivir una maravillosa aventura. Lo hacemos cada vez que abrimos un libro y pasamos una de sus páginas… Y siempre vale la pena.
Carlos J. Eguren lleva muerto mucho tiempo, pero como nadie se da cuenta, sigue escribiendo cosas de vez en cuando, como la «Saga Devon Crawford» (compuesta por: «Devon Crawford y los Guardianes del Infinito» y «El Tiempo del Príncipe Pálido. Una fantasmagoría»). También ha escrito una novela de terror («Hollow Hallows»), relatos publicados en diversas antologías y reseñas de películas, libros, series, cómics… Su tumba virtual es: www.elantrodelosvampirosyotrosmonstruos.blogspot.com. Estáis invitados.
2. Francisco Hergueta
Cuando Gabriel me pidió que escribiera un artículo sobre mi novela de aventuras favorita, supe enseguida cuál sería.
Quiero hablaros de este libro. Pero ojo, no de «El corsario negro», de Emilio Salgari, sino de este libro en concreto; de esta edición de 1971 que costó 60 pesetas y que yo no he podido acabar de leer.
¿Por qué? Porque este libro encierra en sí toda una aventura. Porque este libro ha sido mi compañero desde hace algunos años y porque tiene un valor sentimental incalculable.
Este libro perteneció a mi abuelo. Es más, yo ni siquiera conocía su existencia hasta después de haber escrito «Te juro lealtad», mi primera novela. Él murió en septiembre de 2001. Yo sabía que era un buen lector, pero no de ficción, sino de ensayo, biografías y temas relacionados con la política.
Años después, ordenando sus cosas, apareció este libro en el armario que hacía las veces de librería. Imaginaos la ilusión y la sorpresa al encontrarlo. No sé si fue cosa del destino, si mi abuelo quiso acompañarme tanto tiempo después en esta aventura de escribir o fue, simplemente, una bonita casualidad.
Lo único que sé es que desde que lo descubrí en su oficina, donde el tiempo parecía haberse detenido para esperarme pacientemente, ha estado junto a mí en cada presentación, en cada acto… tal y como mi abuelo hubiera hecho si estuviera con nosotros.
Así que me permito aprovechar la oportunidad que Gabriel me da para escribir este artículo en homenaje a él.
Abuelo, gracias por este regalo; nuestra aventura no ha hecho más que empezar.
Francisco Romero de Ávila Hergueta. (Francisco Hergueta)
PD: Leed a Salgari. Quizá su prosa no haya envejecido bien; quizá no sean las sesudas, documentadas y bien descritas novelas de hoy… pero no encontraréis un espíritu aventurero como el de este escritor en ninguna novela.
Francisco Hergueta siempre ha visto a su madre leer —de ahí que lleve su apellido como seudónimo— así que seguir su ejemplo no resultó difícil. Le gusta leer novela histórica y fantástica, aunque no reniega de otros estilos. Y le gusta el cine, sobre todo el fantástico. Películas como «Willow», «La princesa prometida», «La Historia Interminable» (sí, le gusta más que el libro) o libros como «Las nieblas de Avalon», «El regreso del Rey Arturo», «La princesa y los trasgos», «La llave maestra», «La cena secreta»… sembraron un buen poso de imaginación en su mente.
Un buen día, se dijo que podía ser él quien creara esas historias. Así, hace diez años, comenzó a escribir relatos cortos de género fantástico. Fue Internet quien le puso en contacto con gente que compartía su misma afición. Visitó blogs, chats, foros… conoció a personas muy interesantes y con mucho talento para escribir, por lo que resultaba un gratificante reto personal el ir superándose, mejorando tanto en técnica como en dominio de la lengua. Aún mantiene este contacto y espera no perderlo jamás.
3. Carmen Flordelís:
Era una criaja cuando mi hermana me regaló «La vuelta al mundo en 80 días», de Julio Verne. Recuerdo aún lo pasmada que me dejaron las descripciones sobre cómo vivían las personas en esos rincones remotos y exóticos del mundo, repletos de plantas y animales que mi imaginación reinventaba.
Fue toda una apertura de mente para una niña que apenas había salido de su pequeño pueblo. Incluso me sorprendía con la alta sociedad británica, tan encopetada y estirada a mi entender. Aprendí a no juzgar, a no pensar que lo extraño fuera necesariamente malo. Aprendí también que el enemigo puede estar donde menos te lo esperas. Pero, sobre todo, aprendí que quería seguir leyendo todo cuanto cayera en mis manos, y que de mayor quería viajar sin parar y escribir.
