Este 23 de agosto habría cumplido 96 años uno de los artistas más reconocibles del mundo del cómic de los años 70 y 80, cuyo trabajo dejó una huella inolvidable en personajes tan fundamentales como Conan el bárbaro o La Cosa del Pantano. Influenciado notablemente por autores como Frank Frazetta o Hal Foster, los cómics de terror y fantasía no habrían sido lo mismo sin Alfredo Alcalá.
En 1970, el guionista Roy Thomas inició para Marvel Comics la adaptación a viñetas del personaje Conan de Cimmeria, creado en los años treinta por el escritor de relatos pulp Robert E. Howard. Junto al dibujante Barry Windsor–Smith al principio y con John Buscema después, Thomas crearía una moda nueva por las obras de fantasía, una corriente artística que llegó a los periódicos, la literatura, las series de televisión y las películas de Hollywood. Pero los límites de la censura eran bastante estrechos en aquel entonces y el autor creyó que un personaje de la violencia desatada y el erotismo salvaje de Conan no debía verse atado por las leyes que regían a los comics en color, que dependían entonces de la Comics Code Authority, la regulación promovida por la Asociación Americana de Revistas de Cómics como una forma de autorregulación de contenidos.
De modo que en 1974 apareció La Espada Salvaje de Conan, una revista en blanco y negro dedicada a un público más adulto, al no tener que pasar el filtro del Comics Code. El éxito fue inmediato, con aventuras autoconclusivas del cimmerio y otros personajes de su entorno ⸺Red Sonja, el rey Kull o Solomon Kane⸺. Pero también aumentó drásticamente el nivel de trabajo y Marvel necesitó colaboradores nuevos, entre los que se encontraba una verdadera legión de autores filipinos: Ernie Chan, Alex Niño, Néstor Redondo, Tony DeZúñiga, Rudy Nebres y, por supuesto, el prolífico Alfredo Alcalá, de quien se decía que podía llegar a producir doce páginas terminadas en un solo día y que nunca en toda su vida necesitó ayudantes.
Alcalá había nacido en Talisay en 1925 y había aprendido a dibujar de manera autodidacta, influenciado por las ilustraciones de fantasía de Frank Frazetta y las tiras dominicales de Príncipe Valiente de Hal Foster. Trabajó como diseñador de lámparas y muebles de hogar, y también dibujando mapas para los Aliados durante la ocupación japonesa de Filipinas en la Segunda Guerra Mundial. Pronto encontró trabajo en la industria del cómic de su país, donde llegó al estatus de gran estrella. Uno de sus mayores éxitos fue el cómic Voltar, una historia de vikingos que bebía claramente del Conan de Frazetta y que adelantó la imagen gráfica del bárbaro en siete años.
Industria norteamericana
En aquella época, la industria norteamericana del cómic empezó a fichar a autores filipinos de manera sistemática. Empezó con DeZúñiga y Redondo, y enseguida se sumaron Alfredo Alcalá y otros como Alex Niño. Cómics de terror como los que estaba publicando en aquel entonces la editorial Warren o el personaje La Cosa del Pantano de DC Comics se vieron impulsados por los dibujos sombríos y detallistas de Alcalá, que igual se adaptaba a realizar un cómic completo como aceptaba añadir tan solo las tintas. Así lo hizo para los lápices de Don Newton en Batman o los de John Buscema en La Espada Salvaje de Conan, dando al conjunto un resultado siempre reconocible.
Sin duda, el personaje donde más huella dejó Alcalá es el cimmerio, con el que trabajó en numerosas ocasiones, tanto para la serie en color como para la revista en blanco y negro. Su dominio de la luz, su trabajo pormenorizado en las texturas y sus escenas oscuras y tenebrosas marcaron un estilo que se adaptaba a la perfección a esas aventuras de espada y brujería. Bárbaros musculosos de rostro noble, mujeres bellísimas de cuerpos sinuosos, monstruos horrendos, hechiceros temibles, ciudades brillantes y batallas a vida o muerte llenaban sus páginas, que nunca perdían calidad pese a la velocidad de su trabajo. Los críticos se volcaron en alabarlo y su cómic Voltar fue editado en los Estados Unidos debido al éxito que estaba cosechando allí.
Alfredo Alcalá murió en el año 2000 debido a un cáncer y dejó dos hijos: Christian Voltar y Alfred Jr. Su trabajo también queda para la posteridad, como un lugar imperecedero donde pervive la aventura, donde todos los guerreros son valientes, todos los hechiceros guardan secretos en sus torres y siempre triunfa el bien, aunque le cueste.