Se cumplen hoy 97 años del nacimiento de un autor clave en la historia del cómic en España. En la época de los quioscos y los tebeos apaisados en blanco y negro, nadie era tan popular como cierto combatiente de piernas muy largas y espada siempre dispuesta a impartir justicia. Gago se convirtió en el puntal de una industria que llenó la imaginación de una generación entera de niños españoles.
La historia comienza a finales de la Reconquista. El temido Alí Kan, uno de los últimos reyes moros de la Península Ibérica, secuestra de su castillo a la condesa de Roca, la hace su esposa y tiene un hijo con ella. Ese niño se convierte, al paso de los años, en el caudillo de las tropas moras y terror de los castellanos, hasta el día en que su madre le revela, entre lágrimas, que ya estaba embarazada en el momento en que aquel monstruo se la llevó contra su voluntad. En un arrebato de furia al descubrirlo, Alí Kan la mata. En ese momento, y por primera vez, el muchacho ve con otros ojos al hombre al que tenía por su padre y, abrumado por la culpa, decide compensar sus malas acciones. Sin embargo, todos los cristianos conocen su rostro, de modo que la única manera que tiene para convencerlos de que pueden contar con él como aliado es crear una identidad nueva: así nace el Guerrero del Antifaz.
La serie debutó en los quioscos españoles en octubre de 1944 y pronto se convirtió en la más popular de todos los tiempos, la de mayor tirada y mejores ventas. Solo el Capitán Trueno conseguiría, años después, superar su récord. Cada semana, miles de niños de toda España seguían las aventuras de este espadachín noble, héroe de acción y defensor de los mejores valores. Con él aparecían su escudero, el joven Fernando; su amada, la condesita Ana María; sus aliados, los hermanos Kir; y su eterna enamorada trágica, la musulmana Zoraida. Durante veinte años consecutivos, y varios años más en etapas posteriores, el valiente Guerrero del Antifaz protagonizó un folletín que se convertiría en pieza histórica fundamental del tebeo. Su creador, Manuel Gago, logró la inmortalidad con este personaje, como no lograría de la misma manera con El Pequeño Luchador, Purk o El Corsario sin Rostro. El estilo de Gago era intenso, lleno de escenas apasionantes, luchas, persecuciones y misiones arriesgadas. No había un momento de respiro en aquellas historias, ni lo hubo durante muchos años, hasta que la propia muerte de su autor le puso fin.
Durante un largo tiempo, la serie del Guerrero ha recibido críticas injustas de machismo, racismo y apología del régimen franquista, que sin duda ha vertido gente que no leía sus historietas. Gago escribió guiones arriesgados en la época de mayor dureza de la censura, en los que aparecían cristianos traidores, musulmanes heroicos, mujeres emancipadas y autosuficientes, violencia machista retratada como tal, abuso infantil y otros temas igual de escabrosos, dentro de un contexto histórico y de aventuras que permitía dulcificar la verdad.
Manuel Gago había nacido en Valladolid y, con una formación autodidacta, vivió entre Madrid y Albacete, donde su padre cumplía condena por haber servido como comandante republicano. Sus principales trabajos salieron publicados con Editorial Valenciana, con guiones suyos, de su hermano Pablo y del guionista Pedro Quesada ⸺con cuya hermana contrajo matrimonio en 1948⸺. El cómic le dio a Gago una fama y una posición asegurada que resultaban muy difíciles de obtener en la España de posguerra y, aun así, en muchas ocasiones se arriesgó al escribir esta y otras series, más aún cuando el éxito del personaje fue brutal y todos ponían sus ojos sobre él.
Manuel Gago falleció en 1980 y dejó tras de sí un legado de unas treinta mil páginas dibujadas y una legión de autores que beben directamente de su influencia, como Luis Bermejo o José Ortiz. Con un estilo rápido y salvaje donde apenas existían fondos ni decorados ⸺también en parte, como reconoció el autor, por el tremendo ritmo de producción al que estaba obligado, llegando a crear cinco series distintas a la semana⸺, Gago marcó una época en el tebeo histórico de aventuras, el adorado folletín que en otros países continúa dando grandes obras hoy en día, pero que en España ha desaparecido casi por completo.
El Guerrero del Antifaz era sinónimo de diversión en una época oscura, de emoción cuando eso no estaba permitido y de defensa de los valores más nobles en un país sometido a una dictadura. Gracias a la labor de Manuel Gago, toda una generación se hizo adulta creyendo que valía la pena defender el bien ante todo.