Carmen Flordelís (Valencia, 1977), experta en dar tumbos por la vida y estudiar mil cosas distintas. Es coautora de libros sobre gestión sostenible del medio natural, guías de parajes naturales, escribe guiones para rutas interpretativas y está a punto de publicar un libro infantil cuyo trasfondo es la conservación del patrimonio. Cuenta sus neuras en el blog Pasos Literarios: www.pasosliterarios.blogspot.com.
4. Marta Tornero Rubio:
Recuerdo «El Hobbit» como el primer libro que me hizo llorar. Un libro de fantasía y aventuras que cogí del estante de mi padre sin saber lo que era.
¿Qué extraño, no, llorar con «El Hobbit»?
Pero es que yo leí «El Hobbit» cuando era muy pequeña, demasiado pequeña para entender que era un buen libro o que tenía un worldbuilding muy conseguido. Lo que más recuerdo de esa primera lectura es cómo se me partió el corazón cuando Bilbo se despide de los enanos, uno por uno, y les da la bienvenida a su casa siempre que quieran, precisando que el té se servía a las cuatro.
Después de tantas aventuras y de asistir a la transformación de Bilbo de un hobbit comodón a un verdadero héroe, me emocionó ver que no había cambiado la esencia generosa y amable del hobbit, y me entristeció saber que se acababan las aventuras, y que Thorin Escudo de Roble nunca pasaría por su casa.
Siempre que leo de nuevo «El Hobbit» y llego a esa parte me vuelvo a sentir triste, pero también feliz porque puedo reabrir el libro y volver al té de las cuatro con Bilbo siempre que quiera.
Marta Tornero Rubio es asesora literaria y correctora en WriterMuse, donde comparte herramientas, recursos y estrategias para escribir con toda tu creatividad. Si te bloqueas al escribir o el resultado te desanima, pásate por WriterMuse; escribir tu mejor novela está a tu alcance. Apúntate a su centro de recursos de escritura creativa para saber cómo, en www.writermuse.es/recursos.
5. Susana Calvo:
Novela: «Las aventuras de Tom Sawyer». Leí esta novela con nueve o diez años. No puedo decir que sea mi favorita absoluta, eso es muy difícil, pero sí es una de las que más he recordado siempre. La mezcla de disciplina absurda a la que Tom Sawyer es sometido y su manera de escapar de ella con su carácter rebelde y fantasioso fue una de las cosas que más me marcaron. Por otro lado, recuerdo disfrutar mucho todas las aventuras humorísticas y dramáticas representadas. Algunos capítulos de estas últimas me impactaron bastante, sobre todo las que tenían que ver con la muerte y la injusticia.
Susana Calvo (Twitter @SusanaCalav). Caminando por la senda del escritor emprendedor en la literatura de género.
6. Mariola Díaz–Cano Arévalo:
Mi novela de aventuras favorita… En qué brete me pones, Gabriel. ¿Cómo elegir de tantas? ¿Monsieurs Verne et Dumas? ¿Misters Stevenson and Scott? ¿Más? Es que de ellos me gusta todo. Sí, venga, los clásicos nunca fallan. La cuestión es que mi memoria literaria va pareja a la cinematográfica y las imágenes y sensaciones de letras e imágenes se superponen con igual poder.
Me remonto a esos primeros libros infantiles ilustrados de la editorial Bruguera donde leí «Cinco semanas en globo», «Miguel Strogoff» y, cómo no, «La isla del tesoro». Mi fascinación por John Silver el Largo, Jim Hawkins o el capitán Smollet no tiene límites y han sido referentes e influencias en parte de mis novelas. También lo ha sido la vasta Rusia de Strogoff.
Tampoco puedo dejarme a mi querido Athos, sin duda, mi mosquetero preferido de esos tres tan inmortales que creó el señor Alexander Dumas padre. Sus aventuras recreadas mil veces en el cine nunca me cansarán, y mucho menos su forma de papel original.
Y acabo empuñando la espada del sajón Wilfred de Ivanhoe luchando contra el normando Bois–Guilbert en esa eterna aventura medieval nacida de la pluma escocesa de Walter Scott. Pero son tantas más…
De la añada manchega del 70, Mariola Díaz–Cano Arévalo salió lectora, escritora y cinéfila por definición y genes. Luego le dio por estudiar Filología Inglesa, enseñar un poco, traducir más y terminar formándose como correctora ortotipográfica y de estilo.
Entre sus escritores favoritos destacan R. L. Stevenson, Walter Scott, Alejandro Dumas, E. A. Poe, Julio Verne, Pearl S. Buck, Patrick O’Brian, y contemporáneos como Arturo Pérez–Reverte, Don Winslow, James Ellroy o Jo Nesbø, entre muchos más.
www.mdcacorrecciones.jimdo.com
www.mdcanovelasyrelatos.jimdo.com
7. María José Moreno:
El mejor libro de aventuras que recuerdo no es uno sino una colección entera. Tal vez sea una elección un poco extraña, pero para mí son libros que marcaron mi infancia. Recuerdo ir ansiosa a comprarlos, buscando el que me faltaba. A lo mejor el contenido no era el más maravilloso del mundo pero el sentimiento que creaba en mí sí que lo era.
