Eduardo VIII lo calificó como «la mayor contribución a la literatura inglesa de los últimos cien años» y lo cierto es que su papel en la generalización del cómic, el progreso de las narraciones de aventuras y el propio hábito de leer ha sido enorme. La historia del cómic ha quedado marcada absolutamente por esta tira de prensa y hoy en día es ineludible el hecho de nombrar a Hal Foster y a Valiente en cualquier estudio del noveno arte. El magnate William Randolph Hearst, dueño de la distribuidora King Features Syndicate, recibió la propuesta de Foster en 1936 e inmediatamente le dio su aprobación. Nadie podía imaginar que empezaban así más de ocho décadas de publicación ininterrumpida por todo el mundo.
En aquel entonces, se había hecho muy popular el formato de tiras de prensa, por el que viñetas de cómic iban siempre acompañando a los periódicos más famosos, bien en blanco y negro —para las publicaciones diarias— o bien en color —para las dominicales—. Grandes artistas de la época despuntaron así y las principales distribuidores de periódicos se pusieron a buscar historias y personajes con los que enganchar a sus lectores. Harold Rudolph Foster fue un dibujante de cómics de origen canadiense que emigró a los Estados Unidos —se cuenta que en bicicleta— y aportó un estilo hiperrealista a las narraciones de aventuras. El 7 de enero de 1929, se convirtió en el primer autor en llevar al cómic las aventuras de Tarzán, primero con la adaptación de la novela inicial de la saga —que debutó al mismo tiempo que Buck Rogers, otro de los grandes hitos de esa época— y posteriormente con la tira regular del personaje, en la que Foster imprimió una imagen muy propia de cabello corto y taparrabos de leopardo que en el futuro se convertiría en su marca habitual.
Pero el historietista buscaba nuevos retos y pronto diseñó un cómic que marcaría su vida: Prince Valiant in the days of King Arthur, las andanzas del joven heredero de Thule, que se dirige a la corte de Camelot para armarse caballero y, desde ahí, inicia una vida de tremendas aventuras y viajes por todo el mundo que le granjea la amistad de sir Gawain, el respeto del rey Arturo, la posesión de la espada Cantarina —hermana de Excalibur— y el amor de Aleta, reina de las islas de la Bruma, con quien formará una familia. Incluso llega a visitar América mil años antes que Colón y a afrontar peligros y encarar enemigos que muy pocos héroes serían capaces. El cómic ha seguido publicándose desde 1937 con una línea argumental estable —los personajes han ido envejeciendo de manera progresiva y, en la actualidad, Valiente y Aleta son ya abuelos tras el nacimiento de Ingrid, la hija de su primogénito, Arn— y un estilo propio y muy marcado —viñetas grandes, con un detallismo sorprendente y la ausencia de globos de diálogo, sustituidas desde el primer momento por textos al pie—.
Foster continuó dibujando y escribiendo Príncipe Valiente hasta 1971, cuando fue sustituido en los lápices por John Cullen Murphy. No se resistió a dejar los guiones y bocetos hasta el año 79, cuando finalmente vendió la tira a King Features. Murió en 1982 en Florida y dejó tras de sí un legado inabarcable y muy difícil de valorar en su justa medida, ya que se puede decir que todo el mercado del cómic occidental se ha visto influenciado por su obra, no solo las tiras de prensa o las narraciones históricas de aventuras. Hal Foster hizo soñar a varias generaciones y creó personajes legendarios a los que todos hemos querido acompañar en algún momento.
¿Quién no habría querido navegar con Valiente y Aleta hasta las costas de América, o a los rincones más lejanos de Oriente o de África? ¿Quién no ha soñado alguna vez con empuñar la espada Cantarina y defender los nobles ideales de Camelot?
Hoy en día son Mark Schultz a los guiones y Tom Yeates al dibujo quienes se encargan de seguir narrando las emocionantes historias de Valiente y su familia, en 2023 con un viaje a Gales y el enfrentamiento con un cazador de brujas. Y, por lo que parece, aún le quedan muchas cabalgadas, muchas guerras y muchos amores por dar, quizá durante otros ochenta años por lo menos.