A comienzos del siglo veinte, los periódicos dominicales americanos publicaban una gran página de cómic a todo color, cuyas aventuras se continuaban a modo de serial de una semana a la otra. Estas creaciones dependían de los llamados syndicates, agencias de prensa independientes que gestionaban la contratación de los artistas y el resultado final. La más importante de estas agencias ha sido desde siempre la King Features Syndicate, fundada en 1915 por William Randolph Hearst (el magnate a quien Orson Welles versionaba en su película «Ciudadano Kane»). Hoy en día sigue todavía en activo y ha producido comics tan famosos como los de Betty Boop, el gato Félix, Daniel el travieso, The Phantom, Popeye el marino o el Príncipe Valiente.
Alexander Gillespie Raymond trabajaba como agente de bolsa en Wall Street hasta que el crack del 29 lo hundió económicamente y entonces se dedicó por fin a lo que tanto amaba: dibujar comics. Entró a trabajar en King Features Syndicate un año después y en el treinta y cuatro propuso a la agencia la creación de un personaje propio. Era la época de Buck Rogers, un personaje de ciencia-ficción que había debutado en 1928 en la novela «Armageddon 2419 A.D.», de Philip Francis Nowlan, y que un año después había dado el salto a la página dominical de los periódicos, con un éxito abrumador. Raymond propuso a King Features un personaje que pudiera competir con las historias de Buck Rogers, pero pronto se demostró que en el fondo no tenían mucho que ver. En 1934 debutó Flash Gordon y cambió para siempre el mundo del cómic.
La historia es ciertamente rocambolesca: la Tierra sufre la caída de enormes meteoritos provenientes de un planeta alienígena, que se dirige en rumbo directo de colisión hacia ella. El único que ha descubierto la amenaza es un científico demente llamado Hans Zarkoff, justo en el momento en que se estrella junto a su casa una avioneta con dos tripulantes: Flash Gordon, jugador de polo en la Universidad de Yale; y Dale Arden, sin profesión reconocida, solo «acompañante». Zarkoff, enloquecido por el peligro que sufre todo el planeta, secuestra a los recién llegados y los obliga a montar en el cohete que ha fabricado él mismo para impedir la colisión. Entre los tres consiguen salvar la Tierra y descubren el misterioso planeta, llamado Mongo, donde correrán cientos de aventuras. Se trata de un imperio militar que gobierna Ming el Despiadado, un ser cuya crueldad le hace digno merecedor de ese sobrenombre, y bajo cuya mano de hierro sufren decenas de pequeños reinos exóticos. Hombres halcón, hombres león, ciudades sumergidas, naciones congeladas en el Ártico o bosques tan vastos como un continente irán apareciendo semana tras semana en una loca sucesión de peripecias. Tiranos invencibles, princesas de deseos incontrolables, poderosos guerreros, sabios científicos, cavernícolas, monstruos, bestias… Cada página era más desenfrenada que la anterior, mezclando la ciencia-ficción con la fantasía y los mundos perdidos. Cualquier tópico habitual de los folletines de aventuras y el pulp apareció en los comics de Raymond: el héroe imbatible, la novia eterna, la reina lujuriosa, el peligro amarillo, los militares fascistas o las máquinas gigantescas que resuelven el día. Todo acompañado de un estilo de dibujo revolucionario, tan impresionante que llegó a renunciar a los clásicos bocadillos de diálogo para que no estorbaran dentro de la viñeta. El éxito de «Flash Gordon» fue inmediato y lo llevó al cine, la televisión, los seriales radiofónicos e incluso un musical en 1989.
Alex Raymond murió trágicamente en 1956, con solo 47 años, cuando su coche se estrelló contra un árbol y el golpe lo mató en el acto. Él no tenía cerca ningún héroe como Flash Gordon, dispuesto a cruzarse el universo entero para salvarlo de la colisión, pero su influencia en la historia del cómic quedará para siempre, no solo en los cientos de artistas que lo reconocen como inspiración, sino sobre todo en los millones de lectores de varias generaciones que han soñado con reinos misteriosos que esperan por ellos en algún lugar remoto del espacio, lugares donde la aventura está a la orden del día.