Me refiero a los libros de «Elige tú propia aventura». ¿Os acordáis? Esos libros rojos, no muy gruesos, donde tenías que ir eligiendo opciones. Estas opciones te iban llevando a diferentes páginas. Y en casi todas morías. A mí me encantaba. No morir, claro. Pero sí tener la posibilidad de tener un libro con el que jugar, en el que poder decidir tu destino. No recuerdo ninguno en concreto. Lo que sí recuerdo perfectamente es el sentimiento que creaban en mí. ¿Seguirán existiendo? Voy a investigar…
María José Moreno: Escritora de Ciencia Ficción distópica. Escribe en su blog Simplemente MJ, una guía de supervivencia del escritor novel y diseño bonito para escritoras. También tiene un grupo de Facebook: El Club de las escritoras.
Puedes seguirla en:
Blog: www.simplementemj.com
Facebook: www.facebook.com/simplementemj
Grupo de Facebook: www.facebook.com/groups/Elclubdelasescritoras
Twitter: twitter.com/simplemente_MJ
Instagram: www.instagram.com/simplemente_mj
Pinterest: www.pinterest.es/simplementemj
Goodreads: www.goodreads.com/user/show/66531565-mj
8. Rubén Berrueco:
«Lumbánico, el planeta cúbico». Ésta es, sin lugar a dudas, mi novela de aventuras favorita. Ganadora del premio Barco de Vapor, lo releí tantas veces que se terminó convirtiendo en el libro más usado de toda la colección (algo a lo que también ayudaron el resto de mis hermanos).
Lumbánico no es un planeta cualquiera. Para empezar, es cuadrado. Su otra peculiaridad es que, aparte de los polos, en los que no habita nadie, el clima cambia en el resto de sus caras. Cuatro caras con cuatro estaciones pobladas por cuatro pueblos diferentes que viven a espaldas del resto desde que los pasadizos que servían para cruzar las aristas se cegaron. Su única posibilidad es cruzar de lado a lado siguiendo las corrientes de aire que sólo se dan cada tres meses. La aventura comienza cuando tres niños deciden buscar los caminos perdidos con el único objetivo de que los pueblos vuelvan a estar unidos otra vez.
La grandeza de esta historia pasa, como con muchas otras, por ser atemporal. Es una de esas novelas que te atrapa tengas siete, quince, treinta o cincuenta años. Además, da que pensar porque, más allá de la aventura, te invita a reflexionar. La energía nuclear o el consumismo son temas presentes en esta novela que no es sólo para niños.
Como curiosidad, su autora ha creado esta página de Facebook con el título de la novela que, por cierto, ha sido reeditado: www.facebook.com/Lumbanico
Rubén Berrueco es un maño afincado en Barcelona, donde compatibiliza su trabajo como pediatra con su afición a la literatura. Además de tener dos novelas publicadas, escribe un blog, La Sala de Espera (www.rubenberrueco.com), en el que prescribe recetas literarias: recomendaciones sobre qué leer y cómo sacar tiempo para hacerlo. También es el promotor de un club de lectura en Facebook, el Club de Lectura de la Sala de Espera (www.facebook.com/groups/339646213144096), cuyo objetivo es que todo el mundo lea, como mínimo, un libro al mes.
9. Paula de Vera:
Lo cierto es que no sé si sabría escoger mi novela favorita de aventuras sin terminar de caer en la fantasía, que es mi género predilecto. Me encantan «El Conde de Montecristo», «El prisionero de Zenda», «La Isla del Tesoro» y «Viaje al centro de la Tierra», citando a los clásicos.
Y sin embargo, me voy a decantar por una novela juvenil que leí en mi adolescencia, de la (creo) desaparecida colección «Navegante» de SM: se llama «La vidente y la espada» y la autora es Victoria Hanley; no sabría decir qué tenía esa historia que conseguía atraparme una y otra vez cada vez que la releía (y han sido varias veces).
Recomendada a jóvenes y no tan jóvenes.
Escritora madrileña de familia burgalesa, Paula de Vera nació en la capital el 15 de junio de 1990. Haciendo gala de una gran imaginación desde muy pequeña, a los trece años empezó a escribir su primera novela, «Alma Elemental», y a ella le siguieron otras cuatro más diversas participaciones en concursos y certámenes literarios, pero no fue hasta 2014 cuando consiguió por fin publicar por primera vez con una editorial.
