Dicen los que saben de novelas de aventuras que tan importante como el héroe es el villano al que debe enfrentarse, que bien puede ser un pirata con pata de palo, un rey opresor o un jefe del crimen de origen oriental que domina los bajos fondos de Londres. Hoy hablamos de uno de los villanos más temibles de la historia de la literatura, que superó con creces la fama de su antagonista e incluso del escritor que lo había inventado.
«—No hay mucho que temer hasta que lleguemos a casa —dijo con calma—. Luego, mucho. Sigamos. Ese hombre, sea un fanático o un agente debidamente contratado, es sin lugar a dudas la personalidad más maligna y formidable que existe hoy en todo el mundo conocido. Su competencia lingüística es increíble; habla con idéntica facilidad todos los idiomas civilizados y la mayor parte de los primitivos. Es experto en todas las artes y ciencias que se enseñen en cualquier gran universidad. Y lo es también en ciertas artes y ciencias oscuras que ninguna universidad actual puede enseñar. Tiene el cerebro de esos tres genios, Petrie, es una mente privilegiada.
—¡Me deja atónito! —dije.
—Y en cuanto a su misión entre nosotros… (…) Le digo a usted con toda solemnidad, Petrie, que esos son solamente unos pocos. ¿Existe algún hombre que pretende despertar en Occidente la noción del peligro del despertar de Oriente? ¿Que quiera hacer oír a los sordos, ver a los ciegos, que hay millones de hombres que lo único que esperan es un líder? Pues morirá. Y esta es tan sólo una de las fases de esa campaña demoníaca. Las otras son, por el momento, conjeturas.
—Pero, Smith, ¡eso es casi increíble! ¿Quién es el genio perverso que controla ese horrible movimiento secreto?
—Imagínese una persona alta, delgada y felina, de hombros anchos, cejas a lo Shakespeare y cara de demonio, el cráneo afeitado y unos ojos alargados, magnéticos, verdes como los de un gato. Dótele usted de toda la astucia cruel de la raza oriental pero concentrada en una única inteligencia gigantesca, con todos los recursos de la ciencia antigua y actual, con todos los recursos, también, de un gobierno poderoso y que, no obstante, ha negado siempre tener siquiera conocimiento de su existencia. Imagínese ese ser monstruoso y tendrá usted el retrato mental del doctor Fu–Manchú, el peligro amarillo encarnado en una sola persona».
Desde finales del siglo XIX, toda Europa se rendía a las historias del detective privado Sherlock Holmes, creado en 1887 por sir Arthur Conan Doyle para la revista The Strand Magazine. Al mismo tiempo, Occidente veía con recelo el aumento de población que llegaba a sus ciudades proveniente de China e India, generalmente obreros poco cualificados que sufrían la explotación de sus patronos, unas condiciones de vida miserables y el hacinamiento en barrios pobres como Limehouse, en Londres. Así, pronto se formaron guetos donde abundaban los prostíbulos y los fumaderos de opio, y donde las cifras de criminalidad se desbordaron. La población blanca desconfiaba de lo que pudiera suceder en esos barrios y temía que se fraguaran conspiraciones para derrocar a sus gobiernos democráticos. El miedo a lo desconocido y, al mismo tiempo, la fascinación que provocaban las culturas exóticas pronto se trasladaron a movimientos artísticos como el orientalismo, que llenó los cuadros de la época de brillantes palacios y mujeres de una seducción irrefrenable.
En 1913, Sax Rohmer unió estos conceptos en una novela que se volvería histórica: El misterio del Dr. Fu–Manchú. Rohmer había nacido en una familia obrera de Birmingham en 1883 con el nombre de Arthur Henry Sarsfield Ward y durante un tiempo sobrevivió escribiendo piezas de music hall, hasta que se dedicó por completo a la narrativa y se inventó a Sax Rohmer, de la misma manera que hizo con sus personajes. Rohmer pretendía ser miembro de diversos grupos ocultistas, solía vestir con ropajes orientales, se hizo amigo de Harry Houdini y escribió acerca de los peligros ancestrales que venían del Este —lo que se ha venido en llamar el «Peligro Amarillo»—. En sus obras, grandes genios del crimen avanzaban sobre Europa como representación de temibles sociedades secretas de siglos de antigüedad, y ante las que ninguna fuerza policial resultaba efectiva. En unos casos se trataba de magos, en otras de una hermandad de mujeres que intentaba esclavizar a los hombres y, en la novela que nos ocupa, de un cerebro prodigioso capaz de urdir planes rocambolescos para dominar a los gobiernos occidentales.
El doctor Fu–Manchú es un miembro de la dinastía Qing, la antigua familia imperial de China, y ha pasado gran parte de su juventud estudiando en universidades europeas. Allí ha adquirido un conocimiento prodigioso en disciplinas tan variadas como historia, química, botánica, zoología y estrategia militar, lo que lo ha convertido en un experto en el uso de venenos o el entrenamiento de animales ponzoñosos. Toda su vida ha estado dedicada al asesinato y la dominación del mundo por encargo del Si–Fan,una siniestra organización secreta china. Fu–Manchú ha ido ascendiendo en la estructura interna hasta llegar a convertirse en su líder, a base de ordenar la muerte de todos sus rivales por los métodos más imaginativos: escorpiones, serpientes, monos, venenos ocultos en cartas, esclavos estranguladores y otras opciones parecidas. Nadie puede resistirse a las maquinaciones de este genio del crimen, que elimina sin preocupación a quien le estorba o domina mediante hipnosis a los que necesita para cumplir sus propósitos.
Solo dos personas pueden enfrentarse a él: sir Denis Nayland Smith —comisario de policía y, en futuros libros, agente del Servicio Secreto Británico— y el doctor Petrie —narrador de la historia y ayudante del primero—. Ambos heredan sus roles de las novelas de Sherlock Holmes, pero ni Smith es tan brillante como Holmes ni Petrie le sirve de mucha ayuda, más allá de corretear de un lado para otro, solo un paso por delante de Fu–Manchú.
Otros personajes fundamentales de la historia serán Kâramanèh —esclava del Si–Fan, seductora y peligrosa, pero que acaba enamorada del doctor Petrie y pone su vida en juego por protegerlo— o Fah Lo Suee —la terrible hija del villano, implicada con frecuencia en diversos complots para asesinar a su padre y hacerse con el dominio de la organización—.
El éxito del personaje fue inmenso. Los malvados planes del señor del crimen llegaron a más de veinte novelas, seriales radiofónicos, películas de cine, producciones de televisión o cómics. Su influencia se dejó sentir en casi todos los villanos de su época y épocas posteriores, que desde ese momento protagonizaron planes inverosímiles y terribles para conquistar el mundo. El mismo Ra´s al Ghul, enemigo de Batman, está directamente inspirado en Fu–Manchú.
Sax Rohmer ganó una fortuna con las creaciones de sus personajes, tanto este malvado doctor como la asesina Sumuru, la Garra Amarilla o el detective de lo sobrenatural Moris Klaw. Sin embargo, sus inversiones fueron siempre desacertadas y perdió muchísimo dinero. Después de la Segunda Guerra Mundial se mudó a Nueva York, donde vivió hasta 1959. Tuvo que lidiar con numerosas protestas acerca de las connotaciones racistas de muchas de sus obras, pero también pudo comprobar cómo estas se volvían inmortales y seguían ilusionando a una generación tras otra, llenando la mente de miles de lectores con aventuras imposibles, villanos histriónicos y un aire de exotismo, terror y misterio venido de Oriente.