Ayer se anunció el fallecimiento de Noah Gordon, uno de los mayores referentes en la novela histórica moderna, que logró salir de su público habitual y llegar a toda la sociedad con sus novelas, en especial El médico, del que llegaron a hacerse una película y un musical. El mundo de las letras queda hoy un poco más triste.
Nació en Worcester, Massachusetts, en 1926, descendiente de judíos emigrantes por línea materna, lo que decantaría sus preocupaciones literarias años después. El otro elemento trascendental fue la presión familiar para que estudiara Medicina. Aunque pronto abandonó la carrera y se pasó a Periodismo, que completó en 1950 en la Universidad de Boston, siempre le quedó un amor especial por la profesión médica y un reconocimiento explícito de la lucha de los médicos contra la enfermedad. Fue editor de la sección de Ciencia de The Boston Herald y de la revista Science, lo que agigantó este sentimiento.
Entre 1965 y 1979 aunó todas sus preocupaciones acerca de la diáspora judía, el papel de los médicos en la sociedad y el origen histórico de los linajes en tres novelas memorables: El rabino, El comité de la muerte y el diamante de Jerusalén.
Pero el gran éxito internacional le llegó en 1986 con El médico, una grandiosa historia acerca de la búsqueda del saber por encima del fanatismo, un viaje de ida y vuelta a la cuna de la ciencia médica en un tiempo de teología y odio religioso. Esta novela atravesó el mundo, se convirtió en universal y le otorgó un merecido reconocimiento. Es más, logró romper los límites tradicionales de la novela histórica y llegó a lectores que no eran los de este género. Cientos de ediciones distintas poblaron las librerías, bibliotecas, bares y aeropuertos. Todo el mundo hablaba de esta obra única, todo el mundo la conoce y sabe de qué trata, y a eso también ayudaron la adaptación al cine de 2013 y el musical de 2018, ambos con un éxito formidable.
Gordon completó El médico con dos novelas más que transcurren en épocas sucesivas: Chamán y La doctora Cole. Y aún tendría tiempo para dedicar nuevas obras a su temática favorita: El último judío y La bodega. Ambas tratan sobre personas valientes que tienen que abandonar su patria y labrarse un futuro inesperado a causa de las guerras. Gordon admiraba enormemente a aquellos pioneros, como los miembros de su propia familia, que habían tenido que lanzarse al mundo sin desearlo y habían logrado sobreponerse a tantas desgracias.
Gordon obtuvo a lo largo de los años no solo el cariño entusiasta de su público, sino galardones importantes como el Premio James Fenimore Cooper en 1993, el Euskadi de Plata en dos ocasiones y el Premio Ciudad de Zaragoza en 2006 por el conjunto de su obra.
Noah Gordon murió ayer a los 95 años, en la tranquilidad de su hogar y rodeado de su familia. Hace unos años había reconocido que su mente ya no era capaz de hilvanar historias con la misma facilidad que antes, pero le quedaba la satisfacción de haber podido aportar a la humanidad algo de entretenimiento y de pensamiento crítico acerca de nuestros mayores.
Hoy el mundo de la literatura está triste por su pérdida, pero siempre nos quedarán los viajes a Oriente en busca de la ciencia, las sagas familiares y el valor de construirse uno mismo, pese a todo.