Podéis seguirla en: www.pauladevera.weebly.com
10. David Orell:
Uno de los recuerdos más bonitos que conservo está relacionado con una novela que mi madre me compró tras un episodio personal un tanto oscuro y del que todos pensábamos que no iba a regresar, dicha novela era «Viaje al centro de la tierra», de Jules Verne. Esa novela que tantas veces había oído hablar era un asunto pendiente y por aquel entonces, dadas las circunstancias, comencé a leerlo, mejor dicho, a devorarlo sin parar hasta altas horas de la noche. Según avanzaba la lectura, odiaba el final que se acercaba a paso rápido. Me adentré en ese volcán y llegué al centro de la tierra olvidando la realidad. Más tarde deseé visitar Islandia y vivir una aventura tan enigmática como la del libro. Ésa fue la magia, el querer regresar para experimentar un viaje como el que narraba Jules Verne. No sé si mi madre me compró esa novela con algún fin o si se trató de una serendipia. No importa, porque desde entonces se creó un vínculo muy fuerte con «Viaje al centro de la tierra». Por cierto, casi veinte años después de «aquello» no he visitado Islandia.
David Orell (Mallorca): Escritor de realismo y defensor de personajes no heteronormativos. Cultivando historias desde 1982.
Podéis seguirlo en: www.davidorell.com
11. Marian Ruiz:
Fue el primer malote que me hizo pasar miedo de puro real: asesino, amigo y enemigo, cocinero, acogedor, embustero, afectuoso y hostil, capitán y dueño de un loro que repetía «piezas de a ocho». Se llamaba John Silver el Largo y era antes que nada, pirata. El autor se inspiró en William Ernest Henley, amigo suyo, para construir este perfil. El nivel de detalle de todo lo relativo al mar y a los barcos le fue transmitido por su padre (cosas que conocí en una edición posterior).
Por Jim Hawkins sufrí, un prota majo e inteligente tanto como hábil para meterse en líos. Es el héroe que madura gracias a los peligros que le toca sortear.
A los tres, a John Silver, a su loro y a Jim Hawkins y a otros personajes, me los encontré en «La isla del tesoro», de Robert Louis Stevenson (1850–1894). Él tenía treinta años cuando la escribió y yo diez o doce cuando la leí por primera vez.
Sin saberlo, cada libro empezó ser una aventura para mí, tuviera o no piratas.
Marian Ruiz escribe, corrige, crea y redacta contenidos para sí misma y para otros. Se trasplantó del mundo de la reforma y la decoración de interiores hace unos años, y vive un idilio —ansiado y largamente pospuesto— con su amor de toda la vida: las palabras.
Comparte el blog de www.fronteraesdrujula.com
Y ya puedes encontrarla en www.marianruiz.com hablando de palabras y marca.
12. M.M.J.Miguel:
Pese a que me considero un escritor/lector del género fantástico, estoy consciente de que mi camino en el mundo de la literatura no sería el mismo sin Emilio Salgari, quien es el culpable de mi debilidad hacia las historias de piratas. Elegir una obra en particular de Salgari no es tarea fácil. Fue un autor muy prolífero en vida, con una gran afición al mar y a los viajes, hecho al que sin duda le debe su imaginario narrativo. Me detendré en dos libros en concreto: «Los tigres de Mompracem» de la Saga Sandokán y «El Corsario Negro» de la Saga de las Antillas.
¿Qué hay detrás de las balas de cañón y del Jolly Roger? Salgari maneja la picaresca a la perfección, dotándoles de carisma a la mayoría de sus personajes. El movimiento de los mismos es incesante y no se detiene hasta que pone punto final. Un aspecto en concreto —y magnífico— que comparten ambas obras es cómo la venganza se convierte en el eje principal. Se observa una clara aversión hacia el poder, las leyes y las buenas costumbres. La piratería, más allá de ser un oficio de fondo bajo, es aquí una forma de contestación y represalia en contra de lo que está mal en el mundo civilizado.
«Los tigres de Mompracem» y «El Corsario Negro» son dos libros que gozan de una riqueza estilística, la cual está tan cargada de imágenes, que en poco tiempo el lector comienza a percibir el bambolear de cubierta a merced de la marea y el olor a pólvora de las baterías. Creo que pasarse por este par de clásicos es una tarea obligatoria.
M.M.J.Miguel: Estudió música de manera profesional durante muchos años y se ha desempeñado en el campo de la docencia; además tiene una banda de metal. En conjunto con sus estudios musicales, siempre ha tenido contacto con la literatura. Le gusta leer, entender nuestro lenguaje, y se dejó arrastrar por el deseo de escribir y construir historias.
Podéis seguir sus trabajos literarios en: www.deletrasnosenada.com.ve
Y sus trabajos musicales en: www.rudras.bandcamp.com